21 - Un hombro donde apoyarte

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Al llegar a nuestro destino nos despertó llamándonos por nuestros nombres, respirar el aire se sentía bien y nuestro agotamiento estaba justificado.

La noche nos cayó encima y sabíamos que dormiríamos tarde.

Nuestras vistas se empañaron con la deslumbrante luz de su sala, nos invitó a tomar asiento y los niños se acercaron a nosotros para jugar, estaban demasiado entusiasmados por la visita, prometió que nos prepararía algo especial para la cena y luego veríamos una película.

Sabía que solía trabajar por las noches en su laptop pero hizo una excepción por nosotros, mientras jugábamos con los niños poco después Clarisa fue al baño a cambiarse de prendas por las que le habían prestado y de paso darse una ducha.

— Ponte esto —me alcanzó un polo de blanco de su esposo

Busqué un lugar apropiado y me cambié, volví enseguida para continuar con los juegos, podría acostumbrarme a esto me dije, sentir que hago reír a los que lo están la mayor parte del tiempo, solo vivos sin culpa de remordimientos de hacer algo malo, confiaban en sus actos y que no le harían daño por eso.

Estaremos en el evento principal del siguiente año, solía decir esas palabras cuando me reunía con mis amigos, después de entrar sin invitaciones a lugares privados solo por carisma, coquetear con las chicas y buscar uno que otro pleito contra los que se quedaban celosos, habíamos creado un movimiento por la zona este de Lima.

Ser conocidos a muchos kilómetros de distancia sin aparecer en televisión era un gran logro, que me permitió acceder a lugares grandiosos y ver actos desagradables, ahora verme a mi mismo en esta casa que había visitado muchas veces me hacia sentir pleno, no iba a arruinarlo solo por la insensatez de ir haciendo cosas indebidas, apuradas y contra producentes.

Me sentía capaz de dejar a un lado a mis amistades y quedarme con los contados con los dedos que sentía podían ser de provecho, en especial las chicas que algunas de ellas cuando visitábamos sus casas, sus hermanas menores terminaban por dar lecciones de comportamiento a las mayores, cuando alguien de mi grupo quería seducirlas rápidamente intervenía a pesar de los regaños.

A la edad de quince años tenia contacto con menores de 12 hasta los 22 y por muy extraño que parezca los adultos no siempre sabían comportarse, a veces solo me queda conversando con sus hermanas menores escuchando la música sin invitarles alcohol, la casa estaba vacía y dejarlas a la deriva cuando hacían una fiesta contra su voluntad, me parecía muy injusto, entonces dedicaba la noche entera a protegerlas así tuviera que vigilar su sueño en el sofá.

Eran los contactos que quería mantener, enseñarles lo que aprendí y que dejen de verme como alguien a quien puedan temer.

Lo de ser rudo me parecía algo innecesario, porque serlo si las flores son bellas y el cielo hermoso, no le encontraba sentido a dejar de lado lo que desde niño fui, alguien que iba al colegio media hora antes de que se abriera la puerta principal, sentado en la banqueta del frente esperando ansioso con todos mis útiles preparados, la tarea lista y los zapatos lustrados.

Alguien noble que detestaba escuchar groserías, alguien que apreciaba las simples cosas y sonreía con facilidad.

Me queda claro que conforme vamos creciendo nos hacemos vulnerables y lejos de ser al revés, es complicado de entender el significado profundo de esta frase.

Mi preciosa amada estaba refrescada con la toalla en la cabeza, me encantaba verla así, le quedaba muy bien el color plomo, se sentó a mi costado y se unió a nuestro improvisado juego, si alguien nos tomara unas fotos pensarían que somos una familia pero estábamos muy jóvenes para ser padres, peor aun si no terminábamos por comprendernos a nosotros mismos.

Caminos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora