Negocio.

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Estaba reclinado hacia atrás en su silla, apretando con fuerza el puente de su nariz con estrés visible en todos los rincones de su rostro. Dejó escapar todo el aire que había en sus pulmones con sincera frustración y entonces volvió a bajar la vista hacia el papel rayado sobre la mesa.

A petición de una tal joven Elena, hija de una importante familia española, el padre de la iglesia iba a ser jubilado, y podrían en su lugar a un nuevo sacerdote, más afín a los intereses de la familia. Le quedaba medio año antes de que instalaran a este nuevo padre que, si era enviado por esa familia, dudaba que tuviera intención de seguirse haciendo cargo de todos los niños que vivían en la iglesia, que a esas alturas, era más un orfanato.

No era iluso, apenas pusieran al padre Chuy a descansar, podría mantenerse a sí mismo a duras penas, ni hablar de 12 niños más. No podían atenerse a esperar que el padre nuevo tuviera un buen corazón. Lo mejor, era comenzar a acomodar a los niños en familias que pudieran darles un hogar.

Elena.

Maldita perra.

Aunque bueno, no debió confiar en españoles en primer lugar. Valentina tenía razón después de todo.

Sintió que la frustración en su pecho se apretaba, y a cada instante solo se convertía en furia cada vez más grande. Tomó la carta que había llegado, y la hizo bolita para después quemarla con ayuda del fuego de la vela.

Si iba a acomodar a los niños, necesitaba ayuda urgentemente. Así que rasgó un pedazo de papel, y tras quitar el exceso de tinta de la pluma con la que iba a escribir, hizo una nota.

Tenemos problemas graves, te necesito.

Quisiera haber podido escribir una carta completa contándole a Xóchitl todo lo que había pasado, pero sería demasiado complicado para Gaznate llevar la carta, además, se arriesgaba a perderla. Así que se limitó, su novia entendería la brevedad de la carta, y regresaría, porque ella lo amaba. El hecho de haber dejado a Gaznate en Guanajuato cuando fueron al velorio de Toñita, demostraba sus intenciones acerca de regresar.

Fue a la esquina de la habitación, donde encontró a Gaznate en una jaula. Apenas Xóchitl supiera que había encerrado a su mejor amigo, lo iba a matar de todas las formas posibles. Aunque también quería creer que medio se lo agradecería, ya que dejarlo ir a buscarla era demasiado peligroso. Podría perderse, y entonces sí que suplicaría por la muerte.

Pero ahora, las circunstancias lo sobrepasaban, ni hablar.

Alejó un poco los pensamientos negativos de su mente con un gesto con la cabeza, después, abrió la puerta de la jaula del loro, y tras unos picoteos y gritos, por fin pudo atarle la nota a la pata. Una vez estuvo hecho, y se aseguró de tener todos los dedos de sus manos completos, abrió la ventana de par en par.

-Está en Puebla... Solo no te pierdas por favor.

Y entonces, como un rayo, dejó la habitación en medio de la noche.

Usualmente hacía un escandalo horrible todo el día. Se la pasaba gritando el nombre de Xóchitl apenas escuchaba alguna presencia cercana. Por lo que su extraño silencio indicaba su desesperación por salir huyendo, o quizá era solo que se había roto algo de tanto gritar.

Las aves tenían un gran sentido de orientación, así que quería confiar en que llegaría bien.

Ella regresaría... Leo no destruiría esto, no esta vez.

...

El camino de regreso ninguno de los dos dijo palabra alguna. Quizá porque ya habían dicho demasiado, o tal vez era el efecto del licor que ya comenzaba a desaparecer. A pesar de la ausencia de palabras, ninguno de los dos se sentía incómodo con el silencio. Cada uno parecía estar pensado en lo que acababa de suceder, pero no encontraban palabras para decirse algo más, porque ni siquiera sabían si era lo correcto.

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora