Nota.

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-¿Esto no es demasiado pesado para ti?

-Estoy bien papá, no te preocupes, me esfuerzo por aprender.

La menor estaba sentada frente a su padre en una larga mesa, a su lado había un sin fin de cubiertos que para ella eran exactamente iguales, pero según su padre, cada uno tenía una función única y específica. Desde hacía 3 horas trataba de aprender cual era el adecuado para cada ocasión, y por fin la insistencia de su padre estaba rindiendo frutos. Tras varios intentos fallidos, la chica había contestado cada escenario hipotético de su padre con el cubierto correcto.

- Perfecto.

Dijo el hombre de bigote por último y le sonrió a la menor, estaba sinceramente orgulloso de su hija.

-Aún faltan afinar algunos detalles, pero lo has hecho de maravilla, en un par de meses serás toda una dama de la alta sociedad española.

Kika se emocionó con la idea. No por la idea de ser alguien importante, de hecho, la sociedad española le parecía irrelevante, pero le gustaba la aprobación de su papa. Y sentía que era lo menos que le debía por haberla estarla consintiendo el todo cuanto quería.

Los primeros días tuvo miedo de que su papá solo se acercara a ella por algún tipo de conveniencia, pero con el poco tiempo que llevaban ahí, el hombre mayor estaba sinceramente interesado en recuperar el tiempo con ella. Le preparaba su comida favorita, le confeccionaba ropa elegante y cómoda según ella lo quisiera. Además de escucharla atentamente cuando hablaba, sin olvidarla que no trataba de convertirla en algo que no era.

Se sentía feliz, más de que todo fuera tan bien en las últimas semanas.

-Estoy orgulloso de ti, hija mía.

Dijo el hombre para luego levantarse y acercarse hasta ella para darle un cálido abrazo, con el que Kika se regocijó, había esperado tanto para volver a estar al lado de su padre, y ahora que lo tenía se sentía la chica más afortunada de España. El mayor se alejó, acarició el rostro de su hija con amor, y vio sus ojos en los de ella. Le emocionaba tanto tener a su hija cerca, después de todos esos años ella no le guardaba rencor y se esforzaba por mantener una buena relación él. Además de darle gusto en esas cosas que quizá no le interesaban en realidad.

Ella en verdad era una buena hija.

Entonces un ruido que venía de fuera del patio rompió el tierno ambiente que se había formado. Él se separó de su hija, no sin antes hacerle una caricia en la cabeza, alborotando con ello su cabello. Después se acercó a la ventana para entender porque había tanto alboroto. Y grande fue su sorpresa al ver a su hijo mayor, siendo perseguido por un ganso, al tiempo que el resto de sus amigos estropeaban algunas partes del jardín mientras huían de una parvada furiosa.

El hombre suspiró pesadamente.

-Si tan solo tu hermano fuera más como tú...

Se lamentó profundamente que su hijo no tuviera una sola pizca de interés por perdonarlo, y contrario a ello, se había mantenido indiferente hasta el momento.

-Él es asombroso papá. Es solo que no perdona que no hayas podido buscarnos en este tiempo, cree que querías deshacerte de nosotros, pero con un poco más de tiempo podrás demostrarle que no es así... ¿verdad?

Preguntó con duda. Amaba a su padre con toda su alma, pero eso no implicaba que aquellas grandes preguntas desaparecieran de su cabeza. El hombre dirigió su vista a la joven y le pidió que se acercara con una seña.

- ¿Sabes por qué tuve que irme de su lado?

- Porque querías tener un mejor trabajo.

-Para daros una mejor vida. Mirad, hija mía, en aquel tiempo corrían los tiempos de cólera, nadie tenía dinero para comprar nada, nuestras provisiones se fueron acabando poco a poco, así que necesitaba buscar algún trabajo que me diera un poco más de dinero. Nada me dolía más que percatarme de que ni tú, ni tu hermano tenían la vida que merecían por mi mediocridad. Así que vine a España buscando un mejor futuro para todos.

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora