Capítulo diecisiete: Tarta de limón.

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G I A

— Nada.

Ese "Nada" no me gustó.

Las palabras de Jack no me eran del todo reconfortantes. Fue lo único que dijo antes de encogerse de hombros con despreocupación y quedarse callado esperando algún tipo de comentario de parte mía.

No sabía qué decir sinceramente. El que no haya encontrado nada en la computadora del profesor me dejaba en el punto de salida nuevamente. Volvía a estar en blanco.

— Tiene videos— torció su boca como si los recuerdos le fueran desagradables y pestañeó mirando a un punto— muy gráficos, dónde él está manteniendo relaciones con chicas. Supongo que menores, no quise ver mucho, tenía más de veinte videos de ese tipo.

— ¿Y no se le ve la cara?— sería la prueba suficiente para que al menos lo echaran de una patada de aquí.

Pero el rubio frente a mí, negó. Paseó sus manos por la mesa que nos separaba y las llevó a un bolso que colocó sobre la superficie.

— Encontré una dirección de email— dijo cruzándose de brazos— tal parece apuntar a que es una amante, intercambiaban números, pero nada más, los videos no nos sirven, el resto es sin importancia.

Apreté mis dientes y cubrí mi cara de frustración que comenzaba a correr por mi cuerpo. Esto era espantoso.

— Devuélvelo — arrastró cerca de mí el bolso— después me das esto.

— ¿Anotaste la dirección de email de la amante?— dije considerándolo una alternativa.

— La tengo— asintió— Pero, no hay que involucrar a familiares, todos estarán en tu contra— asentí, eso era más que claro— Mantenme informado, Gia, buscaré otra forma de acercarme a los datos de la universidad para ver si puedo encontrar antecedentes de aquí y de la policía.

— ¿Qué tan capaz eres?

— Tengo muchas capacidades— me guiñó un ojo— Rastrearé la dirección de email y veremos que obtenemos.

— Bien— dije dando por finalizada la conversación, él solo asintió colocándose de pie y desapareció de mi vista.

Estar en un punto intermedio no me gustaba.

Miles de dudas inundaron mi cabeza y cada una solo me cuestionaba si era correcto lo que hacía. Había hecho un escándalo por ser callada y perdí media beca.

Había protestado por algunas chicas que sufrieron mil veces un peor infierno aquí dentro y no había servido de nada.

Quizá si solo me quedaba callada todo estaría bien. Tendría mi beca y estaría en mi residencia, pero sé que esa sensación de estar haciendo algo mal nunca hubiera desaparecido.

De niña podría decir que no era para nada callada, algo que enloquecía a mi madre, era ver como me metía en situaciones ajenas sólo porque veía cómo era injusto. Recuerdo golpear a un niño cuando molestaba a otro sólo porque él había agarrado una silla cualquiera antes de él. Para luego ser golpeada por el niño que había ayudado.

Con intención de hacer caso a la petición del rubio, me levanté de la mesa de madera y me adentré en el edificio saliendo de la cafetería. Me dirigí por el campus a pasos agigantados, hacia dónde me había apropiado del aparato que se resguardaba en el bolso que colgaba de mi hombro y traté de tranquilizarme.

Tenía la cabeza hecha un bola gigante de nieve, que cuanto más pensaba más grande se hacía.

Estaba Blake, mi madre y la banda. Lo último ocupando mucho más espació.

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