Ya estaba decidido: con el personaje, moriría también mi otro yo. Dejaría a un lado los conflictos internos, saldría a la luz, corregiría de una vez para siempre el cauce del río personal, tan fuertemente desbordado. Dejaría de pasarme la vida corriendo como un hámster dentro de una rueda.
Después de poner punto final a la redacción del artículo sobre el escritor brasileño, un impulso, que yo asumí como el mayor reto para desenmascararme ante Bibiana, me hizo quedar frente a la pantalla del computador, para trazar un monólogo imaginario, una confesión, así luego la borrara del disco duro de la memoria:
Bibiana, Bibiana Isaza: el cielo y la tierra son en ti, como el viento y los bosques y el agua. Tibio cuerpo para mis noches y mis días cuando todo lo demás es tedio; tibio cuerpo que espanta mis fantasmas; creo que como te amo jamás mis gestos y boca te han revelado.
Ahora tu regazo se estremece como la espuma del mar al tocar las piedras blancas o los corales, o como yo al querer gritarle al mundo mi alegría. Perdona que antes no haya gritado mi amor sino en tu lecho, sino en tu oído. Son tantas las cosas que me mueven hacia ti, son tantas mis ansias de fundirme contigo, que podría librar cuantas batallas fueran necesarias.
Hice un alto en la escritura. Mejor: mi mente detuvo todo razonamiento. ¿No estaría copiando un texto leído en alguna parte? ¿No me estaría traicionando el subconsciente al poner a mi servicio escenas de una historia ya contada, de una confesión manida y pueril, de un híbrido con tintes poéticos? Miré el arcoíris que se formaba sobre uno de los cerros, y no pude evitar delinearlo con el mismo dedo índice que ponía en marcha el mecanismo de mis armas de fuego. Pudo ser una ilusión óptica, pero la vegetación parecería renovarse ante mis ojos, surgir de la bruma que queda después del aguacero y el choque de un sol intempestivo. Ya no pensaba en Coelho, ni en don Julio. Pensaba en Bibiana, en nuestro hijo. Pensaba en mi oscura vida. Pensaba en detener el tiempo, en ser una partícula que se pudiera regenerar con solo desearlo.
Volví al teclado. Volví sin saber cómo decirle a Bibiana, la mujer que esperaba un hijo mío, que tras el exitoso periodista, acechaba un asesino a sueldo.
Mi vida no ha sido el fruto de una semilla buena; apenas lo sabes. La tierra que me abonó a veces era húmeda, otras, árida. Pero no es a ese punto al que deseo llegar, y mucho menos lo antepongo para que sirva de pretexto. Hay seres demasiado buenos que crecieron con menos que yo, jugándose el todo por el todo en la cabeza de un alfiler. Lo mío es el ímpetu de un espíritu aun niño, aun inconforme, aun inconcluso haciendo de las suyas, brincando los acantilados con un antifaz del tamaño de sus ideas. Reconozco que nada de lo que hago es absolutamente necesario: son monedas marcadas las que extraigo del supuesto cofre, el mismo que me he negado a lanzar al abismo. Sufro una especie de síndrome de Caín, por un lado, y de Sísifo, por otro, si se prefiere, con cada acto criminal, con cada cabeza que rueda por acción de mi mano.
Sí, no lo sabes, nunca lo supiste: más que un periodista que goza de cierto prestigio, haciendo reseñas y entrevistas en dos estupendos medios de comunicación, soy un mal hombre: un asesino en todo el sentido de la palabra, un asesino a sueldo, un matón que lleva muerte a donde se le indique, una sombra que hace tratos con el mismísimo diablo.
Esto que te escribo no es una broma, amor; y como puedes darte cuenta por el calendario, hoy no es día de los santos inocentes; tampoco estoy bajo los efectos de ningún alucinógeno ni el cretino de tu exnovio me apunta con una pistola a la cabeza. Es solo que ha llegado el momento de mostrarme tal cual soy. No, no soy un psicópata, ni me mueve un oscuro deseo de venganza, ni soy portador de un legendario hechizo, si lo llegaras a pensar. Soy más bien un medio para obtener un fin. Un eslabón, entre muchos otros, que obra con sentido justiciero, podría ser, ante la impunidad y los demás horrores surgidos por imposición. Alguien que hace el trabajo sucio, en resumidas cuentas.
