25: Entre sueños: parte 2

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Me encontraba en un bosque, sus hermosos árboles se doblegaban por el viento, mientras que sus hojas volaban por el cielo debido a este, en el césped había una gran tela extendida que entre sus pliegos abrazaba su piel desnuda, ellos se abrazaban, estaban felices, estaban juntos.

–¿Aún no le has dicho a tu hermana sobre nosotros? –pregunto el hombre robusto.

–No estoy esperando que me diga primero lo que tiene con tu hermano– sonrió, al ver a la chica ella tenía rasgos familiares.

Él se limitó a reír, no sé por qué la pareja me causaba esta conmoción, yo no soy una persona que buscara el amor o se concentrara mucho en ello, la verdad es que no me interesa, pero ¿Por qué ellos causan esto en mí?

–¿Crees que pienses que no nos damos cuenta? –dijo el hombre acariciando el brazo de su amada.

–Tal vez, no son buenos ocultándolo– rio la chica y quedo mirando a quien le acariciaba.

Su mirada era como su lenguaje, tal vez no hablaban, pero en ellos podía ver todo el amor que se tenían, sabía que no han tenido un camino fácil, pero cuando estaban juntos olvidan al mundo y solo se concentran en lo importante, en ellos. Lo digo con certeza, aunque cojan caminos diferentes siempre encontraran la manera de regresar, ya que después de todo el mundo es redondo.

–Te amo– confeso la mujer.

–Y yo a ti Yarah– dijo este antes de besarla.

Abrí mis ojos lentamente, sentía dolor por todos lados, sobre todo al ver la luz, poco a poco me fui acostumbrando a ella, estaba en mi habitación, pude sentir el dolor en el pecho, mierda, me toqué mi herida del hombro, estaba vendada.

–Dijiste que no volvería a suceder, y lo primero que veo al entrar a mi habitación es a ti tirada en el suelo desangrándote –dijo enojada Lu, mientras escurría un trapo para colocarlo en mi frente.

–Lo siento –dije y sonreí.

–¿Por qué te ríes? ¿Acaso te divierte? –pregunto furiosa.

–No, es que no sé qué haría sin ti.

–Rayos déjame ser dramática por una vez –dijo luego ella sonriendo.

–¿Cuánto tiempo dormí? –pregunté.

–Casi dos días, para la siguiente te advierto que te dejo ahí tirada

– sonreí ante su comentario porque sé que jamás lo haría.

–Descansa, necesitas reposar –dijo permitiéndome cerrar los ojos de nuevo, estaba pensando en ese sueño, era muy raro. Me permití dormir un poco más.

La ventisca era muy fuerte, me encontraba en un puente, a los lejos se podía visualizar un pueblo. ¿Dónde estoy? El lugar estaba desolado, no, mi mirada se enfocó en una mujer, la misma que estaba en mi otro sueño, estaba en la orilla del puente, contemplaba la hermosa luna que la acompañaba con su luz. Pero ella no está feliz, más bien melancólica, me fijo un segundo en las estrellas hasta que un velo atrae mi mirada, era el vestido de la mujer. Se había parado al filo del puente, podía ver como sus cabellos volaban libres, su vestido blanco ondeaba debido a la ventisca, iba a saltar.

Corrí hacia ella para evitar que saltara, pero a pocos metros de ella, se lanzó.

–¡No! –grité, llegando a la orilla.

Había caído o eso pensé, cuando miré abajo, ella estaba ahí, colgando, pero ahí estaba, las lágrimas brotaban de su rostro sin cesar, quise extender mi mano para ayudarla, pero ella no me veía y tampoco sentía si la tocaba. Al momento volvió arriba del puente, era muy hábil no todos sostienen su peso por tanto tiempo y suben de esa manera. Esta vez se sentó sola, llevando sus rodillas al pecho, lloraba desconsolada.

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