Capítulo 47

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Leonardo le sonríe a la persona que ha hablado tras de mí.

Tomo una gran bocada de aire antes de voltear.

-Sr. Sorrento- le digo con una sonrisa.

-Mi querida nuera- habla con una sonrisa en su rostro. Me acerco a él y le doy una abrazo.

-¿Todo bien, Leonardo?- se dirige hacia el italiano frente a nosotros.

-Si, Sorrento. Solo saludaba a una vieja amiga.

-Espero que recuerdes que es la mujer de mi hijo.

Leonardo con una sonrisa forzada me ve.

-Lo sé. Solo era un saludo. Nos vemos allá dentro.

El viejo Sorrento sonríe.

-Adiós, hermosa.

-Adiós, Reginato.

Empieza a caminar hasta que entra al restaurante.

-¿Desde cuándo estás aquí?- le pregunto.

-Hoy en la mañana. Fui a ver a Cristiano y me contó todo.

Asiento.

-¿Cristián no lo sabe?- pregunto.

-No. Mañana hablaré con el antes o después de la rueda de prensa. Lo que sabrá es que estabas abrazada con Leonardo en un restaurante lujoso. Te recomiendo que vayas y le quites esa memoria a tus guardaespaldas.

-No estaba haciendo nada malo. De todas formas se lo comentaré. 

-Bueno... Tengo una reunión de negocios. Nos vemos, hermosa.

Viro los ojos antes de darle otro abrazo. Mi móvil suena con un mensaje de Brenda que respondo rápido antes de ir a la camioneta donde están mis guardaespaldas.

-¿No les dije que se quedarán?- pregunto con una sonrisa.

-Si Sra. Pero nuestro deber es cuidarla- responde el grandulón que tenía sujeto a Leonardo.

-Aja. ¿El fotógrafo?- pregunto.

-Se fue.

-¿La cámara?.

-Dentro del auto Sra.

-Quiero que la boten. Gracias.

Acomodo mi melena castaña y empiezo a caminar hacia el interior del restaurante.

-Buenas noches- me saluda el camarero que está en la recepción- ¿Tiene una reservación?- pregunta con una sonrisa y sus ojos puestos en mis escote.

Pobre de ti si te viera Cristián.

-Buenas noches. Si, a nombre de Giovanni Rizandi.

La mujer tras el computador que no despega la mirada de la pantalla del computador teclea.

-Si. En el segundo piso. En la tercera terraza- le dice al hombre.

-Vamos, acompañe.

Se posa a mi lado y me ofrece su brazo. Lo veo con un sonrisa.

-Puedo caminar sola. Gracias.

El asiente y me indica que camine delante. Pasamos por un pasillo donde veo la entrada la primer piso. Seguimos y al final de este hay unas escaleras en forma de caracol.

Llegamos al segundo piso. La música clásica inunda mis oídos. Las personas van de vestimenta elegante, unos hablan mientras comen. Otras ríen, y otros se limitan a solo comer.

Sigo al camarero hasta la terraza donde veo una gran mesa redonda con dos cubetas llenas de hielo y una botella de champagne dentro de cada una de ellas.

La Magnate RusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora