*Inspirado en la obra de arte "Los siete maridos de Evelyn Hugo", si no lo has leído atente a los spoilers y deja de leer guarradas, busca esa joya de la literatura*
Para una chica como yo, las luces de los reflectores bañando mi piel bronceada y la atención de todos en la pantalla sólo para capturar cada gesto que le regalaba a la cámara, eran un sueño cumplido. Había escapado de Cuba a los siete años junto a mi madre con más ilusiones en la mochila que dinero. Años después mi padre se unió a nosotras en el modesto apartamento que habíamos rentado en los arrabales de un creciente Miami. Los imponentes rascacielos que se erigían en la actualidad no eran más que terrenos vacíos en 1950. Mis padres trabajaron sin descanso para lograr sacarnos de la miseria, sin embargo, la frustración por no avanzar en un país extranjero, lejos de sus raíces y costumbres, logró que mi padre se enamorara de la bebida más que de su propia familia. No tenía ni trece años cuando le diagnosticaron cirrosis hepática. Murió un par de meses después por insuficiencia renal aguda. Escuchaba cada noche cómo mi madre lloraba la pérdida de quién fuera el amor de su vida. Aquello la indujo a una profunda depresión y yo, que comenzaba a necesitar más que frijoles secos para la cena, tuve que buscar trabajo. Estuve cerca de un año trabajando en una cafetería. Con ayuda de mi ya desarrollado trasero, ganaba generosas propinas, siempre y cuando dejara que los hombres rozaran mis piernas mientras les tomaba el pedido. Al regresar sentía una presión en el pecho, un desgarro en el corazón que debía ignorar para recoger los restos de cocaína del piso. Las drogas eran lo único que lograban acallar los pensamientos suicidas de una cansada Sinuhe Estrabao.
A punto de cumplir quince años no tenía más que las paredes cubiertas de moho de aquel lugar para acompañarme en la soledad. Mi mamá había muerto de tuberculosis, aunque sospechaba que la sífilis que había adquirido por acostarse con vendedores de droga también había formado parte de su sentencia de muerte. No tenía familia en aquel lugar, ni conocidos. Sólo un par de colegas de trabajo que me propusieron acompañarlos a Los Ángeles en busca de otras opciones laborales. En un pequeño bolso de mano guardé el colgante con la foto de mis padres en su boda, un par de vestidos harapientos y una falda azul marino plisada junto a mi única blusa decente. Por mi carisma no tardé en encontrar trabajo en un estudio cinematográfico como ayudante de una de las maquillistas. En mi corta adolescencia no sabía más que de labiales oscuros y un poco de rubor para disimular mi juventud. Pero aquella mujer me tuvo la paciencia necesaria para enseñarme lo básico del maquillaje. No estuve ni tres semanas en ese puesto cuando un productor se acercó a mí para preguntar si sabía algo de actuación. Mi voz ni siquiera trastabilló al soltar aquel rotundo "sí". Apenas había visto a los actores en el plató, no obstante, se me daba bien aprenderme líneas cortas y actuar natural delante de cámaras.Para los dieciocho años ya había tenido papeles menores que me consiguieron un nombre algo reconocido entre los directores del estudio. Pasé de ser Karla Cabello Estrabao a ser simplemente Camila Cabello, la joven cubana que todo hombre en su sano juicio quería poseer. Austin Kevitch fue el afortunado. Éramos una de las parejas más queridas de todo Hollywood. Él, por su indudable talento en la actuación y una larga lista de familiares asociados al séptimo arte, yo por mi descendencia latina y mi llamativo trasero. Todo en mi vida hasta ese momento marchaba según mis planes: una carrera en ascenso, un marido rico y guapo, un papel protagónico en la adaptación del libro "Los siete maridos de Evelyn Hugo". Yo sería la contradictoria Evelyn, tan compleja y enigmática que atraía a todos a sus redes. Normani Hamilton sería Monique, la periodista a la que le confesaba la tórrida historia de mi vida; un sinfín de galanes interpretarían a mis afamados cónyuges. Aquella película sería tan controversial como el libro, teniendo en cuenta que trataba temas homosexuales para una sociedad que apenas asimilaba que las mujeres tuvieran derecho a votar. Sin embargo, teníamos la esperanza de que fuera bien recibida por el simple morbo que causaba la escena de un beso entre dos mujeres. El único problema fue cuando nuestra directora, Taylor Swift, ganadora anteriormente de dos Oscar por mejor dirección y mejor guión original, presentó a mi co estrella. Casi di media vuelta para abandonar el local de ensayo.
ESTÁS LEYENDO
More Than That (Camren One Shots)
FanfictionUn poco de g!p, un poco de sadomasoquismo, un poco de tríos... Vamos, un poco de todo. Sólo entra a leer y que Allysus te bendiga.