¿Qué has hecho?

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- Danielle -

Comencé a beber, una copa tras otra, llegué a perder la cuenta de cuántas había tomado, a mí alrededor los chicos empezaron a preocuparse, incluso Álvaro me reclamó varias veces que nos fuéramos a casa, pero no quería irme, quería verle. Necesitaba saber quien era y el muy cobarde, dios, no se encontraba en ninguna parte.

Después de muchas horas bebiendo e ignorando a todo y a todos, comencé a llorar, no sé qué me pasaba, las lágrimas comenzaron a brotar de la nada. Álvaro me agarró envolviéndome en su pecho, estábamos a punto de salir del local cuando por fin Sydney apareció con aquel chico, Ben.

- Dile que esto es culpa suya, es culpa suya - comencé a gritarle una y otra vez, mientras no dejaba de llorar y llorar - Es culpa suya, culpa suya

Después de aquello solo recuerdo a Álvaro metiéndome en la cama y yo cayendo inconsciente.

- Joe -

Salí corriendo del local, corrí al mar, las lágrimas brotaban de mis ojos, una angustia se situaba en mi pecho, a penas podía respirar.

Os prometo que quería hablar con ella, lo tenía todo planeado, me acercaría hasta su casa, me presentaría y hablaríamos durante horas, pero no pude hacer, ni antes de hoy, ni hoy.

Sé que soy idiota y que no me entenderás, pero tengo miedo, creo que se trata de miedo al amor, miedo a sentir de nuevo algo que te puede llevar a la felicidad extrema o hacerte mierda.

Llegue a casa y agarre el viejo bourbon de mi abuelo, camine hasta la playa. Allí me senté a observar como la marea subía y bajaba, mientras yo quemaba mi garganta en alcohol. Las lágrimas por fin dejaron de caer por mis mejillas, pero la tristeza seguía presente en mí.

Eran casi las 5 de la madrugada cuando Ben comenzó a llamarme, una llamada tras otra, a penas había dos segundos de silencio entre llamada y llamada, después de al menos catorce o quince llamadas le cogí el teléfono.

- ¿Dónde coño estás? - dijo nada más cogerle, podía notar su alteración al otro lado de mi línea, podía saber con certeza que se trataba por mi culpa - Joe, dime ahora mismo dónde estás

- En la playa, estoy en la playa - grité, al instante colgó

Unos minutos después tenía a Ben encima de mí, no paraba de preguntarme "qué había hecho, qué había hecho", yo solamente me reía sin saber a qué se refería. Poco después se sentó en la arena a mi lado, derrotado.

- ¿Qué has hecho Joe?- me preguntó con la cabeza hundida entre sus piernas

- Yo... yo... yo no he hecho nada - lo miré confundido

- No me mientas, por favor - no estaba mintiendo - La chica del bar - de pronto me quede helado

- ¿Qué le ha pasado? ¿Está bien? - pregunté apresuradamente

- Prométeme que no le has hecho nada - ¿Qué? Cómo podía estar preguntándome algo así

- Bromeas, yo nunca haría nada a nadie - dije muy seguro de mí mismo - ¿Qué le ha pasado? - mi tono de voz cambio a serio, la borrachera se me había pasado de un segundo a otro

- Bueno, no lo sé, ella comenzó a gritarme que todo era culpa tuya, lloraba y a penas lograba mantenerse en pie - me quedé doblemente helado, la había dañado sin siquiera haberla conocido

- Yo... no sé qué decir

Nos quedamos en silencio con la mirada perdida en el suelo, la angustia de haberla dañado había invadido cada poro de mi piel.

¿Cómo había sido tan cobarde para salir huyendo nuevamente?

- Danielle -

Me desperté con el sol cegándome los ojos, a penas podía recordar dónde estaba o quién era. Intente incorporarme en la cama, pero todo me daba vueltas. El dolor de cabeza era tan fuerte que apenas era soportable.

Después de varios intentos por salir de la cama y recorrer el corto pasillo, por fin conseguí bajar abajo, Paul estaba sentado en el porche con el ordenador portátil en los muslos, lo observé por varios segundos, también observé a mi alrededor buscando a alguien más, pero para mi sorpresa no estaban por ninguna parte. Me extrañó bastante, pero no le di importancia, salí al porche y el sol me cegó aún más, Paul me frunció el ceño y después río.

- Por fin amaneces - me sonrió levantando la vista de la pantalla

- Sssh no me riñas - dije sentándome a su lado - ¿Dónde están los demás?

- Cierto, tenemos que hablar de eso - dijo dejando el portátil a un lado y centrando su mirada en mí - El caso es qué hoy volvíais a casa, ¿lo recuerdas?

- Sí

- Pues verás, cómo te lo digo. Se han ido sin ti - lo soltó tan de golpe que casi me atraganté con mi propia saliva

- ¿Cómo que se han ido sin mí? - grité perpleja

Paul me contó que Álvaro y Vega intentaron despertarme varias veces, que incluso tambalearon mi cuerpo por varios minutos, pero que yo era incapaz de reaccionar. Así que la única opción que les quedaba era dejarme ahí, dormida, mientras que ellos volvían a Nueva York para volver al trabajo.

- El trabajo, yo también trabajo mañana - dije asustada

- Me da a mí que no - me respondió Paul riendo

- Genial, me quedaré sin trabajo, con una resaca de la ostia y tendré que volver a casa porque no tendré como pagar el piso

- Tal vez el destino te tenga algo mejor preparado - me sonrió Paul

Oh, no, por favor, el destino ya había jugado demasiado conmigo. No quería volver a saber nada del destino, las casualidades o cualquier cosa de esas.

- Joe -

Tan pronto cómo amaneció volví a casa, recogí todas las cosas, preparé la maleta, agarré a Sirio y volé de vuelta a Los Ángeles. Sí, lo sé, muy cobarde por mi parte, pero era lo único que sabía hacer, me había acostumbrado a huir en cuanto las cosas se ponían un poco feas.

Deje a Sirio con Ben, quería estar completamente solo, llegué a casa y me hundí en la cama, tal vez me quedaría allí por días o tal vez semanas.

Mi cabeza no paraba de regresar a su recuerdo, a ella bailando en Nueva York, a ella en la cafetería, a ella llorando junto a la playa, a ella observándome en la sala. No deje de soñar con ella ni un solo minuto.

"QUÉ PUEDE SALIR MAL"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora