Ausencia

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Ausencia




Severus sintió una especie de fuerte electricidad recorriendo su cuerpo mientras veía el cuerpo de Harry levitando sostenido por el poder del dementor que succionaba las emociones y vida del joven héroe. Identificó esa electricidad como su magia, su poder en su máxima expresión ante la impotencia de tener inmovilizadas sus manos. Los demás sólo observaban impávidos, demasiado aturdidos para reaccionar.


Nadie más podía ayudarlo, Severus lo sabía.


Siempre supo que era un hechicero superior al promedio, pero jamás se imaginó que su fuerza se asemejaría al de magos tan poderosos como Dumbledore y Harry. Ni siquiera recordó que en ese momento carecía de una varita mágica, pronunció el hechizo poniendo el poder de cada fibra de su ser logrando que surgiera un haz de luz como plata líquida. No fue la cierva que formaba siempre su patronus, fue un rayo intenso.


De un feroz golpe, el hechizo atropelló al dementor haciéndolo retroceder y soltando a Harry. El cuerpo del joven Auror cayó al piso, inconsciente, sin respirar.


Eso fue el detonante para que los demás reaccionaran. Los Aurores se apresuraron, unos a soltar a Severus, otros a ayudar a Harry. Los miembros del Wisengamot se volvieron hacia donde habían visto a Lucius Malfoy intentar asesinar a Severus Snape, pero ya no había rastro alguno de él.


Ron y Hermione saltaron la ventana rota rumbo a Harry, pero ya no pudieron acercarse demasiado, Severus llegó primero sosteniéndolo en brazos, llamándolo con voz angustiada, las lágrimas que no derramó nunca por sí mismo ahora bañaban su rostro por Harry Potter.


Pero por más que le llamó, Harry no respondió.


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Dos días pasaron después de aquella triste mañana. Harry fue trasladado a San Mungo, logró sobrevivir al beso del dementor pero parecía que a muy alto precio. Sus ojos verdes miraban sin ver, no hablaba ni se movía, tenía que ser alimentado artificialmente y no daban muchas esperanzas de que viviera mucho tiempo más.


Severus fue absuelto, le retiraron los hechizos que Lucius colocó injustamente sobre él y recibió una disculpa pública por su encarcelamiento. Pero era irónico que ahora se sintiera más preso que nunca. Nadie pudo separarlo del lecho de Harry, sujetándole la mano entre las suyas, llamándole sin cansancio, rogándole para que regresara de su mundo.


En el fondo temía que fuese inútil, que Harry ya no estaba ahí, los medimagos se lo decían, era sólo un cuerpo sin alma. Un cuerpo que podía considerarse muerto si no fuera por el sostén mágico que le proporcionaba el oxígeno y el alimento que por sí solo era incapaz de obtener. Severus miraba las auras mágicas que lo mantenían con vida. Los medimagos no creían que pudiera sobrevivir sin ellas, pero se negaba a aceptarlo, no mientras continuara sintiendo esa tenue sensación de magia emergiendo del cuerpo de Harry.


Él seguía con magia, y eso significaba que seguía con vida, por más remotamente escondida que estuviera.


Ron y Hermione pasaban mucho tiempo ahí también. Ellos en silencio, mirando con profunda tristeza como su amigo se deterioraba cada vez más.


Una tarde, otra persona se presentó. Ron y Hermione miraron hacia la puerta descubriendo a Draco Malfoy esperando inseguro por su reacción. Hermione regresó la mirada hacia Harry decidiendo ignorarle, Severus ni siquiera le prestó atención. Sólo Ron decidió ir con él, le tomó del brazo sacándolo de la habitación privada de Harry.


— ¿Qué haces aquí? —preguntó Ron con dureza.

— ¿Cómo está? —quiso saber refiriéndose a Harry.

— Muriendo ¿cómo esperabas que estuviera?

— Sé que sigues enfadado conmigo, no puedo culparte, sólo quería despedirme.

— ¿Despedirte? ¿A dónde vas? —preguntó odiándose al no poder ocultar su interés.

— ¿A dónde más? —cuestionó riendo amargamente—. A Azkaban, me condenaron seis meses.

— Pero... ¿pero porqué?

— No he sido inocente, Ronald, lo sabes, fui cómplice de mi padre y está bien, estoy dispuesto a pagar mi castigo, después de todo me parece demasiado poco para lo que merezco.

— No sé qué decirte.

— Quisiera escuchar que me perdonas pero sé que no lo harás, es demasiado pronto, probablemente no puedas hacerlo nunca, sin embargo, quiero que me prometas que si un día ocurre un milagro y sigues amándome, vuelve a mi lado, yo te prometo que voy a estar esperándote, siempre, Ron, siempre.


Ron se mantuvo en silencio, deseando poder tener el valor de olvidarse de todo y abrazarlo. ¡Que lejano parecían los tiempos en que Draco Malfoy le parecía un insoportable presuntuoso!... ahora sus ojos, antes fríos y despectivos, lucían opacos y entristecidos. Su cabello siempre pulcro y engominado ahora parecía recién lavado, como si no tuviera ánimo ni para peinarlo.


Fue Draco quien se animó primero y lo abrazó. Ron no le correspondió pero tampoco lo rechazó.


— Te amo, Ronald Weasley, por ti es que permaneceré fuerte.


Draco rozó los labios de Ron, éste cerró sus ojos disfrutando de la tímida caricia, y cuando los abrió dijo con su mirada lo que no se atrevió con su voz: "También te amo"


Draco le sonrió como si le hubiera escuchado pero ya no dijo nada más, dio la media vuelta alejándose. Hasta ese momento Ron notó la presencia de un par de Aurores al final del corredor, esperaban al rubio. No quiso mirar cuando lo esposaran, dio la espalda al pasado mientras cerraba los ojos, no solamente para no mirar sino para evitar que la humedad que se estaba acumulando no brotara de entre sus párpados.


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Un mes después Harry continuaba sin señal de vida, y una mañana por fin Severus decidió que era hora de salir de esa habitación, pero no para abandonarlo sino para luchar por sacarlo de ahí y llevarlo a casa.


— No puede hacer eso. —opinó Hermione a Ron cuando el Profesor los dejó a cargo de Harry para ir en busca de un experto en leyes que le ayudara a obtener la custodia del joven Auror—. Harry necesita de cuidados médicos, Ron.

— Es cierto, pero Snape puede hacerlo en su casa. Hermione tú no puedes creer que Harry habría estado feliz de estar aquí ¿te das cuenta de lo cerca que está de Lockhart? ¡ayer me lo encontré en uno de los corredores!

— Lo sé, pero también están los padres de Neville y los medimagos han hecho muchos progresos en ellos.

— Y aun así continúan enclaustrados en un hospital, saben que por más progresos que hagan jamás los considerarán aptos para reintegrarse a la sociedad.

— ¿Y qué piensa hacer Snape?

— Por lo pronto, conseguir que los Dursley reclamen a Harry, son sus únicos parientes vivos, y después pedirles la custodia, ellos no se negarán si significa no tener que cuidar de él.

— ¿Y a dónde lo piensa llevar? ¿A Hogwarts?

— Eso creo, aunque le oí comentar con su abogado por la red flu que piensa comprar una casa para ambos, pero eso no lo repitas, me parece que creen que el Ministerio no se arriesgaría a permitir que Harry saliera totalmente de su vigilancia, por eso la opción del colegio es la más viable para convencer al nuevo primer Ministro.

— Me temo que no le falta razón, va a ser difícil que el Ministerio se deslinde de Harry, después de todo estaba pronto a ser el jefe de Aurores, y lo que le ocurrió fue prácticamente por su culpa. Se echarían encima a todo el reino mágico si no asumen los cuidados de Harry.


Ron asintió antes de caminar hacia la cama de Harry para limpiarle el rostro con una toalla húmeda y limpia. Se sentó a su lado revolviéndole el cabello.


— Te echamos mucho de menos, compañero. —dijo nostálgico—. Tienes que luchar, si sigues ahí como Snape piensa, tienes que volver pronto... ¿te cuento un secreto? Creo que quiere que te cases con él, así que más te vale que despiertes y seas feliz. Lo conseguiste, amigo, Snape está chalado por ti.


Pero Harry no respondió, tenía sus ojos abiertos y fijos en la nada. Ron decidió cerrárselos para que no se le resecaran demasiado... y para que no le vieran llorar.



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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora