20 - Quebrantamiento

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Su imponente semblante hizo que retrocediéramos, enfrentarlo no parecía tarea sencilla, mi amigo se puso en frente para recibir los impactos de lo que fuera hacer, antes de que pueda apuntarle le disparó en la mano haciendo que tirara el arma en la alfombra.

— ¿Lazito de nieve?

En cuanto dijo esas palabras empecé a sonreír, volví a tomar de la mano a mi amada y ella no puso resistencia cuando fuimos a su encuentro, esta vez se ha pasado.

Solo había una persona quien me llamaba de esa manera, no recordaba la última vez pero su experiencia me decía que necesitaría una palabra clave si se diera la ocasión de estar en peligro, como ella lo estuvo alguna vez durante su infancia en el extranjero, había estado muchos años en una especie de centro de emergencia que albergaba a desvarados de todas partes del mundo.

Las tantas visitas que le hacia se quedaron impregnados en mi cabeza, las palabras de aliento que me daba o las historias que me contaba, quería ser como ella tan siquiera para amar de una mejor manera a Clarisa, en la que deposité todas mis tristezas.

— Así que vienes de parte de Alina

— Sí, somos buenos vecinos

— ¿Ella no vino contigo?

— Ya sabes el tráfico y eso, no beneficia a casi nadie

— Lo heriste

— No estoy bien descuida

— Creo que debemos decirle —me susurraba al oído

Le hice saber que no era el mejor momento, sorprendido de que ella también lo supiera

— Lo siento si ingresé de esa manera

— Si que tienes contactos eh

— Bien presiona aquí —contuvo su hemorragia

— Suerte que solo me rozaste

— Y mía que solo no disparaste

No teníamos tiempo que perder, por el ruido seguro habían llamado a las fuerzas del orden, me sentía incompleto al no enterrarlos bajo tierra por lo que estaban haciendo en ese lugar, mi buen amigo Vittorio estaba muerto por salvarme y los pequeños sacados de onda.

— Este lugar huele mal

— ¿A si? Espero ver lo que hay al fondo

— Ya veo, se trata de venta de almas, ni el diablo te la arrebata de ese modo contra tu voluntad, son despreciables

— ¿No vienes? —le dije cuando se alejaba de nosotros en su dirección

— Dile que gracias y llegaré antes de la cena lo prometo

Asentí satisfecho

No se habían llevado el auto por fortuna, en su estado no podría conducir así que ella tomó el volante, si nadie nos detenía llegaríamos al hospital mas cercano, le había impactado justo entre el dedo pulgar y el índice llevándose en el aire parte de su piel.

— ¿Desde cuando sabes conducir?

— Desde hace 2 años, antes ni me fijaba pero eh aprendido bien

— Ve más despacio, no es tan grave

— ¿Qué hiciste allá adentro?

— No estaba listo para matarlos, por eso los até

— Se ven rudos como lo habrás conseguido

— Ella me ayudó

— ¿Eso es verdad?

Caminos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora