Capítulo veintiuno: Una confesión

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G I A

Abrí mis ojos y el sol dio de lleno en mi cara. Siendo el resplandor el causante de levantarme.

Cada sensación y estremecimiento recorrió mi cuerpo. Sentir la manta sobre mí me confundió y aún más encontrarme sin mi vestido y estar solamente en ropa interior. Largué un suave quejido al mismo tiempo que despegaba mi cara de la almohada y mis párpados revoloteaban buscando despertarme.

Algo desorientada disparé mi mirada a mis lados. Una camiseta arrugada descansaba a mi lado, siendo retenida por la pared y mi cuerpo, al igual que en el suelo se encontraban unas botas militares que no eran mías y una chaqueta oscura.

¿Qué mierda....?

El recuerdo me golpeó como una cachetada y las imágenes de la noche anterior inundaron cada parte de mi cabeza.

Mierda.

RJ.

Me dejé caer en la comodidad de la almohada nuevamente. Giré mi cabeza y mis ojos dieron con la camiseta, lentamente me la llevé a la nariz, dejándome embriagar por el ligero indicio del perfume de Romeo.

Mierda.

Cerré mis ojos repasando cada roce y beso y labios que estuvieron sobre los míos la noche anterior. Mi cuerpo se tenso y no entendí. Había besado a RJ.

Lo había besado.

Y había sido malditamente bueno.

Pensar en aquello arremolinó mi estómago. Mandando una rara sensación desde allí por todo mi cuerpo. Todo sucedió de una manera arrebata, rápida. Ninguna posibilidad de pensar en las consecuencias y en los sentimientos de cada uno.

Por Dios. Anoche casi pasamos a segunda base sin siquiera haber tocado la primera.

No sabía si fue bueno o malo su huida por la ventana, pero sentir el olor de su perfume en mi cuerpo y su ropa en mi cuarto, mis labios sólo pedía a gritos volver a tocar los suyos otra vez. Volver a sentirlo.

Me levanté de la cama sosteniendo esos pensamientos mientras me encaminaba al baño. No tomé en cuenta el suelo y mis pies tropezaron, mandando una caja sin deshacer al suelo y todo su contenido esparciéndose por el piso.

Eran fotos, algunas libretas y libros de la universidad. Me agaché al ver que sólo eran pocas cosas, mandando todo dentro de manera desprolija y sin cuidado. Mis manos levantaron una foto, dónde Yoyo me sostenía y ambos estábamos sentados en la piscina de su casa.

Un gusto amargo recorrió toda mi boca y siquiera pude mirar dos veces la foto antes de mandarla a lo más hondo de la caja.

Era pura mierda.

Mi noción del tiempo era nula al estar lista y aseada, pero levanté mi teléfono del suelo revisando que no pasaban de las nueve de la mañana y tendría que ir a clases corriendo. Mi estómago rugió, como recordatorio de que existía y con algún milagro decidí revisar el mini refrigerador de mi cuarto, sabiendo que no encontraría nada pero quedando sorprendida al encontrar un recipiente con frutas y con otra tarta de limón.

Había una nota escrita entre las frutas y la tomé para leerla.

"Para que te mantengas sana como manzana
— ;)"

Una sonrisa boba cruzó mi cara. Que estupidez. No sé si debería tener miedo de que haya entrado a mi cuarto sin mi permiso para dejar frutas o si debería reírme.

Tomé una manzana dejando la nota sobre el refrigerador y tomando mi bolso, salí del cuarto para sólo quedarme estancada en mi puerta con la mirada en la sala.

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