Capítulo 6, Habilidades ocultas

0 0 0
                                    

Capítulo 6Habilidades ocultas

Conscientes que la única forma de poder mejorar las habilidades de combate era entrenando en batallas reales, Imi convocó a Gato y a Guacho a un terreno baldío a las afueras de Dúlanad, a un costado del camino que conectaba con Chile. Trató de convencer a Sue de que participara del encuentro, pero por más argumentos que usó, la mujer lo rechazó una y otra vez dejando el mismo motivo sobre la mesa, estaba cansada. Además, su siguiente batalla sería el quince de agosto, y quería reponerse del estrés laboral para pelear concentrada.

Al bajar del vehículo de Guacho cruzaron el alambrado que los separaba del terreno, y se adentraron un poco caminando. El lugar se hallaba solo hace un buen tiempo, o eso reflejaba la maleza que había crecido aquí y allá, sin llegar a superar las rodillas.

El sol si bien estaba pegando más fuerte, la brisa los refrescaba lo suficiente para no sentirse sofocados por los inclementes rayos del astro.

—¿Has sabido algo de mi Guacho?

—¿De Monti? —inquirió Imi—. La verdad es que no. Lo he llamado más de una vez por día, y aun no logro contactarlo.

—¿Y lo han intentado contactar por WhatsApp o face? —preguntó Gato deteniéndose.

—Sí, pero no sé a conectado hace días. Creo que quiere desaparecer por un tiempo.

—O capaz que se la esté corriendo noche y día para estucar el departamento.

—No lo creo, Guacho. Él no es así.

—Ya lo sé. Yo si lo haría. Me bajaría sus buenos gigabytes en porno y me llegarían a salir músculos en los músculos del brazo por tanto jalarme el ganso.

Los tres compartieron una sonora carcajada con el comentario de Guacho. Debían aprovechar de hablar obscenidades con libertad, pues estaban solos, sin la presencia de una sola mujer que se fuese a ofender por lo subido de tono de las bromas.

—Ya, no perdamos el tiempo —retomó la palabra Imi—. Liberen a sus criaturas, vamos a comenzar con el entrenamiento.

Guacho se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano, a continuación miró de soslayo al camino, como si le preocupara que alguien los viera allí.

—Che, tranquilo. Con todo lo acontecido en los últimos meses es mínimo el flujo de vehículos.

—¿Estás seguro?

Imi asintió.

—Me preocupa porque en Umbra son bastantes los jugadores, y ni hablar de los asquerosos mercenarios.

—Coincido con Guacho. Abundan esas cagadas, y no sé si sea buena idea darles un espectáculo de nuestras habilidades.

—Tranquilos, ambos. Créanme que estaré atento al entorno. No dejaré que futuros enemigos conozcan sus secretos.

Ambos jugadores asintieron no muy convencidos, pero como estaban allí para practicar tomaron distancia, quedando a más de veinte metros uno del otro. Gato fue el primero en tomar la iniciativa, sacando del bolsillo un manojo de llaves. Sostuvo un llavero que tenía forma de lata de cerveza que presentaba la etiqueta de una reconocida marca, tal vez aludiendo a su gusto por aquella bebida, y le presionó un botón que estaba en la parte inferior. Del llavero se desprendió una luz intensa y de la luz emergió una criatura que no era más grande que un perro mediano, cuadrúpeda, de pelaje negro y corto, con un cuerno color marfil entre los ojos que recordaba a un unicornio, aunque con orejas triangulares y pupilas verticales en un fondo amarillo, más parecidas a la de los felinos. De la parte posterior de la cabeza le nacía una crin en un tono azulado, que bajaba por el cuello hasta perderse entre las escápulas, similar a la de la cola.

Redes En PenumbraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora