16 - Golpe al corazón

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Ella no quiso entrar, prefirió decirme que nos marcháramos de allí mientras podamos. Insistí en que mejor entráramos y espero tengamos buena suerte. No había nadie a la vista, todo estaba desordenado y patas arriba. Había restos de la puerta delante de nosotros. Lo único que permanecía en su lugar eran los muebles. En media de tanto alboroto, un olor a trago venia del fondo, nuestra sorpresa fue mayor en cuanto descubrimos un cuerpo tirado dentro del cuarto del hermano de Clarisa, tenía la cara tapada con una bolsa. El piso estaba mojado y la cama tendida a la perfección. No quería ver y fuimos a discutirlo afuera.

— Espérame por favor, que piensas hacer?

— ¿Qué más crees? Llamar a la policía

— No hagas eso, pensaran que fuimos nosotros

— Que bobadas dices ¿Cómo pudimos ser nosotros?

— Por mis antecedentes claro, cualquiera pensaría que yo lo mate porque nos descubrió en tu cuarto

— ¿Quién podría acusarnos de eso?

— No lo sé, no estoy seguro, pero si es una posibilidad deberíamos de considerarla, nunca eh visto un cadáver

— Que tontería dices, cállate mejor.

No respondí a eso.

— Escúchame Clarisa, no sabemos quién hizo esto y tampoco si es una trampa

— ¿Qué tratas de decir?

— Primero debemos saber quién es el muerto

— ¡Ni sabemos si está muerto!

— Tú no quisiste quitarle la bolsa

— Hazlo tu entonces

— Ya solo no llames a nadie, espérame aquí.

Recorrí el pasadizo de las sorpresas que no deja de hacer de las suyas

Habían re decorado un poco, no es momento para fijarme en estas cosas me dije

Entre dando un respiro hondo.

Me frote los ojos del asombro, ya no estaba el cadáver, ya no estaba.

Regrese hacia la sala principal de un pispas, no estaba ella tampoco.

¿Dónde estás Clarisa?

Qué demonios está sucediendo aquí.

De repente sentí un golpe en la nuca y no recordaba más.

Al despertar por quien sabe cuando tiempo, empecé a observar el lugar donde me encontraba.

Las paredes estaban descascarilladas, se respiraba un olor a ahumado y ese maldito olor a marihuana que ya había olvidado. Me encontraba solo en ese gran cuarto en medio de una silla de metal y oxido.

Se escuchaban murmullos detrás de la puerta, unos pasos se acercaban y me hice el dormido.

— Este chico no nos sirve

— Estaba con ella y tuvimos que traerlo

— ¿Tú crees que al jefe le moleste?

— Mejor ser precavidos amigo

— Despiértalo.

De una cachetada desperté del sueño fingido

— Hey hey no te vuelvas a dormir, mírame!

— Tú que eres de la muchacha

— ¿Dónde está ella? — increpe

— Más te vale responder mis preguntas

Caminos entrelazadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora