9 - Permíteme la Venganza

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Clarisa fue corriendo al cuarto de su hermano sin hacer comentarios.

Yeibi todo lo contrario, entro en pánico, entre lágrimas lanzo una metralleta de preguntas hacia su hermano.

— ¿Quién te hizo esto? ¿Quién te lastimo? ¿Por qué no respondes? Hermano...

Lo recosté sobre el sillón más amplio de la sala con cautela.

Arce se encontraba muy lastimado en verdad, gemía de dolor. Tenía el ojo morado, la nariz con sangre y una de sus mejillas hinchada por algún impacto. Al llegar Clarisa con el botiquín le pidió que por favor se llevara a su hermana, que no la mire en esas condiciones.

Asintió y casi arrastras la condujo con dirección al cuarto.

— Arce, hermano que te sucedió ¿Quién te hizo esto?

Abrí el botiquín, tenía absolutamente de todo, incluso hielo, ni si quiera me di cuenta que Clarisa se dirigiera a la cocina para conseguirlo. Me apresuré a limpiar sus heridas con mucho cuidado, aunque no tenía experiencia sabía lo que era el dolor.

Coloque el hielo sobre su ojo lastimado y pronuncio algunas palabras.

— Me entere lo que pretendían hacerle a mi hermana.

— ¿Quién te lo dijo?

— En las redes sociales se corrió la voz de tu pelea y de repente recibí un mensaje anónimo sobre donde estaba mi hermana y por eso estoy aquí. No podía con la angustia.

— Pero ¿Quién te ha golpeado? Arce necesito saberlo, ¿te robaron?

— Peor que eso, con lo poco que tenía tome 2 carros hasta llegar cerca de aquí, iba preguntado por Clarisa, varios me daban pistas... resultaba que solo tenía que avanzar unas cuadras hacia el norte. Cuando lo hice me topé con una banda de sujetos, me parecieron todos unos mansitos y me atreví a decirles que, si conocían la casa de una tal Clarisa, señalaron hacia aquí, hasta que uno de ellos pregunto porque quería ir a estas horas a su casa, les dije que porque te conocía a ti. Allí es donde otro dijo: —este es amigo del naco que le fracturo las costillas a Nasiel—. Recién me enteraba que con ese tal Nasiel era el tipo con el que te peleaste. Quise seguir mi camino, pero varios se detuvieron frente a mí —son altos los malditos— me agarraron del cuello, mientras otro desquitaba su furia con mi rostro, recibí muchos golpes, pero pocos me afectaron excepto cuando sentí un anillo en los puños de un tal Estiven. Se oyeron gritos desde lejos, automáticamente se fueron corriendo como lo que son, unas Gallinas. Vine hasta acá y toqué la puerta con mucho miedo de que no fuera la correcta.

— Los voy a matar a todos —dije con furia.

— Tranquilo amigo, no es grave.

— Mira cómo te han dejado, Arce te dije que mañana vendría con tu hermana.

— En la que casa que estaba me echaron, mis cosas se quedaron. Tenía hambre y no sabía dónde pasar la noche, además yo necesitaba saber que mi hermana estaba bien.

— Ya no te preocupes, aquí hay mucho espacio, tu hermana ha estado preocupada por ti, no ha sucedido nada. Ella se encuentra bien, justo acabábamos de limpiar la sala con Clarisa.

Su semblante cambio, se veía menos tenso.

— ¿No que estaban peleados?

— Peleé por su perdón y lo conseguí.

— Siempre te dije que ella valía más que —adolorido, todas con las que salías.

— A tiempo pude darme cuenta de la mujer que perdí.

— No es tarde amigo, no es tarde. —ayúdame a levantarme

Arce tenía 2 años mayor que yo, de aspecto fornido y cabellera envidiable.

— Necesito hablar con Yeibi ¿Dónde está?

— Está en el cuarto con Clarisa cruzando el pasillo, en serio despreocúpate, la pude rescatar a tiempo.

— ¿sabes quienes la trajeron hacia aquí?

— Tengo mis sospechas, lo más seguro es que Travis y el machete.

— ¿Quién es Travis?

— Es un pela gato, luego te hablare de él, me encargare que los culpables paguen muy caro, también de los amigos del imbécil al que le rompí las costillas.

— Te desconozco, en el colegio cuando íbamos a tirar piedra a los del Túpac. Te escondías detrás de machete y yo te cubría.

— Clarisa.

— ¿Qué tiene ella?

— Me da fuerzas desde lo más profundo de mí ser.

— Ve, ahora hasta poeta resultaste. Sigue así, ya deja de andar con la banda de machete. Vas acabar mal.

— Permíteme la venganza.

— No vale la pena Laskoni, gracias por cuidar a mi hermanita. No sé lo que hubiera hecho si le sucedía algo, todo por mi culpa.

— Y... ¿a dónde te fuiste ayer? —fui al boom y es donde vi a tu hermana.

No quería decirle que parte de la culpa era mía, aunque pensándolo bien no, porque cuando vi a lo lejos que el de seguridad se lo llevaba y me tranquilicé para luego seguir con la fiesta.

— No se cómo se le ocurrió irme a buscar allá, estaba en la casa de mi enamorada, hasta que llego su papá y me echo. Ni si quiera me escucho el dictador.

— Dime Laskoni pero después de que mi hermana se encontró contigo en el boom que paso.

— Trataba de decirme algo, pero como ya sabes el volumen es muy alto, mucho más cuando se trata de minimal techno.

La lleve cerca al baño, me dijo algo al oído, para serte sincero no la entendía, creo que ya estaba un poco ebrio.

— Te pasaste.

— Arce lo siento, tú me conoces, además que se me iba a ocurrir que ella podría entrar al boom, si con las justas entro yo.

— Como habrá entrado mi hermanita, pobrecita.

— Ahh... ya recordé. Cuando hable con ella hace unas horas me dijo que el señor de seguridad (el pelao) la hizo entrar porque era muy urgente encontrarte —me atreví a mentir— luego la acompañe hasta aquí para que pase la noche.

— Maldición ese tipo es un idolatra del dinero. La otra vez fui con mi enamorada y escuche como hablaba por teléfono para intercambiar muchachitas ebrias de la disco por dinero, obviamente él intercedería.

— Ese machete me las va a pagar

— Exactamente, todo cuadra. Maldita sean.

— Esperemos hasta mañana, vamos con tu hermana, venga te ayudo.

Arce puso su hombro sobre el mío y nos dirigimos hacia el cuarto donde estaba Clarisa de seguro reteniendo y consolando a Yeibi mientras curaba a su hermano.

A comparación de mí, él daba pasos más firmes. El dolor había regresado.

Entramos al cuarto.

Arce fue recibido con un abrazo, sabía que eso lejos de hacerlo sentir dolor sería un placer.

Mientras Clarisa me pidió que fuéramos al pasillo, a hablar a solas. 

Caminos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora