Blessed Soccer Ball

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Lauren g!p

Ella. Va. A. Acabar. Conmigo.

Sí, Camila Cabello era la responsable de que mi pubertad se estuviese convirtiendo en un suplicio. No podía salir de las clases de gimnasia sin una semi erección ante la visión de su trasero ajustado en esos short que mostraban más piel de la que debería ser permisible en una institución educativa. Saltaba por todo el tabloncillo con la confianza de que todos los ojos estaban sobre su cuerpo. La maldita conocía su potencial.

- ¡Jauregui, cuidado! - Me advirtió el entrenador Cowell, sin embargo, era demasiado tarde. Un balón acababa de impactar de lleno en mi rostro.

- Mierda. - Me llevé una mano a la nariz de inmediato, no tardaría mucho en inflamarse.

- ¡Cabello! - Rugió el hombre mientras se acercaba a la pequeña latina. - ¿Qué he dicho sobre jugar a los quemados?

- Pero si no he hecho nada, señor Cowell. - Ahogó una risita traviesa. - Ella era la que estaba pendiente a otras cosas y no a su alrededor.

Aquella burla hizo que mis mejillas se colorearan de un rojo intenso que intenté ocultar insatisfactoriamente. No escuché el resto de la discusión, sólo ese: acompáñala a la enfermería. ¿Espera qué?

Así que aquí estaba yo, con Camila Cabello de rodillas ante mí mientras me hacía el mejor sexo oral de mi vida. No era que hubiese recibido mucho de esos, pero Dios, aquella boca era el maldito paraíso del pecado.

- Van a atraparnos, Cabello. - Me quejé cuando atrapó uno de mis testículos entre sus labios. Succionó despacio para borrar todo pensamiento coherente. - Joder.

Ignoró mis palabras para engullir toda mi extensión de a poco hasta que desapareció por completo. Movió su cabeza de arriba a abajo mientras le apretaba el cabello en una coleta ajustada para separarla a ratos y poder ver sus ojos brillantes. Un hilo de saliva se extendió desde mi glande hasta su mentón y volvió a perderse entre sus labios. Su lengua delineó mi prepucio lánguidamente y, con ayuda de una mano, me masturbó rápidamente. Mis rodillas temblaron una vez que clavó su mirada en la mía y pronunció con aquella voz provocativa: córrete en mi cara. Lo hice. Claro que lo hice. Un primer chorro cayó sobre su piel morena y el resto de mi eyaculación fue degustado por ella. Mi pecho se movía desajustado. ¿En serio ella acababa de chuparme la polla?

- Camila. - La llamé mientras ella terminaba de limpiarse. Me subí los pantalones cortos junto a mi bóxer.

- Bien, Jaregüi, vamos a verte esa nariz. - Interrumpió la enfermera en el segundo que le limpié la comisura de la boca a la cubana.

- Es Jauregui. - Gruñí molesta por el cambio de mi apellido.

- Como sea, hay que ponerte fomento. Tengo a Iglesias esperando afuera para que le inmovilice el brazo. ¿Puedes ayudarme con esto, Cabello? - Se notaba que Britney no estaba de humor para tolerar a ninguna persona, ni ese día ni ninguno, en realidad. Camila asintió. - Bien, no lo presiones tanto y no me molesten. ¿Pueden hacerlo?

No esperó respuesta para dejarnos en aquel estrecho cubículo que constaba de una camilla, un pequeño armario empotrado lleno de medicamentos y una silla. La petisa se inclinó hacia adelante para colocar la bolsa de hielo contra mi tabique. Grité con fuerza.

- Idiota, no es así. - Se carcajeó como si fuese el mejor chiste del año. Me gustaba su risa. - No es gracioso.

- ¿Cómo se supone que lo haga? - Me acarició un brazo con sus uñas y me estremecí por completo.

- No puedes poner el hielo directamente en la piel o puedes causar lesiones cutáneas por el frío. ¿Lo sabías, no?

- Te ves sexy hablando con palabras sofisticadas. - Mordió su labio inferior mientras se quitaba su camiseta. Envolvió el hielo en la prenda de ropa. - De hecho, te ves sexy siempre.

More Than That (Camren One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora