Capítulo 5, Reinicio

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Capítulo 5Reinicio

10 de agosto.

Ya habían pasado veinte días de la batalla en Alerces y Monti aun no sabía nada del resto de sus compañeros. Sue e Imi lo estuvieron llamando, pero no les contestó. Quería desconectarse por completo de lo vivido.

Los primeros días los usó para recuperarse de las heridas infligidas tras tantas jornadas de combate, y el resto para retomar una vida relativamente normal.

Poco a poco la gente regresaba a sus hogares en Dúlanad, para continuar con el diario vivir antes del desalojo. Incluso, el día de ayer Monti recibió la llamada de Víctor avisándole que durante la tarde regresarían al departamento. Eso le daría chance para distraerse un poco aunque sea, ya que por el momento con las únicas personas que compartía de vez en cuando era con los dueños de almacenes que se reusaron a dejar el país, pese al peligro inminente.

Tomó lugar a la mesa con la taza de café humeante y un pan tostado de hace tres días. Revolvió el café y al darle el primer trago se tuvo que levantar a atender la puerta.

Sin los conserjes trabajando la gente podía entrar y salir del edificio como si fuese su casa. Lo bueno es que con tan pocas almas en la capital el timbre no había sonado en todos estos días, y pensó en desconectarlo para no ser molestado.

Abrió la puerta creyendo que se trataría de Cris, sin embargo al darse cuenta que era Indi dejó escapar un profundo suspiro.

—¿Esperabas a alguien más?

—Pensé que sería Cris.

—¿No te alegras de verme?

—¿De cuando acá tocas el timbre?

—Ah, es eso. Bueno, quise ser civilizada por una vez. ¿Puedo pasar?

—Adelante —dijo Monti encaminándose a la cocina—. ¿Quieres un café?

—Sí, por favor. Y si tienes algo fresco para comer también. Mira que llevo comiendo pan duro y confites añejos todos estos días.

La muchacha entró y cerró la puerta a su espalda. Miró de reojo el departamento, le sorprendió que todo estuviese ordenado y limpio.

—Oye, ¿la señora que te hace aseo ya volvió a la capital?

—No, aun no —respondió él dejando la taza servida en la mesa—. Me dijo que volvería mañana o pasado. Ya, siéntate, no dejes que se te enfríe el café.

—Tienes tan ordenado... —comentó Indi sentándose frente a Monti.

—Eso se llama mucho tiempo libre.

—Ojalá que te quede de costumbre, eras muy desordenado. ¿Dónde está mi comida fresca?

—Sin abastecimiento en los almacenes difícil que te pueda ofrecer algo fresco. ¿Quieres un pan tostado?

—¿De cuántos días?

—Tres.

—Al menos está más fresco. Está bien, dame uno.

—Dale.

Monti se volvió a meter a la cocina.

Luego de desayunar y platicar de cuestiones triviales se acomodaron en el sofá con el televisor encendido en un canal de noticias. Iba a la mitad de un discurso del presidente de Umbra invitando a sus habitantes a regresar, pues el país necesitaba reactivarse económicamente para seguir adelante. Aunque lo que más molestó a Monti fue que aquel sujeto no hacía mención de los verdaderos motivos por los cuales hizo el desalojo de las ciudades, argumentando de forma pobre que todo había sido por la seguridad de las personas, evitando preguntas directas que buscaban indagar más allá.

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