Sí, soy vil y despreciable por ocultarte algo así. Y es solo el amor lo que me ha conducido a decirte la verdad, a pedirte perdón, aunque con ello también puedo estar destruyéndote. Pero por ti y por nuestro hijo, no quiero cargar con más culpas...
Coelho, por ejemplo, ha sido un puente entre tú y yo... Un puente que nos llevó a México, a casa de Efraín, a Chichén Itzá, a saber de nuestro hijo. Sin embargo, para mí, Coelho, por más que deseara mentir para evitarte más dolor, no ha sido más que el objetivo de una misión pagada. Es indiscutible que el país azteca nos obsequió sus bondades históricas y culturales, que nos acercó a unos amigos que en algunos meses serán padrinos; pero que, perdona, nos permitió conocer al hombre que, sin tu saberlo, deberé asesinar.
Es casi inimaginable lo que puede hacer un ser humano cuando pone a prueba su supervivencia o, cuando menos, para satisfacer un vicio enfermizo. Más o menos en la pantalla iba quedando la esencia de lo que pretendía confesarle a Bibiana. ¡La destruiría! ¡La mataría! De eso no me cabía la menor duda. Callar o decir la verdad, otra gran disyuntiva la que estaba presentándoseme. Yo no quería destruirla, pero no mostrarle mi otro yo sería como tener un hijo de la imagen de un hombre proyectado sobre un telón, casi como les ocurrió a los personajes en La Invención de Morel.
Continué escribiendo:
La vida del ser humano oscila entre dos líneas: una del bien y otra del mal. Yo me muevo entre las dos. Es decir, sin encomio, que estoy a la mitad de ser perfecto. Y la mitad que me falta la tienes tú...
Pedirte que continúes el camino conmigo, podría ser una mayor ofensa. Pero es justo hacerlo, y necesario, aunque sé que eres de las mujeres que no perdonan el engaño, la traición.
Tus padres no se cambian por nadie de la dicha. Serán abuelos, pese a que no te hayas casado ni vivas las veinticuatro horas conmigo. Pero su sentimiento también es doble: hay nostalgia por la niña de ojos verdes que ya no eres. A mí me pasa igual: soy feliz como ningún otro hombre por tenerte, por nuestro hijo; y soy miserable por ocultarte mi terrible verdad.
En ese instante hubo un estruendo más allá de la zona conocida como Eje Ambiental; como si hubiera detonado una bomba o se hubiera caído un avión (media hora más tarde, un noticiero difundía las imágenes de un atentado terrorista perpetrado por un grupo demencial de extrema izquierda contra un lujoso club de Bogotá). Sentí que despertaba de un sueño breve pero profundo. Los músculos de la espalda dolían por la postura de signo de interrogación asumida por mi cuerpo en el espaldar de la silla giratoria. Algunos rayos de sol transgredían mi estudio con ímpetu desafiante, como invitándome a tenderme en la terraza y cambiar el aspecto de mi malograda piel. Me dije que apenas terminara, aceptaría el reto.
Dominado por la naciente fuerza solar, repasé lo escrito, palabra por palabra, como contando números. Acepté entonces que jamás haría a Bibiana semejante confesión. ¡Jamás! No deseaba ser su asesino, porque eso es lo que lograría al revelarle mi verdad: matarla. Sin embargo, como por entrar en un tipo de juego subliminal, escribí:
Es mejor que todo quede bajo mi celo, tal como está. Así el infierno será solo mío, como tú de mí, como yo de ti, como ambos de nuestro hijo. No quiero que nada refracte esta plenitud. Y más, mucho más, ahora que mi hermana también ha vuelto a mi vida. Es el momento de cambiar la página, ya verás. Es el momento de entregar algo más de lo que soy. En España mi destino no será tan incierto: llama la sangre de Andrea, llama la sangre de Coelho.
Mereí de lo cobarde que resultaba ser. Pero era preferible eso a ver muerta odestruida en vida a Bibiana. Para lo que no necesité valor alguno fue paraoprimir la tecla de las cosas que uno no quiere que existan: Borrar.
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Instrucciones para asesinar al escritor
Gizem / GerilimUn periodista que lleva una doble vida, es contratado para asesinar a uno de los escritores más importantes del mundo. Los motivos del asesinato se van develando en la medida que el asesino empieza a cuestionar lo que hace y las órdenes de su jefe. ...