33: Tormenta.

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Ha pasado varios días desde la última vez que vi un rayo de luz, fue en ese encuentro con aquellos chicos a los que no pude lastimar, mi conciencia no me lo permitió, aun pienso en ello. Los barrotes grises y oxidados se alzaban ante mí encerrándome en un pequeño cuadrado, no puedo salir a menos que se me lo ordene y esas ocasiones son cuando necesitan de mi fuerza. Soy como un pájaro encerrado en su propia jaula, quieto y repitiendo lo que se le dice ¿Habrá otra forma de vida? Ahogo esos pensamientos con ejercicios para no perder mi fuerza, es lo único que tengo, lo único por lo que se me es requerida y lo único que me permite salir más allá de estas cuatro paredes.

–¡Es hora de comer, monstruo! –se acercó un guardia lanzando mi comida al piso con desprecio, me quede al fondo de la habitación arrecostada a la pared mirándolo desafiante.

–¡Te ordené que comieras! –exclamo asomando su lanza por los barrotes.

Me acerqué hacia la comida lentamente, pero no era mi objetivo, era él. Agarre la lanza y jale hacia mí haciendo que se golpeara contra los barrotes y cayendo inconsciente mientras la sangre brotaba de su nariz, en su cinturón se veían un juego de llaves, era la de mi celda.

Serás fiel a tu amo.

Mierda, otra vez esa voz en mi cabeza, la odio, duele y no solo mi cabeza, también mi pecho. En disputa hacia esa voz agarré las llaves, aunque apenas las tope, sentí un hincón en la cabeza. Me sentí entorpecida y caí hacia atrás un poco mareada.

–Ese fue un muy buen moviendo –dijo una voz de afuera de la celda.

Al escucharle, escondí las llaves rápidamente en un monto de tierra que se encontraba al lado mío. Mire de donde provenía la voz, era un pequeño hombre que se encontraba sentado de piernas cruzadas junto al guardia.

–¿Quién eres tú? –pregunte poniéndome en alerta.

–Veo que de nuevo manipularon tu mente Yareli.

¿Quién era Yareli? A quien se refiere este hombre.

–Esta vez hicieron un gran trabajo con tu mente, te dejaron vacía, casi sin emociones.

Yo no tengo nombre, no puedo ser yo, pero el habla tan confiado como si supiera con quién habla.

–Sí que lo tienes y también una vida, pero no puedo ayudarte si no lo permites –dijo casi leyéndome la mente.

No confiarás en nadie que no sea yo o tu amo.

Mi mente dio otro hincón, esta vez mucho más fuerte.

–¡No sé quién eres! No puedes venir y hablar de mí como si me conocieras –dije molesta ante el hombre, enseguida tape mi boca, no podía hacer ningún ruido. Sentí como bajaba sangre de mi nariz y empecé a marearme.

–Tranquila, no digas nada –me extendió un pañuelo, el cual no tome y limpie con mi mano mi rostro.

–Alguien se acerca –dijo mientras, se levantaba y sacudía sus pantalones–. Tienes una vida fuera de estos barrotes y el sufrimiento que debes soportar diariamente. Puedo ayudarte, pero solo si tú lo permites, si hablas de mí a tu amo ya no podre hacerlo.

Sin permitirme responder se alejó hacia la penumbra.

–¿Por qué no le devolviste los recuerdos como antes lo hiciste?

–escuche una voz femenina.

–Si lo hago contra de su voluntad, podría volverse loca y no se podría hacer nada al respecto –dijo el hombre antes de desaparecer.

Me aleje de la reja al escuchar pasos hacia mí, me quede de nuevo recostada en la pared.

–Es la quinta vez que le rompes la nariz a un guardia –dijo Helenor, esa voz era la misma de mi cabeza y la odiaba, pero por más que quisiera matarla no podía desobedecer su palabra.

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