Capítulo 1, Un paso al éxito

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Capítulo 1Un paso al éxito

6 de agosto.

Sue ya estaba preparada en la plataforma, lista para soltar a Gatito. Lucía preciosa, con un vestido azul que le caía hasta las rodillas ajustado en la cintura y cullas mangas tres cuartos estaban adornadas con flores plateadas y doradas.

Imi se había encargado de darle consejos para que no estuviese nerviosa, sin embargo lo que le quitaba mayormente la tención era que su rival no lucía ni aterrador o repugnante, muy por el contrario parecía un empresario cualquiera. El hombre de unos veinte y tantos años se presentó a la arena de duelo de etiqueta, con camisa blanca y pantalones negros de tela, fuera de mocasines cafés de cuero a juego con el cinturón y la correa del costoso reloj enchapado en oro.

Luego de ganar la pelea anterior en contra del cerberal Sue había logrado captar la atención de varios jugadores de alto rango en la liga, no para convencerla que se uniera a sus equipos, pues podía ser hermosa, pero era principiante en el rubro, sino como una enemiga que si sabía jugar bien sus cartas no tardaría en escalar hasta la cima con el clase uno que controlaba. Si esto llegaba a ocurrir los mejor posicionados verían en riesgo sus puestos, perdiendo grandes cantidades de dinero.

—Daremos inicio al encuentro de Sue Leiva y Dante Martínez; ambos competidores que buscan entrar en la liga —anunció el caballero negro—. ¡Pueden liberar a sus criaturas!

—¡Vamos Gatito!

Del anillo de Sue salió la pequeña criatura consumida en destellos plateados, quedando de pie observando en todas direcciones con sus inmensos ojos azules.

—No me hagas reír —comentó Dante extrayendo una lapicera metálica del bolsillo de su camisa—. ¿Enserio esa criatura es un ser espectral?

—Será mejor que no te dejes llevar por las apariencias, o Gatito te puede dar una sorpresa muy dolorosa.

—Sí, creo que tienes razón, niña. Adelante Drako, es tiempo de luchar.

Dante presionó la parte superior de la lapicera y en vez de que apareciera la punta como en el objeto ordinario, comenzó a aflorar humo negro y a continuación un ser alargado con alas extensas. Se trataba de una criatura con apariencia de serpiente recubierta por escamas rojizas en el lomo y amarillentas en el vientre. El cráneo era alargado, con el hocico estrecho y tres cuernos negros que se torcían ligeramente hacia atrás. Los ojos alargados y de color cafés se ocultaban bajo protuberancias redondeadas y de la punta del hocico le caían dos bigotes anaranjados con las puntas blancas. Las alas de casi unos cinco metros de envergadura estaban recubiertas por plumas cobrizas en el dorso, mientras que por la parte anterior un plumón menos desarrollado en un tono ligeramente más claro.

Gatito observó el cuerpo alargado del enemigo y tragó saliva, pues aquella monstruosidad fácilmente mediría unos ocho metros de la punta del hocico a la cola.

—No tienen límite de tiempo, ¡comiencen! —profirió el caballero negro.

—Drako, termina con esto pronto para que vayamos a cenar —dijo Dante peinándose con los dedos los cabellos que se le desparramaban en la frente.

El clase cuatro observó a Gatito con cierta indiferencia, como si no presentara peligro alguno; sin embargo debía responder a la orden de Dante, por lo tanto atacó con la cola sin perder la posición. El pequeño lo evadió sin dificultad, enseguida le calló sobre la cola con las garras desenfundadas. Drako dejó escapar un fuerte rugido a las alturas al sentir como las garras del felino le penetraban por entre las escamas.

—¡Drako, no juegues! —profirió Dante—. ¡Termínalo!

Drako sacudió la cola para liberarse de las filosas garras de su enemigo, momento que aprovechó Gatito para impulsarse a una de las alas de la criatura. El clase cuatro trató de agarrarlo con el hocico llevándose la sorpresa de que el minino se transformó, asestándole un duro cabezazo en la quijada.

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