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-Oh, sí. Pocos días antes de que le matasen vino con una muchacha joven, su cabello era violeta, creo que era una de esas pelucas modernas. Llevaba guantes azules y unas gafas muy feas, créanme, le quedaban muy mal. Llevaba una bandolerita de estas que usan los jóvenes en el pelo para ser más juveniles y otra en la boca, es decir no se le veía la cara casi.

- ¿Cree que si le sentamos con un dibujante nos pueda hacer un retrato robot? - preguntó el inspector.

-Pero apenas se le veían los rasgos faciales.

-Lo sabemos, pero nunca hay que dejar pasar una pista. Tal vez usted haya visto más que nosotros. - dijo la inspectora Walker.

- ¿Saben? La noche en la que Matthew murió, vi a esa mujer salir de aquí corriendo.

- ¿Enserio? - cuestionó el inspector Miller.

-Sí. Salió muy rápido, no pude preguntarle qué había sucedido. Era tarde, debían ser la una o las dos de la madrugada, lo sé porque a esa hora sale el bingo por la caja esa en la que se meten las personas.

- ¿La televisión? - cuestionó la inspectora sonriendo ante la descripción del aparato tecnológico.

-Eso, eso. No sé porque gusta tanto, encima ponen el bingo muy tarde. ¿Ustedes podrían cambiar la hora del bingo? - dijo con los ojos iluminados, como si tuviese esperanza en que su respuesta fuese que sí.

-Desgraciadamente no tenemos autoridad para hacer eso, lo lamentamos. - dijo el inspector mostrando compasión.

-No se preocupen jóvenes, ustedes disfruten. - dijo el señor mientras los

acompañaba a la puerta para que pudiesen investigar a los otros vecinos, pese a que en ese edificio solo les quedaba uno.

-Gracias por atendernos y regalarnos su tiempo. - dijo la inspectora de una manera muy educada.

-No hay de que jóvenes, vuelvan cuando quieran.

-Oiga, esté es mi número. - dijo el inspector dándole su teléfono en una tarjeta de papel. - Llámeme siempre que quiera hablar de física, química, etc.

-Que Dios le bendiga joven.

Pirámide mortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora