32: Idiota.

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Aidan

Al escuchar, bajamos rápidamente a ver qué pasaba, como sospechaba era Marco uno de los que sostenían de brazos para que no se lanzara encima de José.

–¿Qué está pasando aquí? –pregunto Helene autoritariamente, era la primera vez que veía esa faceta suya, cuando la conocí era muy tímida, de inmediato todos al verla se pusieron rígidos.

–Él quiso golpearme, solo quise darle un poco de té –se excusó José.

Mire alrededor y la taza estaba en el suelo con todo el líquido derramado.

–No necesito nada tuyo– escupió Marco a sus pies.

–No te comportes como imbécil –le dijo Javier a Marco tratando de calmarlo, pero ya me había hecho enojar.

–Suéltenlo –ordené a los que lo sostenían mientras me acercaba, él no desaprovechó la oportunidad para lanzarse contra José, pero esta vez yo lo detuve y lo empuje hacia atrás, haciéndolo tropezar, desde el suelo me quedo mirando temeroso.

–Si no te calmas, te voy a echar de aquí, sabes que soy capaz de hacerlo –lo amenace. Él era el más rudo de los dos, su temperamento era fuerte. Me hacía recordarme hace unos años, lleno de furia y lo entiendo, las marcas de su cuerpo demuestran que no ha tenido una vida fácil, yo lo alenté sin darme cuenta. Él solo bajo la cabeza.

–Discúlpate ahora mismo y luego limpiaras el desastre que provocaste – dije.

–No es necesario señor Aidan –se dirigió Jose a mí.

–El necesita aprender a soportar las consecuencias de sus actos, aunque parezca yo el villano– comente, Marco se acercó a José lentamente.

–Lo siento, me alteré un poco, casi nunca hemos tenido contacto con personas, me disculpo por ello –dijo tranquilamente y le extendió la mano a José.

–No pasa nada, está olvidado –dijo José estrechando su mano.

Marco paso a mi lado dirigiéndose a buscar algo con que limpiar, aproveche para acariciar su cabello.

–Bien echo –le susurré y salió hacia la cocina junto a Javier.

–Sus manos están llenas de marcas –comento José.

–Su espalda también –dijo una de las chicas que lo sostenía.

–Los rescaté hace ya un tiempo, eran esclavos, los encontré cuando estaban a punto de ejecutarlos, sus vidas han sido difíciles y durante el tiempo que llevan conmigo he intentado enseñarles a no dejarse de nadie. En parte es mi culpa, su temperamento, les pido disculpas a todos y también les pido paciencia. Aún son jóvenes, tienen mucho por aprender.

Todos se quedaron en silencio cuando les conté de ellos, José quiso hablar, pero justamente Marco entraba a la sala con un pañuelo en mano para secar el té derramado.

–Déjame ayudarte, muchacho –dijo José acercándose a él.

Los demás solo sonreímos ante su acto.

–¡Pero queremos ayudar! –expreso Javier.

–No queremos quedarnos, nos has entrenado para algo así –hablo Marco.

–Chicos, esto es algo muy diferente a lo que diariamente enfrentamos, es muy peligroso –explique.

–¡Nos estás abandonando! –grito Marco, furioso, me acerqué a él y lo agarré de los brazos.

–Entiende, si los llevo conmigo podían morir ahí y no estoy dispuesto a perderlos.

–Pero, estamos listos –dijo Javier, triste a mi lado.

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