Capítulo 35: Flora

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Para el tesoro por el que iría hasta el antiguo Egipto. A quién le daría mi espada si tuviera un Jackson.

Montserrat.

💜

Liam

¿Cuándo se acabará esta tormenta?

Esquivo una rama derrapando por el suelo húmedo del bosque de pinos. El sonido de las espadas se hace más fuerte conforme me acerco.

Agarre fuerte, muchacho.

Empuño con más fuerza la espada, la esencia de Jackson sale de mí como hilos de estambres. Me detengo frente al caos entre los árboles. Un lobo de pelaje castaño y ojos endemoniados arrastra a varios hombres.

Brais, el lobo de Nick.

Enzo batalla con dos hombres al mismo tiempo, esquiva y golpea sin parar.

—Hola amiguito —gruño ante su voz cantarina. Presume sus sables ante mí con una sonrisa de dientes deslumbrantes.

Uno de los gemelos, quien ha logrado que lo odie más que al resto, me desafía.

—¿No estas cansado de que te corte una y otra vez?

Se ríe, me coloco en posición. Doblo mi espalda y muevo mis pies acechándolo, el chico me sigue sin dejar de sonreír.

—En realidad no, me parece divertido.

Su esencia también envuelve sus sables, no era un secreto para mí. Aquel chico también era un Beta. Por lo menos el decendiente de uno.

—Hoy no quedará nada de ti, te lo prometo.

Me lanzo veloz, el trueno de Jack retumba por el lugar. Su poder me envuelve y lo siento guiar cada extremidad de mi cuerpo. El caballero egipcio se apodera de mis ojos y es tan veloz cada golpe que ejecuta, que el gemelo retrocede sorprendido.

Se libra respirando agitado, luego, ríe fascinado.

—¿A matar de una vez? —Sus ojos café oscuro pasan a un azul vibrante. Me regala un guiño—. Me uno.

Corre a toda velocidad. Jackson reacciona primero, inclina nuestro cuerpo y luego nos hace girar, esquivamos un sable pero el otro arremata enojado. Chillo ante la cortada profunda. Su risa macabra se escucha un minuto después. Me levanto ojeando mi brazo.

—¿Qué tal ahora?

—Mejor —halago, él se encoge de hombros muy orgulloso—. Mi turno.

Doy un giro arrastrando la espada en la arena, las hojas secas vuelan creando un tornado a mi alrededor, son tres en total, en la última la espada sale disparada. El estropicio es ensordecedor, algunos árboles caen.

Cuando el polvo se aplaca, el chico está de cuclillas, mirando el desastre tras su espalda. Vuelve a mirarme con su boca abierta y ojos desorbitados.

—¡Eso estuvo asombroso! —grita colocándose en pie de un salto. Revuelo mis ojos sin poder contener la pequeña sonrisa que se hace visible—. Pero fallaste...

—Una chica que amo con mi vida nos prohibió herirlos. Es agobiante porque todos ustedes merecen morir.

Él asiente sin dejar de lado la sonrisa socarrona.

—Mi ángel no se compara a nadie.

Gruño.

—¿Tú ángel?

Amando Al Beta © [ L. I. 1 ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora