Capitulo 1: Volver a casa

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Había logrado que mis padres me dejaran quedar una semana más. Estaba inventando mil formas de lograr que me dejaran quedarme para siempre. Pero hoy se llevaron las últimas cosas de mi habitación, y la comida ya se había terminado.

Pude despedirme de mis amigos, pero nada más. La semana se acabó muy rápido y mi corazón se comprimía cada vez más dentro de mí. Mis padres me dictaron un ultimátum. Debía llegar hoy al país y estar antes de la noche en la manada. Se festejaba el cumpleaños de la ex Luna y querían que estuviera presente.

Subo lo último a mi auto y cierro la puerta trasera. Miro mi reflejo a través de la ventana. Un vestido largo y floreado cubre mi cuerpo. Con mangas anchas y escote profundo. Me lo regaló Isabella en navidad, lo compró en uno de sus tantos viajes. No recordaba exactamente el país donde lo había comprado, pero era bonito. Estaba lista, llegaría y de inmediato asistiría a aquella celebración. Mis padres casi no se enojaban, pero cuando lo hacían, daban miedo. Mucho.

Dejo salir un suspiro y decido subirme al auto. Eran seis horas de viaje. Pero yo quería que fueran eternas.

Sentía que estaba siendo apuñalada tantas veces en mi panza, que podía sentir los retorcijones. Tampoco ayudaba el hecho de que le tenía pánico a manejar sola por la carretera, papá lo sabía. Sin embargo, yo quería quedarme un poco más, ahora debía ser valiente.

Jamás imaginé que retornaría a aquel lugar. Que me vería envuelta de nuevo en el lodo de aquel pantano. Mis entrañas gritaban que no lo hiciera. Que huyera.

No podía olvidar a aquellas cuatro personas que se habían robado mi seguridad y mi fe hacía las personas.

Unas cuantas bromas me habían hecho deshacerme. Y yo sabía que no se debía tanto a la burla, si no, a un chico es específico.

Uno que no quería volver a ver.

💜

Mi loba se removia. Aunque lo negara, habíamos reconocido el lugar de inmediato cuando empezamos a acercarnos. Su aroma fresco seguía igual a pesar de los nueve años que estuve fuera.

Nunca antes se movió tan inquieta. Se retorcía y me pedía que la dejara salir. Que la dejara correr.

En otro momento. Ahora estaba muy ansiosa.

Aquello, por lo menos me ponía feliz. Por ella podría soportar ésta situación. Se lo merecía.

Las casas bonitas, elegantes y de tonos suaves, comienzan a aparecer. Indicándome que estoy a nada de llegar al centro de la manada. Me desvío de la calle que me llevaría a mi antigua casa, y me dirijo a una de las carreteras largas para llegar a la mansión del actual Alfa.

Los remolinos empiezan a hacer estragos en mi barriga. Si no me calmaba iba a terminar vomitando el almuerzo, que en realidad solo había sido un pan con mantequilla.

¡Dios! Como odiaba éste lugar.

El gran portón de la mansión se encontraba abierto. Sin embargo, había a cada lado de él, un guardia. Bajo el techo de mi auto para poder dirigirme a ellos. Cuando me detengo justo en la entrada, un par de ojos se posan en mí.

—¿Señorita Morets?— la voz potente del guardia me calla antes de que formule cualquier palabra.

Les ofrezco una sonrisa de labios cerrados mientras asiento.

—Puede estacionar el auto más al fondo, luego rodea la casa...

—Sé el camino, muchas gracias— lo corto antes de que termine. Me da un asentimiento de cabeza en respuesta.

Amando Al Beta © [ L. I. 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora