EPÍLOGO

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Los camiones de mudanza seguían llegando, miré aburrida desde mi nuevo balcón, en mi nueva mansión, que era el triple de espaciosa que la casa anterior, incluso más grande que mi casa en California o Corea.

Si mirabas con atención, al final del enorme jardín, cruzando la reja con tintes barrocos que Jiyong había mandado a hacer y había costado más que muchas casas completas humildes, podías ver la carretera, y en la carretera los enormes camiones de mudanza pasaban unos tras otros y los carros de lujo los seguían, algunos escoltados por camionetas negras que los seguían en perfecta sincronía, seguridad privada suponía.

Fruncí el ceño, toda esa gente dejaba su vida en manos de alguien más, pagaban para que otra gente hiciera lo que ellos debían hacer, cuidarse a sí mismos. Confiaban en algún desconocido para protegerlos y yo simplemente no podía entenderlo, ya no; si en algún punto de mi vida confiar en alguien más había sido lo más sencillo, ahora mismo me veía incapaz de hacerlo, ahora que sabía lo que era la traición y que todos la cometen cuando se ven acorralados.

-Niña Jennie, tu vestido acaba de llegar, ¡es bellísimo, casi quiero llorar! -gritó Rosario irrumpiendo en mi enorme habitación, estaba emocionada, feliz, más de lo que la había visto en mucho tiempo.

Su acto fue tan abrupto que mi mano había volado a mi bolsillo, donde estaba mi navaja, alcancé a detenerme de sacarla apenas la reconocí.

Dejó tendido el vestido de gala sobre mi cama. Lo miré por unos segundos, era cierto; era bellísimo. Reconocí enseguida que se trataba de un Carolina Herrera de la temporada y casi podía jurar que era un modelo exclusivo.

Rosario salió corriendo y regresó casi enseguida con una caja negra con una pequeña escritura blanca que yo reconocería a un kilómetro de distancia: Chanel.

Suspiré, Jiyong en serio se estaba esforzando. Se sentía culpable, como si fuera culpa suya que yo solita me hubiera metido a la boca del lobo.

Tragué saliva y cerré los ojos con fuerza, no quería pensar en nada.

-Vete, voy a arreglarme. -le ordené a Rosario.

Ella salió enseguida sorprendida y acostumbrada al mismo tiempo a mi sequedad.

Tomé una ducha rápida y cuando salí miré el vestido tendido sobre mi cama, me lo puse con cierta dificultad pero sin querer pedir ayuda a Rosario para subirme el zipper, no quería a nadie a mi espalda.

*****

-¿Estás lista Jennie? -me preguntó Jiyong desde la entrada de la sala.

Yo lo miré pasivamente y asentí, llevaba lista más de media hora.

En la entrada principal nos esperaba Ryan, nuestro nuevo chófer, reí mentalmente y negué con la cabeza sutilmente, teníamos chófer mientras toda la gente que había sido desalojada de Bradford no tenía un techo.

Era ridículo lo bajo que había caído la humanidad.

Ryan me abrió la puerta trasera con una sonrisa pícara, tuve que morderme la lengua para evitar ordenarle que no me mirara.

El camino al salón no duró ni mucho ni poco, cuando llegamos ya había muchos otros autos de lujo estacionados y gente de seguridad por todas partes.

Bueno, la diva interna que había en Jiyong había logrado lo que quería, ser el último en llegar, ser el centro de atención porque después de todo, Bradford hoy celebraba la llegada de sus nuevos y distinguidos habitantes gracias a él.

Una chica con un audífono de diadema con micrófono nos dirigió a la entrada, tuvimos que subir por unas escaleras anchas y cual Cenicienta, las puertas se abrieron ante nosotros.

BAD (Jenlisa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora