1: Nancy

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¿Por dónde empiezo? Ah, ya sé, tal vez por el hecho de que un día yo estaba enfermo en el sótano sin nada mejor que hacer y me estaba aburriendo con la que se supone que era mi película favorita. Miren, casi nunca me enfermo, pero cuando me llega a dar una gripa, por muy simple que sea, me ataca a más no poder y hay veces en las que incluso me quita el sentido del gusto.

Estaba desecho en el sofá. Se supone que sólo era un resfriado. La televisión comenzaba a fastidiarme.

Estaban por comenzar las vacaciones de primavera de 1985 y no pensaba pasarlas en cama, aunque eso era lo que mayor probabilidad de suceder tenía. Aunque bueno, gracias a mi gripa me estaba saltando una semana de clases entera con justificación.

Las cobijas me tapaban, los sándwiches pasados por el sartén que me había hecho Nancy y la leche con chocolate que Holly se había ofrecido a darme estaban intactos. Hermanas, las amo, pero no tengo ánimos ni de levantar un dedo.

Aún así, cuando escuché los pasitos de Holly bajando las escaleras y sus risitas resonando en ambos lados de estas, me dieron los ánimos de sentarme y estirar mis músculos faciales con demasiado esfuerzo para así poder llegar a lo que se veía como una sonrisa mediocre.

-Hola, Mike- me dijo con una voz que, aunque me costará trabajo aceptarlo, ya no eran de una niña pequeña.

-Hola, nena ¿Qué te trae por aquí?- le contesté tomando mis esfuerzos de sólo Dios sabe donde.

-Te traje unos dulces que me dieron para que te recuperes rápido.

Cielos, ¿podía esta niña ser más dulce?

-Muchas gracias, de verdad, linda. Oye, si no es mucha molestia, ¿podrías ponerlos en la mesita de por allá?- le señalé la mesita a unos treinta centímetros de mí y asintió con la cabeza, aunque su semblante se puso un poco serio.

-Mike...

-Dime.

-¿Por qué no has comido?

-Oh, por nada, es que no me siento con ánimos de nada, ni de comer.

Le regalé otra sonrisa.

-Pero Nancy se esforzó mucho para traertelo a la hora de su descanso escolar.

Nunca me la hubiera imaginado usando un vocabulario así de extenso y fluido para alguien de su edad. Como dije, a veces me cuesta trabajo aceptar que ya no era una niña pequeña. Ya tenía ocho años, y aunque la amaba, detestaba que estuviera creciendo.

Parece ser que la enfermedad me pone sentimental. No es que no le ponga atención, pero ahora que me enfermé comencé a notar que su vocabulario se extendía y que ya no se pasaba tanto tiempo jugando con sus muñecas. Al parecer ahora incluso quería aprender a tocar la guitarra (papá le dijo que lo iba a pensar).

- Perdón, linda. Prometo que voy a comer- le sonreí y le lancé un beso.

Holly me hizo una mueca pero al final accedió y se fue.

Me senté de lado en el sillón, recargando mi cabeza en la parte alta de este y dejando caer todo mi cuerpo sobre mi lado izquierdo, como si estuviera recargado en alguien.

Sin darme cuenta me quedé dormido.

Me desperté un tanto fastidiado porque el causante de interrumpir mi sueño había sido el ruido que produjo Nancy cuando bajó las escaleras y llegó junto a mí.

-Hola- me dijo.

-Hola- le respondí, frotando mis manos contra mis ojos.

-¿Cómo te sientes?

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