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Después de ser llevado en un contingente de su secta al campo de batalla, Nie Wuxian había encontrado el sexo como un método de huida.

Todas las noches iría a la tienda de Lan Wangji cuando éste se estaba preparando para dormir, esperándolo pacientemente.

Se besarían, se tocarían y se llevarían el uno al otro al orgasmo, explorando sus cuerpos con devoción y ternura, inclusive llegando a la desesperación.

Nie Wuxian se quedaría dormido abrazándose al cuerpo de Lan Wangji, despertando pasadas las cinco de la mañana, por lo que no volvería a ver a La Zhan hasta la noche.

Era un ciclo de jamás terminar.

Mientras tanto, durante las tardes, el tercer joven maestro Nie se dedicaría a buscar fuentes de energía resentida, las cuales eran, lo más seguro, campamentos de los Wen.

El resentimiento se pegaba a sus cuerpos como castigo por sus crímenes, Nie Wuxian los entendía.

—Hice cosas horribles ahí dentro —diría al viento, pensando en los túmulos funerarios—. No me asustas.

Nie Mingjue vigilaría a su hermano menor mientras hacía las búsquedas, regañándole cuando hacía un uso indebido de la energía resentida.

—¡Dañarás aún más tu núcleo y tus meridianos!

Nie Wuxian, impotente, gritaría de regreso.

—¡¿Eso a ti en qué te afecta?!

Y un día, Nie Mingjue explotó.

—¡Padre dijo firmemente que no quería que usaras un sable! —el menor se quedó congelado ante la mención de aquel hombre—. ¡Él no quería que terminaras muriendo joven y corrompido por el resentimiento como cada uno de nuestros antepasados!

Nie Wuxian se rio secamente.

—Padre está muerto, tal vez inclusive ya haya reencarnado en alguien nuevo. No está aquí para llorar porque voy a morir antes de los veinte.

La familia Nie [finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora