El trío de oro

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El trío de oro




Hermione tuvo que sentarse por el impacto de la noticia, desde que volvió de Francia y la Profesora McGonagall les mostró la carta de despedida de Severus Snape, estuvo convencida de que Harry no había podido sobrevivir al beso del dementor, pero Ron se había negado a creerlo y decidió seguir buscándolo, no se conformaría ni siquiera viendo una tumba con su nombre.


— Entonces... tenías razón. —suspiró llorando feliz—. ¿Pero dónde, dónde está?

— Por el momento en un lugar seguro, con Snape, por supuesto. En la noche podremos hablar largamente para contarte todo.

— ¡Pero dímelo ahora, quiero verlo!

— No tengo tiempo, Hermione... tengo que ir por Draco de inmediato.


Hermione ya no tuvo tiempo de protestar, Ron apretó el documento de libertad de Draco y salió de la oficina volviendo a correr. La joven castaña suspiró resignada, estaba ansiosa de ver a Harry pero comprendió que en esos momentos para Ron lo más importante era rescatar a Draco.


*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*



Ron llevó a Draco hasta el departamento en que vivía. Era un lugar pequeño pues realmente no creía necesitar demasiado espacio, tenía una sola recámara con su baño y un salón que servía de sala, comedor y cocina. Nunca le dio importancia al lujo, sin embargo, ahora que Draco estaba ahí y a pesar de que el rubio continuaba con su túnica de presidiario, le preocupó verlo recorrer con su gris mirada el modesto mobiliario.


— Sé que no es a lo que estás acostumbrado, pero...

— Huele a ti. —susurró el rubio recorriendo la sala que consistía tan solo de un par de sillones y una mesa pequeña—. Me gusta.

— Vamos a la habitación, podrás bañarte y usar mi ropa. Mañana te llevaré a Diagon para comprarte lo que necesites.

— No quiero que gastes en mí.

— ¡No me quedaré en la ruina si es lo que insinúas! —protestó ofendido—. Además, podrás devolvérmelo cuando recuperes tus propiedades.

— No fue mi intención ser maleducado. —respondió de inmediato—. Es sólo que ya has hecho demasiado por mí.


Ron pensó en responderle que lo hacía por conveniencia, porque buscaba usarlo para encontrar a Lucius, quería herirlo de cierta forma, pero no pudo y tan sólo asintió.


— ¿Vienes conmigo? —le invitó Draco ofreciéndole su mano para ir a la recámara.

— Prepararé la cena. —respondió el pelirrojo esquivándole—. Tómate el tiempo que necesites para bañarte, te dejaré algo de comer en la recámara, por favor no salgas, Hermione llegará pronto y necesito hablar con ella sin interrupciones.


Draco asintió y obedientemente se dirigió hacia la única puerta que había en el lugar.


Al quedarse solo, Ron sacó el aire de sus pulmones.


— ¡Ay, que hice! —se lamentó preocupado—. ¿Podré realmente tenerlo cerca y no gritarle que sigo amándolo con todo mi corazón?


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Una hora más tarde, Hermione ya había sido puesta al día con la información de Ron, y aún nerviosa y emocionada tomaba un poco de té con su amigo. Su mirada de vez en cuando se dirigía a la puerta de la recámara.


— Así que ahí está.

— Sí, debe estar descansando.

— ¿Ron, qué te hace creer que te ayudará a encontrar a Lucius? Antes prefirió callar, aunque eso arriesgaba la vida de Snape e incluso terminar en Azkaban.

— No lo sé, Hermione, pero tengo que intentarlo. Además, ahora soy Auror, conozco más maneras de lograrlo.

— Bien, no diré más al respecto. Ahora me interesa ver a Harry, ¿puedes llevarme con él?

— No sin el permiso de Snape, le envié un mensaje para que viniese, no debe tardar en llegar.


Como si hubiese sido invocado, la chimenea se encendió iluminando de verde la habitación para hacer entrada a Severus Snape.


Ron le recibió saludándole con un apretón de manos mientras que Hermione permaneció sentada al filo del sillón, mirando desilusionada la ahora vacía chimenea.


— ¿Y Harry? —cuestionó ansiosa.

— A salvo. —respondió Snape escuetamente—. No me sorprende que Weasley le haya revelado el secreto, Granger, por lo que apelo a su discreción para que nadie más se entere del paradero de Harry.

— Así será, pero yo quiero verlo ¡necesito verlo!

— Debe comprender que entre más personas sepan de Harry, es mayor el riesgo para él.

— Eso lo sé, pero también usted debe comprender que no puede separarnos a nosotros de él, Ron y yo somos como sus hermanos y nos necesita.

— Lamentablemente eso no es así, señorita Granger. ¿Acaso Weasley no le informó que Harry ni siquiera recuerda su existencia? Para él usted no existe y cuando la vea será una completa desconocida, eso no cambiará.

— Puede ser, pero para mí siempre será el mismo Harry, me recuerde o no.


Severus esbozó una irónica sonrisa.


— Bien, no diga que no le advertí, el trío de oro murió hace mucho tiempo. Le abriré las puertas a mi hogar para que compruebe por sí misma que el Harry que conoció y formó parte de ese trío, ya no existe.


Hermione frunció el ceño, no creía en las palabras de Snape, su corazón le decía que Harry tenía que estar ahí, en algún lugar de esa mente sin recuerdos. Miró a Ron en busca de apoyo, pero éste desvió la mirada, probablemente reforzando la versión de Snape.


— ¿Pueden esperarme un momento? Volveré enseguida.


Ron se apresuró a la recámara donde Draco le esperaba sentado en silencio. Ya se había aseado y parecía de nuevo el chico que conoció en el colegio, sin embargo, más pálido y delgado. Llevaba puesto un pantalón y sudadera de Ron que le venían un poco grandes, sus cabellos continuaban humedecidos pero sin la capa de polvo recuperaron su brillo y sedosidad.


El pelirrojo sonrió complacido, Draco había cortado su cabello que durante su estancia en Azkaban creció a tal punto que a Ron se le dificultaba no verlo y recordar a Lucius Malfoy.


A un lado, estaba la bandeja sin comida. Parecía que realmente había tenido hambre.


A Ron le provocaban muchas ganas de abrazarlo, de olvidarse del mundo y dejarse llevar por sus sentimientos, pero siguió obligándose a no hacerlo. Se sentó en la cama junto a él.


— Debo salir un par de horas ¿estarás bien?

— ¿Puedo ir contigo?

— No. Será mejor que duermas, prometo que cuando regrese hablaremos un poco más.

— ¿No te preocupa que me escape?

— ¿Lo harías?

— Creo que fue una pregunta estúpida, dormiría a tus pies si me lo pidieras.

— No digas esas cosas, así no eres tú.

— He cambiado, Ron, desde que te perdí todo ha dejado de importarme.


Los ojos azules se posaron en las manos nerviosas de Draco, las mangas largas las ocultaban, pero Ron ya lo había notado tras las ruinosas túnicas de presidiario, las muñecas de Draco lucían aún las tenues cicatrices de cuando quiso morir por él.


No supo de dónde sacó fuerza para ponerse de pie y diciendo "Descansa, no tardaré" salió apresurado de la habitación.


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Cuando Hermione tuvo a Harry frente a ella quiso lanzarse a abrazarlo, pero Harry la evitó corriendo a esconderse tras de Severus. Aquella persona era demasiado extraña, su voz sonaba muy aguda, su cabello era más largo de lo que creía posible y enmarañado y su cuerpo... tenía raras protuberancias y redondeces que no parecían normales.


— Harry, no me temas, soy Hermione. —dijo la castaña, un poco herida por el rechazo de su amigo.

— ¿Qué... que es una Hermione, Severus? —quiso saber el joven mago.

— Ese es su hombre, Harry, es una mujer.

— ¿Él es una mujer?

"Ella" —le corrigió Severus—. Señorita Granger, debe disculpar a Harry, es usted la primera mujer que ve y no está acostumbrado a usar términos femeninos.

— He visto imágenes de mujeres... pero es diferente verlo en persona. —agregó Harry sin disimular su incomodidad.

— Entonces debes saber que no hay motivo para que me huyas.


Hermione volvió a intentar acercarse, pero Harry continuó refugiado tras de Severus.


— Dele tiempo, Granger. —sugirió Snape ayudando a Harry a sentarse en un sillón un poco alejado de Hermione, el chico continuaba observándola con demasiada cautela—. Weasley, quédese a cargo, iré a revisar a Ángel.


Ron obedeció y tomó un lugar junto a Harry quien lució feliz de volver a verlo, de inmediato enredó sus dedos en los cabellos rojos que tanto le gustaban.


— Me alegra mucho que hayas regresado a visitarme, Ron, y que tu cabello siga tan lindo como tus ojos ¿cómo hiciste para pintarlos así?

— De esa forma nací, Harry.

— Que pena, creí que se podía cambiar, el cabello de Angelito es negro como el de Severus y el mío, y se ve bien, pero pensé que se vería lindo si fuera rojo también.

— Tu mamá tenía el cabello rojo, quizá si tienes otro hijo algún día, nazca pelirrojo como yo.

— ¿De verdad? Yo quisiera otro bebé pero Severus dice que tenemos que esperar, creo que quizá es que no quiere que me ponga barrigón otra vez.


Ron rió, a pesar de que extrañaba a su antiguo amigo como era antes, también le gustaba este Harry, tan dulce e inocente, sin recuerdos de una infancia terrible, ni de sufrimientos y tragedias. Sus ojos verdes nunca habían lucido tan felices.


Quien no estaba muy feliz era Hermione. Ella sufría al comprobar que ese chico frente a ella no era el que conoció, y volver a sentirse como el trío de oro era una posibilidad que veía muy remota.


Harry ni siquiera volteaba a mirarla. Pero a pesar de sus primeros pensamientos pesimistas decidió que no podía darse por vencida. Su mente voló a cuando tenían once años, Harry no la quiso desde el primer momento en que la vió, él y Ron la ignoraban como ahora... y sin embargo logró cambiarlo y convertirse en su mejor amiga.


Volvería a hacerlo, volvería a formar el trío dorado ahora que estaban juntos de nuevo... y aunque Severus Snape ya había decidido que los recuerdos de Harry no volverían, ella creía que aún podía cambiar eso, y lo haría ¡Estaba tan segura como de que se llamaba Hermione Granger!




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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora