Cheating II

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Di un respingo en el asiento cuando alguien tocó mi hombro.

- Joder, Camila, qué susto. - Llevé una mano a mi pecho, ensuciando la camiseta blanca de pintura. - No te escuché llamar.

- No lo hice. - Se encogió de hombros y echó un célere vistazo a su alrededor.

Llevaba un pullover ancho con la cara de Ed Sheeran estampada en él y, si mi intuición no fallaba, no traía más que un par de bragas debajo. El cabello le caía en suaves rizos por la espalda, aunque lo odié en ese momento por taparle parte del rostro. Se acercó un poco más, tanto que pude reconocer un suave aroma a coco que me revolvió los sentidos.

- ¿Está todo bien? - Indagó con sutileza, como si temiera activar el conteo regresivo. Misteriosamente, su presencia me había calmado.

- No lo sé. - Resoplé cansada. - ¿Tú cómo vas?

- Tampoco lo sé. ¿Qué estás pintando?

- Supongo que es otra cosa que no sabría responderte. - Sonreímos en complicidad.

- Siempre he querido pintar. - Confesó sin apartar sus ojos del cuadro abstracto que teníamos enfrente. - ¿Puedo?

- No es que vayas a destruir una obra de Monet. - Respondí con esa sonrisa que había oscilado en mi boca desde que irrumpió en mi santuario de privacidad. Le tendí el pincel, sin embargo, ella lo rechazó.

Embarró sus dedos con la pintura fresca del lienzo y se giró hacia mí. Una mirada pícara debió ser suficiente para hacerme entender sus próximos pasos, pero me quedé quieta y mi rostro quedó embarrado de azul.

- Acabas de cometer un gran error, Cabello. - La tomé de la cintura con fuerza.

- Si pareces una obra de arte viviente, Lern, deberías agradecerme. - Se carcajeó pero yo me paralicé al escuchar el mote.

- Perdón por esto. - Advertí antes de acercarme a ella.

Mis labios encontraron los suyos en un contacto que me supo a gloria. Creí que ella me abofetearía, sin embargo, profundizó la unión. Mis manos se deslizaron hacia su trasero y apretaron aquella majestuosidad. En mi vida había tenido el placer de haber tocado algo tan perfecto. Comenzamos a tropezar con los caballetes y bancos de madera que estaban esparcidos por la habitación hasta llegar al pequeño sofá donde solía tenderme largas horas a leer algún libro. Hoy tendría otra funcionalidad. La acosté despacio sin pensar mucho en lo que estábamos a punto de hacer. La prenda se le había subido lo suficiente para dejarme ver sus piernas morenas, tan torneadas que ni Alejandro de Antioquía se atrevería a recrear en una estatua. Me senté a horcajadas sobre ella y coloqué mi rodilla en su entrepierna. Podía sentir la humedad traspasando la tela de su ropa interior. Me relamí en anticipación. Iba a besarla de nuevo, no obstante, ella me detuvo.

- ¿Estás segura de esto? - Preguntó con la respiración desajustada.

- Es la única cosa que podría responderte. - Sonrió contra mi boca en otro beso ensordecedor.

Mis dedos se deslizaron por su abdomen hasta llegar al elástico de sus bragas. Eran negras de encaje. "Estabas muy segura de ti misma, Camilita". Mis dientes se aferraron al borde de estas y empecé a bajarlas. Un monte de Venus perfectamente depilado se exhibió sin pudor ante mis orbes, que centellaron por las hermosas vistas que me estaba regalando. Hice un camino desde sus pantorrillas hasta la cara interna de sus muslos. Mis uñas se clavaron en la piel ardiente que se extendía a mis caprichos y, si no hubiese sido por la pintura, ya la habría penetrado.

- ¿Vas a hacer algo? Porque te advierto que esto no es un museo para sólo observar. - Inclinó sus caderas hacia arriba, a unos escasos milímetros de mi nariz. - Aquí también se puede tocar.

More Than That (Camren One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora