Babysitter

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Lauren g!p

Esa noche en particular estaba siendo más aburrida de lo normal. Uno de los abogados del bufete mantenía una conversación intrascendente con mi esposa, mientras el resto de comensales se repartían temas tan sosos como el aumento de clientes en nuestras oficinas o la fluctuación del precio de la gasolina. Detestaba esas cenas de negocios, sin embargo, al ser dueña conjunta de Walker & Jauregui, mi participación era obligatoria. Le di un largo sorbo a mi copa de Dom Pérignon para evaporar las ideas de escabullirme del restaurante hacia la comodidad de mi hogar junto a mi hijo. Aunque a juzgar por la hora, su niñera ya debía de haberle leído un cuento para dormirlo. Y pensar en ello me revolvió un poco. Porque su niñera era una exuberante latina de curvas acentuadas, labios carnosos y un trasero pecaminoso. La tentación empaquetada en una adolescente de 17 años. Aparté mis pensamientos de la menor al escuchar a alguien pedir el postre. Celebré internamente por el cierre implícito de aquella velada y, por ende, podría retornar a mi refugio personal.

Una vez que aparqué el coche en el garaje, Lucía se bajó sin esperarme siquiera. Demasiado apresurada por deshacerse de sus tacones de al menos diez centímetros y deseosa de no compartir más tiempo a mi alrededor, enfiló sus pasos hacia la casa. Llevábamos diez años de matrimonio. Recuerdo habérselo pedido unos meses después de mi graduación y hoy, cerca de cumplir 33 años, sabía que me había anticipado con aquella propuesta. De lo único que no me arrepentía era de mi hijo.

Luego de cuatro años de matrimonio, mi esposa anunció su embarazo y no pude sentirme más completa al tener un bebé de profundos ojos verdes entre mis brazos. Seguí los pasos de Lucía, sin ánimos de discutir nuevamente porque ella estaba muy cansada para tener sexo o porque simplemente nuestra relación continuaba por la mera existencia de mi pequeño.

La sala estaba sumida en una acogedora penumbra, con el sonido del televisor de fondo. En el sofá encontré una imagen que me arrancó una sonrisa inmediata. La joven niñera estaba tendida en el mueble, con Aaron sobre su torso y un libro en la mano. Me acerqué despacio para no despertarlos. Una vez que estuve al lado de ambos, me agaché hasta sentir aquel aroma frutal que siempre desprendía el cabello de la petisa. Era embriagante. Le coloqué un mechón detrás de la oreja para seguir apreciando sus facciones y sonreí cuando arrugó la nariz en medio del sueño. Como pude cargué al niño entre mis brazos, en un intento victorioso por no despertar a ninguno de los dos. Subí las escaleras directo hacia su habitación, donde lo deposité sobre su cama y lo arropé con esa cálida sensación en mi pecho. Volví al primer piso una vez que comprobé que Lucía también dormía, o eso pretendía.

Me regalé el privilegio de analizar las facciones de la adolescente que seguía profundamente dormida, ajena a mi escrutinio. La primera vez que dejé de verla como una niña fue por culpa de aquellos jeans ajustados que realzaban la perfección de su grupa. Recuerdo haber estado una semana evitándola porque, según yo, así dejaría de sentirme atraída por una menor de edad. Era enfermizo, no obstante, mi respiración se atascó en mis pulmones cuando la visualicé ataviada en un top blanco que contrastaba con su piel bronceada y exhibía su plano abdomen. Desde ese día entré en una debacle interna conmigo mismo: su cuerpo era el de una mujer pero su mente seguía estancada en la inocencia. Aún así, me gustaba escucharla hablar sobre sus planes universitarios mientras Aaron se acurrucaba entre las dos. Tal vez fue culpa del vacío matrimonial el haberme inclinado por la compañía de la menor, sin embargo, en los últimos meses me resultaba increíblemente difícil alejar mis pensamientos más impuros sobre ella.

- Camz, despierta. - Intenté extraerla de su plácido sueño con suavidad una vez que recaí en lo tarde que era. - Debo llevarte a casa, cariño.

- Señora Jauregui. - La voz le salió ronca y algo dentro de mí se revolvió, una especie de bestia interior que intentaba calmar inútilmente. - Perdón por haberme dormido, es que Aaron quería esperarla aquí y como ya era pasada su hora de ir a la cama, decidí entretenerlo con una historia.

More Than That (Camren One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora