Capítulo 11, De regreso del mäs allá

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Capítulo 11De regreso del más allá

13 de agosto.

Se sintió en suspensión.

Tenía los ojos cerrados. Los párpados le pesaban como si fuesen de piedra, igual que todo su cuerpo.

Flotaba en el vacío, como si una fuerza suabe y cálida lo llevara por la oscuridad.

De pronto escuchó voces. No conseguía entender lo que hablaban, pues le dio la impresión que solo fuesen murmullos que se lleva el viento, como las fuertes ventoleras que anunciaban las lluvias en invierno sacudiendo los árboles. Aun así trató de descifrar aunque fuese una palabra para saber si era importante, o simplemente una jugarreta de su mente.

Creyó que decían su nombre, pero no era nada seguro.

Entonces sus ojos se abrieron de sopetón, encontrándose con el techo blanco de una sala no muy grande, y una lámpara que iluminaba todo con su potencia.

-¡Doctora Piñeda, el paciente despertó! -exclamó en tono alegre una muchacha que sonaba muy joven, tal vez unos veinte o un poco más de años.

Se quiso girar para visualizarla, pero el cuerpo seguía sin responderle.

Oyó los tacos de quien supuso la doctora aproximándose a su camilla, el sonido de algo arrastrándose a su lado y luego vio a una muchacha de no más de veinte años asomándose. La cabellera rubia tomada y los ojos celestes con tintes verdes le parecieron conocidos, pero tuvo sus dudas, pues la mascarilla le cubría la mayor parte del blanco rostro.

-Buen día, ¿cómo te sientes?

Trató de responder, mas no pudo, la boca no le reaccionaba. Lo bueno es que la voz se lo dijo todo, era realmente la muchacha que pensaba, Rosalba Piñeda, una vieja amiga de sus últimos años en Chile; aunque le sorprendió verla de bata blanca, puesto que ignoraba que ella estaba estudiando algo relacionado con la medicina. En aquellos entonces trabajaban en la capital para una oficina de cobranza que prestaba servicio al reteil, y ella estudiaba de noche, y a pesar de que eran bien amigos jamás le preguntó que estaba estudiando.

-Que raro... El efecto del sedante debió pasar hace dos o tres horas.

-Doctora, tal vez aún sigue en shock.

-Tal vez. Miriam, retírele las vías, ya no son necesarias.

-¿Segura, doctora? El doctor Gil dio la orden de mantenerlo con suero hasta las veinte horas.

-Tranquila, tu hazlo. Yo me arreglo con Daniel.

-Sí, de inmediato.

-No sabemos que te ocurrió, Monti, y sería muy bueno que nos pudieses contar. Tenías serias heridas en buena parte del cuerpo, y si bien logramos sanarte de forma óptima, el hecho de conocer los detalles de lo que ocurrió nos ayudaría a tomar nuestras precauciones.

-Mientras menos sepan, mucho mejor -dijo finalmente él en un hilillo de voz.

-¿Qué? Oye, casi te mueres desangrado. Lo mínimo es que nos puedas decir que te ocurrió.

-No es necesario...

Queriendo salir de allí pronto, y tras sentir que la enfermera le terminaba de quitar las vías de los brazos, Monti se sentó en la camilla.

-Monti, no te levantes -le ordenó la doctora aferrándolo del antebrazo-. Perdiste mucha sangre, y es cierto que la tecnología que empleamos hoy en día en el área de la salud es excelente, sin embargo preferiría que te quedes hasta mañana. Así te podemos vigilar la recuperación.

-Mi familia tiene que estar preocupada. No, tengo que regresar a casa.

-Tu mamá ya está acá.

-Hay... No...

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