Una carta

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Una carta



Los primeros rayos del sol aparecieron por el valle que adornaba del otro lado de la ventana en casa de Severus y Harry, y ellos aún seguían sin dormir. Abrazados, felices, y enamorados.


Harry recostado sobre el pecho de su pareja, sonriendo ante el amanecer mientras disfrutaba de suaves besos en su sien y era envuelto por los fuertes brazos del hombre que amaba.


— ¿Sev, habíamos hecho esto antes?

— ¿Ver el amanecer?

— No. —negó sonriéndole—. O bueno, verlo después de lo que hicimos.

— Desafortunadamente no había una ventana, ni una cama cómoda como la nuestra, pero sí, estuvimos juntos solo una vez... así empezó la vida de Ángel.

— ¡¿Qué?! —preguntó alarmado—. ¿Qué quieres decir? ¿Entonces es cierto? ¿Qué esto era lo que se necesitaba para embarazarme? ¿Estoy embarazado?

— No, o mejor dicho, no lo sé, no siempre se culmina en un embarazo.

— Ok. —respondió intentando relajarse—. Si viene otro bebé será bienvenido, pero sinceramente espero que sea necesario hacerlo muchas veces antes de que eso pase.

— Estoy totalmente de acuerdo. —dijo divertido—. Me alegra que lo disfrutaras.

— Demasiado, y por eso quiero que me prometas que vamos a hacerlo todas y cada una de las noches.

— Y los días, y cada que sea posible porque de ahora en adelante, cada vez que te vea recuerda que estaré deseándote... pero también tendremos que ir pensando en nuestra boda.

— Y quiero que sea muy pronto, no solamente porque te amo con locura si no porque necesitamos legalizarlo, Severus. —afirmó más tranquilo—. Ya no quiero más gente extraña apareciendo con tontos argumentos de que no podemos estar juntos.

— Te aseguro que eso no ya sucederá más.


Harry asintió conforme y se acurrucó más al pecho de Severus. Sus ojos dejaron de mirar el amanecer para fijarse en la cama donde dormía su hijo del otro lado de la habitación. Le pareció muy dulce verlo abrazado de su inseparable conejo azul de felpa e iba a comentárselo a Severus cuando al volver a mirarlo notó que éste continuaba mirando por la ventana pero su mente parecía haberse ido muy lejos.


— ¿Está todo bien, Sev? Te pusiste muy serio de repente.

— Todo bien, pequeño. —afirmó suspirando para volver a sonreír—. Es sólo que pensaba en que jamás entenderé cómo es que te enamoraste de mí.

— No puedo decirte cómo me enamoré de ti, Severus, te amo desde que tengo mi primer recuerdo que eres tú. Pero sí puedo decirte porqué sigo enamorado y te amo cada día más, y es porque tu mirada me estremece, veo en ella que te preocupas por mí, que te importo y te sientes bien a mi lado, que me quieres a pesar de que tú sí tienes motivos para haberme dejado de amar.

— ¿Motivos? —repitió intrigado.

— Ya no soy el mismo Harry de quien te enamoraste. —dijo girándose un poco para mirarle a los ojos colocando suavemente su mano sobre el sitio donde el corazón de Severus latía con calidez.


Severus le sonrió cariñoso, rozó los labios de Harry con los suyos antes de responderle.


— En eso te equivocas, igual que como yo me equivoqué si un día pensé que no eras el mismo. Sí lo eres, la única diferencia es que no lo recuerdas, pero tu mirada era tan inocente como ahora, y tan apasionada, tu voz me seduce de la misma manera, y tu calor me cobija igual... Además, sigues siendo terco, impulsivo, insensato y algo malcriado, pero todo eso también lo adoro en ti.

— Te creo, porque yo también adoro hasta tus defectos.

— ¿Cuáles? Yo no tengo ninguno, Potter. —aseguró bromeando.


Harry rió un poco, y decidió seguir con la broma.


— Es verdad, os ruego me perdone por mi atrevimiento, mi semidios de las pociones y brebajes mágicos. —dijo exagerando el tono reverencial y que arrancó una suave carcajada en su pareja—. Pero en serio, Sev, eres muy dulce conmigo, me cuidas, me proteges, me enseñas, me miras como si yo fuera invaluable. Eres inteligente, valeroso, aguerrido... eres hermoso. ¿Cómo no amarte?

— ¿Eso te parezco? Quizá la mayoría de la gente me vea como todo lo contrario, Harry.

— Eso no importa. Algo me dice que te amaría aunque fueses gruñón y mal encarado porque sé que de un modo u otro podría ver tu corazón, y ese siempre será el mismo, tan generoso y bello como ninguno.


Severus sonrió, reticente a sentirse de esa manera pero ya no protestó, se limitó a seguir abrazando a Harry, dándole gracias en su interior por haber ido por él a Azkaban, de no ser así, ahora estaría muerto, y estaba convencido de que Harry también lo estaría, porque no tenía ninguna duda: Harry habría preferido morir sin él.

El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora