35: La voz.

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Yareli

Han pasado ya varios minutos desde que el ruido de los alrededores me despertó, es algo muy fuera de lo común, por lo general las noches son muy calladas. Me acerqué a la pequeña abertura llena de barrotes arriba de mi celda, por ello podía ver como los soldados corrían de un lado a otro, algunos derribados por flechas y otros por cuchillas de las cuales no veía su dirección. Retrocedí de inmediato cuando justo frente a mi rostro callo un soldado con los ojos abiertos, limpie de mi rostro las gotas de sangre que salpicaron al caer.

Estábamos bajo ataque, pero ¿Cuál es la razón por la que aún no me han llamado?, si fueran un enemigo débil no estuviera abatiendo a los soldados como lo hacen, ¿Acaso ya perdí mi valor? Sacudí mi cabeza ante tal pensamiento, aquella voz se había ido, pero a veces la mía era más dolorosa e irritable.

Me encontraba en una esquina de una habitación que no conocía, un sentimiento de dolor y angustia recorría todo mi ser, no me sentía bien y las lágrimas que recorrían mi rostro lo denotaban. La puerta de madera frente a mí se abrió, dejando entrar así a una mujer de cabellos oscuros.

–¿Qué pasa Yarah? ¿Por qué estás así? –me dirigió la palabra, esa mujer.

–Me pasa todo, no puedo avanzar, mi magia es un fracaso. No soy como tú, no puedo ser buena en nada –dije con un pesimismo enorme–. Lo extraño –dije al final, la mujer me sonrió y se sentó alado mío.

–Yo también lo extraño a él, en poco tiempo nos acostumbramos a ellos, pero por esa misma razón debemos seguir adelante. Nos esperan, pero mientras seamos débiles seremos una carga para ellos.

–Lo siento, a veces así me siento una carga para ti, para todos –dije mirando el suelo.

–No, tú eres más fuerte de lo crees, más que yo, más que nuestros primos, solo debes encontrar la inspiración indicada. ¿Quieres regresar con Abel? Debes ser fuerte, tanto como para mantenerte a salvo, tú eres fabulosa. Tu poder va más allá de lo crees, pero debes creértelo, debes creer en ti –dijo con entusiasmo, mirándome directamente a los ojos.

–¿En serio piensas eso? –dije incrédula.

–Tú no necesitas a nadie para ser fuerte, sé que lograras muchas cosas.

Fue lo último que escuche de ella, como humo ese recuerdo se esfumó y me traslado a otra parte. La misma mujer estaba en el suelo, llorando y gritando el nombre de un hombre caído en el suelo, una flecha atravesaba su corazón, de pronto esa escena también desapareció.

Me encontré arrodillada, mientras gotas caían de mis ojos, pasé mis dedos por mis mejillas secándolas, toque aquel collar que tenía colgado, no sé porque lo tengo pero cada vez que toco me da algo de paz ¿Por qué me sentía así? Esos recuerdos no son míos, son de aquella mujer que vi en mis sueños. Aun así, es como si se apoderara de mí, agarré la llave que anteriormente había robado y salí de mi jaula. Agarre mis armas y coloque mi capucha, ya no había voz que me detuviera de hacer lo que yo quería, era hora de averiguar que le pasaba a mi cabeza y si es verdad lo que ese hombre dijo, que tengo una vida fuera de estos barrotes y si es así quiero volver a ella. Subí los escalones que me llevaban afuera y salí al patio principal del castillo.

–¿Qué hace el monstruo fuera de su jaula? –dijeron dos guardias al verme.

Esta vez nada me detenía, podía hacer lo que quiera sin miedo a esa punzada en mi cabeza, sin pensarlo mucho me deslice hacia ellos esquivando sus golpes y atravesando mis cuchillas en sus cuerpos, al instante cayeron al suelo. Los miré de reojo antes de marcharme, hace mucho tiempo que quería hacer eso.

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