Capítulo veinticuatro: Cuando malas noticias tocan a tu puerta

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G I A

[19: 06 p.m.] Blake: Mi madre dice que no atiendes sus llamadas, a mi tampoco.
Contesta cuando te llamo.

[16:45 p.m.] Papá: Hola hija. ¿Cómo estás?

Yoyo llamada perdida. Mensajes borrados.

***

Lost Sea estaba inundada de una revolución de olores a comida, música y el bullicio de las personas rodeando todo el sitio.

Abrí y cerré mis ojos con pesadez mientras mi mirada recorría las mesas, siendo testigo de la cantidad de gente que se paseaba de aquí para allá entre las sillas y la barra. Eran muchísimas, más de lo habitual y era todo un lío.

Las bebidas eran lo más ordenado por los clientes, que solo tomaban sus botellas o vasos y se encaminaban junto a la tarima a observar y disfrutar de la música.

Los chicos, que eran el entretenimiento principal, disfrutaban mucho de esta repentina atención. Mucho más Félix. El castaño le sonreía a quién veía y lanzaba guiños como si fueran saludos. Y su público arrebatado los recibía con gusto.

Podía ver sus caras de felicidad desde aquí, disfrutaban esto. El sentirse una banda de verdad. Tocaban una de sus canciones, The smoke, y a la personas parecía gustarles. A mí también.

Desde un rincón de la barra, alejada de todo el cúmulo de gente y del lado dónde se toman pedidos, observaba a RJ con mi cabeza descansando en una de mis manos. El pelinegro no me notaba, o eso creía. Estaba bien escondida en la parte oscura y dudaba que sintiera mi mirada.

Verlo tocar era una buena imagen a la vista.

Una muy buena.

— ¿Cómo te sientes?

Salté en mi sitio por la voz salida de la nada y me giré viendo a Mark sonriendo divertido por mi susto.

¿Cómo me siento? Quizá algo nerviosa, perdida, como si estuviera en un laberinto. Lo que sucedió en la tarde podía ser una broma, alguien queriendo pasarse de listo conmigo, usando lo del profesor por la protesta y queriendo disfrutar de verme paranoica en busca del culpable. Pero...¿Por qué?

Jack mencionó que deberíamos esperar al menos unos días para entregar los videos, estando atentos en si volvía a suceder. Una sugerencia que no me parecía de lo más prudente si tomamos en cuenta que el profesor Gordon podría seguir con sus andadas y creer que seguirá inmune, aún cuando yo tenía algo para detenerlo.

No se me hace del todo justo.

Tal vez era tonta e ingenua, en no detenerme por el intento de amenaza que recibí como un mensaje claro y tomármelo con ligereza. Sabía que nadie se tomaría el tiempo de imprimir mis fotos y dejar un mensaje en cada uno de los carteles como si fuera una persona importante, pero aún así no veía más que una forma de asustarme. Le pedí a Jack que enviará los videos y así lo hizo. Ahora tendré que esperar que suceda, y odio eso.

No tenía miedo, no me sucedería nada. Nada.

— ¿Qué sucede en tu cabecita, ratoncito?— empujó mi frente riendo y aparté su mano de un empujón para después darle otro golpe en el brazo— Grosera.

Se frotó el brazo con el ceño fruncido, pero estando lejos de parecer molesto por mi muestra de afecto, me sonrió y se recargó en la barra a mi lado. Me pegué a la esquina y solté otro suspiro.

— ¿Debo preocuparme por tu repentina felicidad?— le pregunté enarcando una ceja.

— ¿Por qué?

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