12 días para cambiar de vida

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- Danielle -

Tras varios días de vacaciones, mi madre y yo volvimos a casa, al igual que Álvaro partió a Madrid para terminar de preparar los últimos detalles de su viaje y despedirse de su gente.

Yo solo tenía doce días para decidirme a dejar mi ciudad, a dejar a mi madre, a dejar la estabilidad de un piso pagado y comida en la mesa, a dejar a mis amigos con los que apenas mantenía el contacto, pero en definitiva era volver a cambiar mi vida radicalmente.

Esa misma noche mi madre y yo hablamos durante horas de que era lo mejor para mí, de sí ella estaría bien sin mí, que con quien mejor que con Álvaro para irme y afrontar nuevas aspiraciones, pero yo no estaba nada convencida. Me encontraba sin fuerzas, sin ganas, estaba cansada después de una sola semana de trabajo como para ahora coger e irme a la otra punta del mundo a buscarme mi propio camino de nuevo.

La primera vez que me fui lejos de casa y de los míos no fue nada sencillo, Madrid era demasiado grande, la gente con la que me toco convivir no fue la más agradable y me costó mucho, muchísimo tiempo sentirme yo misma, en Londres fue incluso peor por aquel entonces no dominaba el idioma y la gente de allí ni siquiera te daba la oportunidad de aprender todos allí eran frívolos y altivos, puede ser que el mundo en el que me movía fuera así pero no, ni siquiera mis compañeros de piso eran algo simpáticos.

Solo de pensar en mudarme a una ciudad aún más grande que las últimas me daba un miedo atroz, sé que esta vez Álvaro estaría a mi lado, pero no paraba de imaginarme sola. También trataba de mantenerme positiva, me imaginaba a mí misma volviendo a maquillar en las diferentes pasarelas o estudios de allí, disfrutando de un buen teatro o un buen café y entonces ese miedo se desvanecía por completo.

Mi otra mejor amiga, Vega, vive allí. Se fue hace unos años a hacer un postgrado en enfermería y tiempo después fue contratada por uno de los mejores hospitales de algún sitio cerca de Nueva York. Lo último que sé de ella es que está muy feliz, que tiene un piso enorme, un trabajo en el que cobra muchísimo y una novia casi tan guapa como ella. Conoció a Sydney, su novia, mientras cursaba el grado de enfermería, fueron compañeras en varias clases y después de casi dos años siguen completamente enamoradas. Son mi ejemplo en el amor a seguir.

Ahora que lo pienso, nunca os he hablado de mis parejas, no me considero ninguna experta en el amor ni nada por el estilo, pero me enamore perdidamente a los dieciséis años de un chico algo más mayor que yo, con él experimente mi primer beso, mis primeras borracheras y luego me fui.

Mantener una relación a distancia nos destruyo.

Tiempo después conocí a un chico, era la persona más cinéfila que había conocido en mi vida, cada lunes, miércoles y sábado quedábamos para ver películas, no bebía, no salía de fiesta, era dulce, nunca discutíamos por nada y era realmente sencillo estar a su lado, pero me aburrí, nunca he sido de rutinas por lo que decidimos dejar de ser pareja para ser simplemente amigos o más bien conocidos.

En Londres conocí a un chico, era demasiado sexy, tenía tatuajes por todo su cuerpo, una sonrisa que te cautivaba y sin duda el mejor sexo de mi vida. Lo hacíamos constantemente, era como una droga. Tenía los ojos más bonitos del mundo, un verde en el que me perdía cada día más y más, pero me dejo, sin ninguna explicación, un día simplemente decidió que no quería seguir en mi vida y se fue. Le lloré, no os voy a mentir, pero lo superé a base de trabajar y beber vino blanco los sábados.

Y esa, aunque corta, ha sido toda mi experiencia en el amor, así que como os había dicho, no soy ninguna experta.

- Y bien, iras a comerte la gran manzana? - dijo mi madre sacándome de mis pensamientos

Ni siquiera recordaba que seguíamos hablando.

- Lo voy a pensar, pero creo que tal vez pueda ser una buena idea

- No te imaginas lo feliz que me hace esa respuesta, te mereces cada cosa buena que venga y aferrarte a ella

- He dicho que me lo pensaré, parece que estés deseando perderme de vista

- Sabes que eso no es cierto, pero quiero volver a verte feliz y sé que allí podrás volver a serlo. Además, yo aquí tengo a mis amigos, a tu familia, sé qué estás pensando, voy a dejar sola a mi madre, pero cariño no voy a estar sola

Tal vez tenía razón, tal vez sería feliz allí y ella no estaría sola. Además, por suerte o por desgracia, vivimos en un momento en el que tenemos móviles para llamarnos a todas horas.

Después de un tiempo en silencio, meditándolo, me atreví a decirlo. Confieso que quise decirlo en cuanto Álvaro nos lo contó y mi madre me lo propuso, quería ir, iría.

- Está bien, iré - dije - Pero prométeme una cosa, prométeme que si te sientes mal, te sientes sola cualquier cosa me llamarás y yo vendré

- Danielle...

- Prométemelo mama

- Está bien, te lo prometo



"QUÉ PUEDE SALIR MAL"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora