Fuerza de héroe

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Fuerza de héroe



Ron caminó aún medio aturdido hacia el sitio donde Draco abrazaba llorando el cuerpo de su padre. Aún se le dificultaba entender lo sucedido, podía sentir sus ojos dañados por el relámpago verde del Avada, una maldición que al final no fue para él.


Hizo una seña a los Aurores que recién llegaban para que se mantuvieran al margen y fue él quien se acuclilló al lado de los rubios.


— No hubiera podido soportar Azkaban. —sollozó Draco sosteniendo el rostro de su padre contra su pecho, humedeciendo sus platinados cabellos con sus lágrimas—. Es mi padre, Ron... no podía abandonarlo y exponerlo a la más fría de las prisiones, habría enloquecido de dolor.

— Draco...

— Pero tampoco podría permitir que te matara. —gimió girándose para abrazar ahora al pelirrojo con todas sus fuerzas.

— No tenías porqué hacerlo, mi Draco. —dijo correspondiéndole conmovido a su abrazo—. Desearía que todo fuera diferente.

— Lo maté por ti, Ron, mataría siempre por ti... pero también por mí, porque si mueres, yo muero contigo. ¡Te amo demasiado, Ron, con todas mis fuerzas! ¡Te amo más que a la paz de mi alma!


Ron ya no dijo nada, no encontraría nunca palabra alguna que ayudara al dolor que tenía que estar sintiendo Draco en esos momentos. Se concretó a abrazarlo como lo que era, el amor de su vida.


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Días después, Harry y Severus se esforzaban por retomar su vida habitual. El profesor le había explicado a Harry sobre Lucius Malfoy. El chico le escuchó en silencio y cuando terminó no realizó ninguna pregunta, simplemente se encogió de hombros y fue a jugar con su bebé, realmente no le importaba nada de ese hombre.


Ron hizo su aparición aquella mañana, no parecía tener buen semblante y Severus podría comprenderlo. Luchó con uñas y dientes para evitar que Draco pisara Azkaban por la muerte de su padre, y gracias a sus compañeros que atestiguaron que actuó en defensa propia y de la de Ron, es que el caso se cerraría pronto.


— ¿Cómo sigue Draco? —preguntó Severus realmente preocupado. A su lado, Harry lucía más interesado en jugar con Ángel.

— Deprimido, pero es muy pronto para otra cosa.

— Es fuerte, y sabe que con su ayuda podrá recuperarse algún día.

— Eso espero. —suspiró Ron esperanzado—. Pero ahora he venido a informarles que el Director de San Mungo continúa necio buscando la custodia de Harry, quiere internarlo asegurando que podría sanarlo.

— Eso es imposible.

— Lo sé. —aceptó Ron desilusionado—. Pero es precisamente el hecho de que usted afirme lo contrario es que el Ministerio está poniéndose del lado del Director, todo mundo busca la gloria de salvar al héroe mágico de las manos de quien, supuestamente, lo tiene sometido a su voluntad.

— Buscaré un abogado. Harry es mi pareja y nadie tendría porqué separarnos.

— Vivir juntos no le da ningún derecho legal, no en las leyes mágicas, y tratándose de Harry dudo mucho que intenten saltarse las normas en este caso. Además, ningún Ministerio aprobaría una unión legal con las condiciones médicas de Harry, primero deberán demostrar que está mentalmente capacitado para tomar una decisión como esa.

— Huyamos. —intervino Harry.


Ron y Severus le miraron. Harry había dejado de jugar con Ángel y lucía asustado. El chico se apresuró a abrazarse de Severus, temblando temeroso.


— No quiero que me separen de ti, Severus, no lo permitas.

— Despreocúpate, te prometo que eso no sucederá. —afirmó el de ojos negros masajeándole la espalda para relajarlo—. Todo saldrá bien.

— ¿Porqué quieren que recuerde? Hablan de guerras, y de hombres malos como el que me llevó a esa casa... yo no quiero recordar nada, me basta con tenerte a ti y a bebé conmigo.


Severus dio un beso tranquilizador en la frente de Harry esperando que de esa forma pudiera olvidarse de toda amenaza de separación.


Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que sucediera lo que temían. El director de San Mungo, acompañado por un séquito de Aurores hizo su aparición en casa de Harry y Severus.


Ron iba con ellos, pero obviamente no en plan de apoyo si no todo lo contrario, lucía francamente enfadado, como si ya llevara horas discutiendo con ellos. El resto de los Aurores tampoco lograba ocultar su disgusto por la tarea, sin embargo, era su deber estar ahí por orden del Ministerio.


— ¡Ya les dije que ese documento no puede tener validez! —gruñó Ron insistentemente—. ¡Acordamos que Harry sería responsabilidad mía!

— Eso fue una decisión temporal. —respondió el medimago—. Yo he presentado pruebas ante el Ministerio que revocan el acuerdo, sobre todo teniendo en cuenta su relación con un Malfoy y que pone en peligro la integridad del joven Potter. Además, le abandonó en manos de Severus Snape ¿tengo que decir más, Auror Weasley?


Ron alzó las manos al cielo gruñendo frustrado. Fue cuando Severus decidió intervenir y dio un paso delante. Harry se apresuró a tomar a su hijo en brazos colocándose tras de Severus, lo suficientemente asustado como para respirar con dificultad.


— No sé de qué artimañas legales se basó como para atreverse a entrar a mi casa amenazando con llevarse a Harry, pero créame que no se lo pienso permitir.

— No soy tan ingenuo como para pensar que se deshará de su presa así de fácil, por eso me acompañan estos Aurores con el fin de cumplir la ley.

— ¿Cuál ley? Harry es mi pareja y nadie tiene derecho a alejarlo de mí.

— ¿Su pareja? —repitió el hombre con burla—. Lo ha mantenido prácticamente secuestrado, Snape, aprovechándose de su condición para manipularlo, le ha lavado el cerebro consiguiendo que confíe en usted y crea que no puede sanar, pero Potter ha tenido suerte de cruzarse en el camino de quien quiera salvarlo como lo haré yo.

— ¿Salvarlo? Usted lo único que quiere es aprovecharse de su situación encerrándolo bajo llave para experimentar con él.

— ¿Proyectándose, Snape? Usted ha sido el único que ha experimentado, y con terribles resultados. Tan sólo mírelo, temblando asustado, el héroe mágico terminó siendo un niño desvalido con un serio problema mental. Eso merecería que le encerraran a usted en prisión de por vida.


Severus estuvo a punto de lanzarse a golpes contra el medimago, pero la mano de Harry se lo impidió. Al volver a mirarle le sorprendió descubrir sus ojos verdes refulgiendo de ira. El miedo ya no estaba, la vulnerabilidad e inocencia parecían haber dado paso al furor y poder del Harry antes del beso del dementor.


— No soy un niño desvalido. —afirmó Harry poniendo a Ángel en brazos de Severus para colocarse él frente a ellos en actitud defensora, el resto de los presentes guardaron silencio, incluso los Aurores le miraban sorprendidos, creyendo ver en él al amigo que recordaban con afecto.

— Me temo que usted no está capacitado para...

— ¡Usted es el que no está capacitado para venir aquí, a mi hogar, e intentar acabar con todo! ¡Acusó a Severus de manipularme, de impedirme sanar, y no se da cuenta que por él es que estoy sano ya! —expresó Harry logrando callar al medimago—. ¡No me interesa recordar nada, no me interesa someterme a ningún tipo de tratamiento por más que asegure que volveré a ser el Harry que todos conocieron! ¡Ya no soy ese Harry, y me gusta como soy ahora!

— Pero...

— ¡Fue Severus quien me trajo de nuevo a la vida, él ha sido quien me ha estado enseñando a vivir, nadie en este mundo habría conseguido sacarme de aquel sueño frío del dementor porque fue el amor que siento por él lo que me aferró a este mundo, fue y siempre será mi razón y mi motivo para seguir aprendiendo, pero aprendiendo a ir adelante, nunca atrás, no retrocederé a un pasado que no otorgará nada bueno a mi vida!


El Medimago tenía las mandíbulas crispadas de rabia, sobre todo al notar que los Aurores asentían a cada palabra de Harry.


— ¡Usted está legalmente enfermo y es mi deber...!

— ¡Su deber es callarse la boca y escucharme! —le interrumpió Harry con ímpetu—. ¡Esta es mi casa, es mi hogar y aquí está mi familia! ¡No permitiré que nadie llegue queriendo destruirla y si usted se empeña en pretender separarme de ellos entonces le prometo que sí va a conocer a Harry Potter!


Un tenso silencio se formó a su alrededor, Harry no sabía si había conseguido algo, pero estaba dispuesto a luchar con uñas y dientes para que su hogar no fuera alterado. Hermione le había dicho en alguna ocasión que tuvo que vencer a un temible hechicero, pero eso no sería nada en comparación con lo que ahora sería capaz si alguien hería a su familia.


Él no se daba cuenta de la admiración y asombro con que lo miraban, no solamente por la fuerza con que hablaba, sino por el aura de poder que no dejaba lugar a dudas que, aunque ni él mismo lo recordara, seguía siendo, un héroe.





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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora