What's mine

3.7K 89 39
                                    

Lauren g!p

Cualquiera dudaría de mi relación con Lauren. Éramos dos polos opuestos, en todos los sentidos de la palabra. Ella vestía casi siempre de negro, sus jeans ajustados y chaquetas de cuero, botas de combate, un piercing en la nariz y su brazo izquierdo tatuado completamente. Yo, en cambio, solía usar faldas cortas o vestidos que me otorgaban un aire pueril, mi piel no había probado la tinta aún y la única perforación que ostentaba era un segundo arete en mi oreja derecha. Lauren era la vocalista principal de Death Moonlight, una banda de rock batsante conocida en nuestra ciudad. Yo había dejado la carrera de Administración en el primer semestre cuando comprendí que se me daba mejor decorar interiores junto a mi madre. Mi novia fumaba, yo odiaba el olor del cigarro. Mi novia poseía unos preciosos ojos verdes, yo tenía los comunes ojos marrones. Mi novia ostentaba de un apéndice extra, yo no podía esperar más para sentirlo.

Esa noche Lauren y su grupo tocaban en un bar del centro, habíamos invitado a nuestras amigas, quienes a su vez invitaron a otros conocidos y habíamos terminado invadiendo el reducido local. Le di otro sorbo a mi trago antes de fijar mi mirada en la chica tatuada que sostenía el micrófono entre sus delicadas manos mientras entonaba una triste melodía sobre un adicto al crack. Esa canción la había escrito ella para su padre que había muerto hacía unos tres años a causa de las drogas. Mi familia al principio estaba reacia a nuestra relación porque creían que ella sería la típica cantante adicta a las sustancias ilegales, sin embargo, Lauren no podía odiar más ese mundo. Decía que sólo consumía nicotina para borrar un poco sus caóticos pensamientos y que el alcohol la ayudaba a tolerar la estupidez humana. Para cuando Halsey, la bajista, terminó la última nota ya todos habían estallado en aplausos y esperando la siguiente canción. Según mis cálculos, sólo faltaban dos más para irnos a casa y poder tener a Lauren entre mis piernas arrancándome mejores sonidos que a ese teclado de su habitación. Me revolví incómoda por la sensación de humedad que comenzaba a adherirse a mi zona baja. Me dirigí a la barra para pedir otro Tequila Sunrise, pero en mi camino choqué con la persona que menos hubiese querido encontrar. Su cabello rizo, sus fuertes brazos, su sonrisa perfecta, sus tatuajes... Shawn Mendes, el chico que me había dejado cuando creyó que estaba embarazada, el que me rompió el corazón en mis recién cumplidos 19 años. Llevaba más de un quinquenio sin tener noticias de él y lo había agradecido sobremanera. Tardé meses en superarlo. De no haber llegado la ojiverde a mi vida me hubiese perdido a mí misma en la marea de mis inseguridades.

- Wow, Camila. - En mi adolescencia hubiese estado babeando por él, sin embargo, luego de conocer su verdadera personalidad, no podía estar más asqueada.

- Quítate, Shawn. - Intenté esquivarlo, pero me tomó de los hombros antes de que pudiese dar otro paso.

- ¿Qué pasa, guapa? Te invito a una copa para ponernos al día. - Lo observé con incredulidad.

- ¿De qué podríamos hablar tú yo? Me abandonaste por un estúpido retraso de veinte días justo en mi cumpleaños. Ni siquiera quisiste ver los test negativos, pero agradezco que haya sido así. - Su agarre se intensificó una vez que quise retirarme, podía notar ese mismo sentimiento de egoísmo en sus ojos.

- He cambiado, Mila, ya no soy ese niño cobarde.

- ¿A quién quieres engañar? Suéltame, Mendes. - Repliqué enojada.

- Sé que aún me amas, lo puedo ver. - Este hombre se había vuelto un comediante pésimo o la demencia lo había atacado.

- ¿Qué dices, idiota? - Me abrazó de la cintura para besarme con ímpetu. Por mucho que intenté soltarme, su fuerza me doblegaba a su antojo.

Estuve pataleando casi un minuto entero, aunque nadie a nuestro alrededor parecía interesado en ayudarme. Sus manos se desplazaron bruscamente hacia mi trasero que estrujó a su antojo, hasta que alguien lo empujó por detrás y yo caí desparramada en el piso. Mi atención se dirigió de inmediato a la figura que acababa de propinarle un fuerte golpe en su mandíbula. Enseguida reconocí la flor seguida de una calavera y otro sinfín de dibujos que adornaban la epidermis de mi chica. Otro puñetazo hundió el tabique del canadiense hasta que la sangre brotó libremente de sus fosas nasales.

More Than That (Camren One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora