Capitulo 36

88 2 0
                                    

''Sus lágrimas y mi alma, viven vidas paralelas. Corren, duelen, queman. Una y otra vez. Sus lágrimas y mi alma, viven vidas paralelas''-Colleen Hoover.

Sucedió en la tarde. Cuando comíamos comida china en la sala de su departamento. Su celular comenzó a vibrar. Ambos nos quedamos mirando, él debatiéndose en si atender o no la llamada. Y yo obligándole con la mirada que vaya a contestar. Antes de que se cortara la llamada lo vi caminar hacia su dormitorio. Escuché sus murmullos de la otra habitación, su silencio y su inquietud en el volumen de su voz.

Y luego de eso salió de la habitación consternado.

Me quedé en completo silencio esperando a que me dijera que había pasado. Me miró a los ojos por unos instantes pero no pude interpretar su mirada. ¿Estaba enojado? ¿Triste? ¿Confundido? Adrien se me hacía tan difícil de leer. Es como si quisiera ocultar sus sentimientos de mí. Ocultar su lado sensible.

Lo observé un buen rato ahí de pie hasta que tomó su ordenador y lo dejó sobre el mesón de la cocina. Me quedé de pie, detrás de él, mirando lo que intentaba hacer, sus manos temblaban y accionaban torpemente tratando de abrir el navegador. Me apiadé de él, tome ambas manos entre las mías y lo miré a sus ojos que esta vez dejaban entrever miedo y preocupación.

Lo aparté del taburete y me senté yo. Le indiqué que se sentará a mi lado. No para explicarme lo que sucedía sino más bien para recibir sus órdenes. Lo mire rogativa más no recibí ninguna reacción de su parte.

-Adrien, por favor...

Tomé su mano entre la mía y le di un apretón esperando alguna respuesta.

-N-Necesito pasajes a Alemania-Respondió.

El entrecejo se me arrugó pero enseguida abrí una página de una aerolínea. El último avión a Múnich salía a las 22:05 PM.

Me pide que lo acompañe, que no haga preguntas y que conduzca hasta el aeropuerto. Por suerte siempre llevaba conmigo mi pasaporte y cédula de identidad.

Conduje en silencio hacia el aeropuerto. Adrien no dejó de mover su pierna en todo el camino hasta que estuvimos en el aeropuerto con nuestros tickets en mano. Luego del check-in esperamos a que mencionaran nuestro vuelo para instalarnos en nuestro asientos.

Sé que fue una mala noticia. Estaba distraído y ensimismado en sus pensamientos. No durmió en todo el vuelo. Tampoco se sirvió ningún tipo de comida. A cambio pidió una gin con tónica.

Solo espero que su madre y Soobin estén bien. Solo espero que su madre y Soobin estén bien.

Por favor. Por favor. Por favor.

En un momento, tomé su mano y la entrelacé con la mía. Apoyó su cabeza en el asiento y cerró sus ojos. Esperaba poder tranquilizarlo y hacerle saber que alguien estaba a su lado. Que no estaba solo. Pero no dijo nada. Adrien era muy reservado con sus problemas. Una palabra era lo que más me costaba sacar de él en momentos como estos.

Luego de un vuelo de casi nueve horas, tomamos un taxi y nos dirigimos al chalé de su familia.

Tomamos una ducha y nos cambiamos de ropa.

Llegamos al hospital casi al medio día de Múnich.

Su madre lo quedó mirando cuando lo vio y lo abrazó. No tenía ojos para mí, solo para él. Quería a su lado a su hijo primogénito. Y la entendía porque yo haría lo mismo si tuviese un hijo.

Ahora, me encontraba en la sala de espera de urgencias. Sola. Veía como llegaban padres con sus pequeños enfermos, adolescentes con huesos quebrados, y embarazadas. Veía las horas pasar. Escuchaba ningún otro idioma más que alemán. Entonces me acordé de Soobin, su hermano menor.

Beethoven (Adrichloe)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora