Indefensa.
Me sentí como Caperucita Roja en frente del lobo feroz.
Había pasado la semana entera y Lisa no se había presentado, ni su amigo, sentí la mirada de sus otros tres amigos sobre mí a cada momento. Como si me vigilaran.
Hoy era por fin viernes, había sobrevivido a una semana en este horrible lugar, pero en lugar de sentirme más fuerte, me sentía débil, cada vez más débil.
Extrañaba a mis amigos de California, extrañaba mi prestigiada escuela, extrañaba nadar en el mar, extrañaba el calor y el sol, extrañaba a Irene, incluso extrañaba a algunos profesores; extrañaba a Rosario, pero en pocos días llegaría y al menos una parte de mi vida volvería a la normalidad.
Escuché leves golpes sobre la ventana del balcón.
Miré rápidamente y ahí estaba ella, decir que se veía guapa sería una completa mentira, su rostro estaba cubierto de golpes, con partes moradas e hinchadas, el labio y la ceja rotos, su camisa sin mangas dejaba ver golpes en los brazos.
Me levanté enseguida y abrí las puertas del balcón.
-¿Por qué mierda tardaste tanto en abrir? ¡Me estaba congelando! -dijo molesta mientras saltaba ágilmente de su balcón al mío, para después adentrarse en mi habitación.
Yo no supe que responder, no podía dejar de ver sus heridas, algunas se veían muy recientes, otras parecían tener algunos días.
-¿Está tu padre? -preguntó en voz baja.
-No. -respondí, aun sabiendo que debía mentir y decirle que sí para que se fuera, yo debía alejarme de ella, como había dicho Rosé.
Ella sonrió, la sonrisa que me hacía estremecer, era una sonrisa cruel y llena de у maldad, una sonrisa que apenas llegaba a sus ojos, sus hermosos ojos...
Me sentía como Caperucita Roja enfrente del lobo, indefensa.
Tenía un nudo en la garganta y cosquillas horribles en el estómago, sentía miedo, y me encantaba.
Se acercó lentamente y sentí ganas de correr y gritar, algo que se me estaba haciendo costumbre sentir cada que ella se me acercaba.
Cubrió mis mejillas con sus palmas y besó tiernamente mi frente. Un beso casto que me llevó al cielo.
-Hace tiempo que no te veo llorar, Jennie. -susurró lentamente.
Era una amenaza, lo sabía, ella iba a hacerme daño, pero yo estaba demasiado ocupada contando sus largas pestañas.
Una de sus manos fue hacia la parte baja de mi cabeza y tomó un buen mechón de cabello.
De pronto se alejó, y me arrastró del cabello hasta la cama. Sin piedad, jalando duramente mi cabello.
Grité y a ella le encantó.
Me aventó sobre la cama se sentó sobre mí con las piernas rodeando mi cintura.
Ahora ya había salido de mi ensoñación y me daba cuenta del peligro en el que estaba. Ella se divertía lastimándome y no había nadie que pudiera detenerlo, mi padre no estaba y dudaba que a alguien más le importaran unos cuantos gritos, aquí la gente estaba acostumbrada a ese tipo de cosas.
Lloré por el punzante dolor en el cuero cabelludo y por el miedo descontrolado que comenzaba a sentir. Podía notar las lágrimas salir de mis ojos sin control, apenas lograba ver a Lisa a través de las lágrimas, tenía esa sonrisa sádica, ese odio infernal en la mirada y acababa de poner la mano sobre mi cuello, rodeándolo, sin apretar, pero con una promesa en su mirada.
-Si supieras lo hermosa que te ves llorando, tal vez no la pasarías tan mal. -dijo con la voz más malvada que haya escuchado jamás.
La herida en su labio se había abierto a causa de su enorme sonrisa, pero no parecía molestarle, estaba disfrutando el momento como una cerda. Podía notar el brillante color carmesí de su sangre, pero no se derramó ni una gota, la herida no era tan profunda.
Yo estaba aterrada, sus ojos tenían un brillo nuevo, casi desquiciado. Los golpes en su rostro sólo le daban un aspecto más peligroso.
Y de un momento a otro, sin esperarlo si quiera, me besó. Con odio, con furia, me hacía daño con los dientes, succionaba mi lengua fuertemente y el dolor era tanto que resultaba ridículo. Pero eso no fue lo que más me dolió, lo que más me dolió fue que yo... correspondí su beso. Me traicioné a mí misma.
Tal vez Lisa no tendría que matarme, tal vez yo podría hacerlo sola.
*****
Eran las 10 de la mañana del domingo y no tenía nada que hacer, me había pasado el fin de semana pensando en mi último encuentro con Lisa, reprochándome a mí misma mi estúpido comportamiento.
Lalisa y yo nos habíamos besado un poco más y después ella se había ido sin decir una sola palabra, escuché su motocicleta alejarse y hasta ahora no había regresado, ¿dónde estaba? ¿Con quién?
¡¿Por qué me importaba!?
Era algo enfermo, ella me lastimaba, era lo único que había hecho desde que puse un pie en Bradford, me lastimaba tanto física como psicológicamente; y a mí me preocupaba dónde pasaba sus noches. Había sacado dos conclusiones, la primera era que yo era estúpida, simple y explica cualquier mal; la segunda era que algo no estaba bien conmigo, en mi cabeza, tal vez me había vuelto loca por todos los cambios en mi vida, o tal vez Lisa fue sólo el detonante de algo raro en mi cabeza que había tenido toda mi vida.
Como sea, odiaba ambas opciones, y algo muy dentro de mí me decía que no era ninguna de esas razones.
Escuché el timbre y me levanté perezosamente del sofá de la sala.
Cuando estaba a punto de abrir la puerta, recordé que ya no estaba en California y cualquier delincuente podría estar afuera intentando algún crimen en contra mía o de mi nueva casa.
Me aterré y no supe qué hacer.
-¿Quién e... es? -pregunté tartamudeando.
-Niña Jennie, soy yo, Rosario. -respondió una voz desde el otro lado de la puerta.
En seguida abrí, ¡al fin estaba aquí!
Ella no alcanzó a dar ni dos pasos cuando yo ya estaba sobre ella.
Rosario era mi nana y lo más cercano que tenía a una madre, ella me había criado desde que era una bebé y la quería tanto.
-Nana, ¿por qué tardaste tanto? -pregunté haciendo pucheros.
-Niña, tenía que arreglar unas cuantas cosas, mis hijos no estaban muy convencidos, pero al final me liberaron.
Pasé la tarde entera hablando con Rosario sobre todo lo que había pasado aquí, obviamente omitiendo, todo lo referente a la delincuente, le había hablado de Rosé y hasta de Harry.
-Niña, ya es hora de dormir, mañana tienes clases y es la tercera vez que bostezas. -dijo Rosario.
-Bien. -dije resignadamente.
Subí a mi habitación y miré por el balcón, su habitación estaba vacía con la luz apagada, llevaba dos días así. Su moto no estaba y la noche había caído de nuevo.
Me preparé para dormir y me recosté, intenté dormir, pero sólo me la pasé esperando oír el rugido de su imponente motocicleta.
No lo escuché y al final caí dormida.
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Voten🤍
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BAD (Jenlisa)
Fanfiction🖇️[Jennie Kim llega al peligroso barrio de Bradford, siendo una chica consentida y caprichosa. Pronto aprendera que los habitantes de aquella ciudad no les agradan esas actitudes. Y la única persona que puede protegerla de la maldad de aquella ciud...