Capítulo 3.

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Se pasó un buen rato arreglando el grifo, pues los nervios no lo dejaban pensar y actuar con claridad. Moría por saber más de ella y, a la vez, quería dejar todo y salir corriendo.

-¿Necesitas ayuda?- Preguntó ella apoyando la mano en su hombro izquierdo, logrando que todo su cuerpo temblara. Era increíble la facilidad con la que ella imitaba sus movimientos. Bueno, en realidad, no lo hacía. No era posible que ella supiera de su existencia ¿O sí?

-No, estoy bien, gracias.- Suspiró fuerte. -¿Sabes?..- Ella lo miró con interés. -Nada, olvídalo.-

-¿Seguro? Puedes decirme.-

-No, es solo que me recuerdas a alguien... Pero no sé exactamente a quién.- Mintió. Jessica soltó una leve carcajada que llenó sus oídos y le derritió el interior.

-Suelen decirme eso.- No mentía, la mayoría de las personas siempre la relacionaban con algún familiar o amigo lejano.

-Bueno, al parecer se había soltado una de las tuercas pero ya está solucionado.- Él se levantó y ella no pudo evitar observarlo. Le resultaba inquietantemente sexy verlo con una llave inglesa en su mano y algo transpirado.

-Gracias, de no ser por tí esto sería Venecia.- Ambos rieron. -¿Cómo puedo agradecerte?-

-Bah, no hace falta, sólo fue un ajuste de tuercas.- Eso era precisamente lo que él estaba necesitando.

-Quédate a almorzar.- Johnny sonrió de una forma que ella no pudo descifrar y aceptó gustoso.

Mientras cocinaba le pidió a su invitado que le hablase de él pero, sólo se excusó diciendo que su vida era aburrida y que quería oír de ella así que durante el almuerzo le contó sobre su carrera y su antigua vida omitiendo cualquier tipo de detalle sobre Sam. No quería que pensara que era una pobre tipa, aunque quizás lo fuera.

Hablaba demasiado, no podía evitarlo, actuaba así cuando estaba nerviosa. El problema era que ella no conocía la causa de sus nervios, sólo aparecían y ya.

-Calma...- Se dijo a sí misma. -Sólo es tu vecino.-

Johnny moría por besarla, se sentía atraído hacia ella de una forma tan enfermiza que apenas podía pensar. Realmente intentaba ponerle atención a la charla pero no lo lograba, su sonrisa y sus ojos lo distraían... Era tan igual.

-¿Te encuentras bien? Te ves algo pálido.- Le preguntó con preocupación en su rostro.

-Sí, estoy bien, sólo... No dormí bien anoche.-

-Oh, esas noches de insomnio son una mierda.- Él rió estruendosamente. -¿Qué es lo gracioso?-

-La forma en que insultas es tan igual...- Se retractó e intentó cambiar las palabras a último momento pero ella era demasiado curiosa.

-¿Igual?-

-Tan tierna, quise decir...- Ella frunció el ceño pero no le dijo nada. -Uhm... Ha sido un gusto conocerte, Jessica y la comida estuvo deliciosa pero debo irme.- Se levantó y ella imitó su gesto.

-¿Ya te vas?- Por alguna razón, a ella le gustaba su compañía pero, a la vez, le daba mala espina. No quería que se fuera pero, algo dentro de ella le gritaba que no lo detuviera, que se alejara de él.

-Debo hacerlo, tengo cosas que hacer y, estoy seguro de que tú también.- Estaba en lo cierto, ella debía comenzar a escribir una nueva columna y ni siquiera sabía sobre qué tema lo haría.

-Uhm... Te veré luego entonces. Gracias por el arreglo.- Besó su mejilla y él murió por dentro.

-Gracias por el almuerzo.- Se miraron de cerca por un momento y luego él se fue, cerrando la puerta detrás de sí. Ambos se quedaron parados detrás de la puerta pensando, inconscientemente, en el otro.

Esa tarde, se la pasó escribiendo su columna sobre lo agradable que le parecía Huntington Beach después de tanto tiempo, en cambio, él estuvo encerrado en el sótano haciendo ejercicio, intentando no pensar. Por supuesto, le fue imposible no hacerlo.

Unholy Confessions.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora