11: abrazos

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Después de la canción, hubo un momento en el que sentí que debía hacer algo, así que, con todo y los nervios que tenía, y el hecho de que tenía mucho que no lo hacía, lo abracé.

—¿Qué haces?— me preguntó.

—Tenía tanto que no hacía eso— me sentía eufórico. De verdad quisiera saber que él igual sentía algo por mí, pero no quería descubrirlo a la mala.

En mi mente ocurrió un escenario, uno en el cual yo le decía lo que sentía por él, y me miraba raro. Que horror para él tener un amigo como... como yo. Un amigo al cual le gustan los chicos, de verdad lo siento por él.

Para mi suerte, me correspondió el abrazo y me lo regresó más fuerte.
—Tienes razón, tenía mucho que no nos dábamos un abrazo— susurró.

Nos mantuvimos en esa posición unos segundos.

—¿Por qué?— preguntó. Fruncí el ceño en señal de que no sabía de que hablaba —, ¿por qué si somos mejores amigos, y... hemos pasado por tanto juntos, no nos tomamos la molestia de darnos siquiera un abrazo?

Nos separamos.

—No lo sé. Creo que de a poco, queriendo o no, hemos ido alejándonos.

Nos quedamos manteniendo contacto visual un momento, hasta que él volvió a abrazarme.

Me quedé estático un momento, pero después de un rato lo abracé igual.

—Sabes, creo que tienes algo que ni mi mamá ni Jonathan pueden lograr— me dijo.

—¿Ah, sí?, ¿cuál?

Eres mi abrazo favorito.

Y ese comentario me hizo el día, y creo que incluso el resto de mi vida.

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