Idiot

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Lauren g!p

Si me preguntaran cómo acababa de colocarme a mí misma en semejante situación, ni sabría qué responder para no parecer una completa idiota. Pero el amor nos hace idiotas, y yo por Camila Cabello estaba dispuesta a hacer el ridículo, incluso si eso me obligaba la mayoría de las veces a destruir mi reputación en aquella prisión social para adolescentes hormonales y rebeldes.

Hagamos un recuento de los hechos: conozco a Camila desde los ocho años, cuando no era más que un cervatillo perdido en los amplios pasillos de aquella escuela bilingüe a la que mis padres me obligaban a asistir para mejorar mi español, como si las clases particulares de mi abuela no fuesen suficientes.

Recuerdo que llevaba un suéter enorme de Bob Esponja, una coleta desajustada y se abrazaba a sí misma cada vez que algún tonto de curso superior chocaba su hombro con ella para tumbar los pocos libros que llevaba consigo. Me acerqué a la recién llegada latina, sólo para descubrir que era cubana de nacimiento al igual que mis abuelos y mi madre, y que sus enormes ojos chocolate eran los más preciosos que había visto en mi corta infancia.

Pronto nos convertimos en mejores amigas e incluso forjamos un lazo inquebrantable entre nuestras familias. Al menos una vez al mes nos reuníamos todos en un suculento almuerzo donde no podían faltar mis tostones o simplemente ella se quedaba a dormir en casa mientras nuestros progenitores iban a algún bar latino. Sólo que a los doce años de edad, ya no nos permitían dormir en la misma cama por mi condición. Sí, soy intersexual, pero eso nunca le importó a Camila. No es que fuera a abusar de ella mientras dormía, prefería cortarme yo misma a Lolito (apodo bochornoso designado por mi mamá a mi nada pequeño miembro) antes que ponerle una mano encima sin su consentimiento.

El problema radicaba en que me costaba demasiado dormir a su lado sin despertar con una erección y mis padres notaron que mis sentimientos por la desgarbada chica tomaban un giro diferente con cada curva que se acentuaba en su cuerpo. Sin embargo, preferí negarme en los primeros años de secundaria mi evidente atracción por ella, hasta que no pude ignorar los zumbidos de mi corazón siempre que la tenía cerca.

Se preguntarán por qué no confesaba mis sentimientos, pero Camila se encargaba de recordarme a diario que estaría en la friendzone de por vida con sus frases que cualquiera reconocería como genuinas en una amistad, sólo que a mí me desgarraban la esperanza de a poco.

"Eres la mejor amiga del mundo, Lolo"

"No sé qué sería de mi vida si no fueras mi mejor amiga"

"Gracias por protegerme como una hermana mayor, Lern"

Yo me limitaba a asentir con el dolor adhiriéndose a cada fibra de mi ser, no obstante, le dedicaba una sonrisa falsa porque prefería mil veces ocupar el banquillo de mejor amiga antes que salir de su vida por un sentimiento que esperaba fuese pasajero.

Pero los años transcurrían y la bien formada figura de Camila me dificultaba demasiado ignorar la punzada en mi pecho cada vez que un idiota la invitaba a salir. Lo peor es que ella no los rechazaba porque decía que todos merecían una oportunidad de expresar sus emociones.

Claro, a mí no se me permitía más que escribirle cartas anónimas en San Valentín con el anhelo de que reconociese mis palabras entre decenas de misivas cargadas de lujuria disfrazada con enamoramientos hipócritas. Los chicos sólo se fijaban en su perfecto trasero, pero a mí me atraía todo de ella. Hasta su mal sentido del humor o lo pésima cocinera que era, la forma exagerada que tenía de reírse en público o su torpeza que la hacía caer de bruces en cualquier lugar.

Retomando el principio de mi agobiante y autoinducida tortura, podía alegar que todo lo hacía por ver esa hermosa sonrisa en su rostro. Me hallaba sentada junto a una chica que ni siquiera me gustaba para poder compartir una cita doble con ella y el tonto de Shawn Mendes, su nuevo amor. A ella no le interesaban mucho los bíceps marcados del chico como al resto de chiquillas de nuestro instituto, sino la forma en que él le había pedido salir mientras tocaba esa guitarra desgastada que llevaba a todas partes.

More Than That (Camren One Shots)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora