Capítulo 28: ¡Estoy enamorado!

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Miércoles.

Tails se levantó arrastrando los pies. Realmente no tenía ganas de ir a la escuela, todo el asunto de Jacob lo dejó sin energías.

En repetidas ocasiones, su madre le preguntó qué le pasaba y si estaba seguro de que quería asistir ese día. Tails dijo que sí todas las veces.

Al salir del hogar, se llevó una gran sorpresa al encontrarse con uno de sus amigos esperándolo.

—¡Tails, hola!— Saludó un alegre equidna.

—¿Knuckles?— Preguntó, yendo rápidamente a abrir la reja que los separaba —¿Qué haces aquí tan temprano? ... Espera, ¿cuánto tiempo llevas esperando?

—Eso no es importante.— Respondió, comenzando a avanzar lado a lado con el vulpino —Vine aquí para que caminemos juntos hasta la escuela.

—Oh, no debiste molestarte...

—Sonic me lo pidió.

Su corazón se detuvo por un momento. Lentamente, el zorro volteó a ver su amigo con un brillo en sus ojos.

—¿Qué?

—Sonic me pidió que te acompañara a la escuela estos días. Teme que Jacob intente algo peligroso, ¡también yo!

Tails desvió la mirada para que el rojizo no notara la sonrisa ni el sonrojo en su rostro.

Era increíble como, aun desde la distancia, Sonic siempre estaría cuidándolo. Y Knuckles, vaya que se estaba tomando la tarea de cuidarlo muy en serio. Eso lo hizo sonreír, tenía muy buenos amigos.

Ambos continuaron conversando hasta llegar a la escuela y, como era costumbre, se reunieron con el resto del grupo en el comedor para desayunar. Todos estaban ahí, excepto Sonic, por obvias razones.

Sin embargo, alguien más faltaba en la mesa.

—Oigan.— Habló Zooey de pronto —¿Dónde está Shadow?

Todos se miraron entre sí, dándose cuenta de que, en efecto, el ébano no se encontraba con ellos.

—Es cierto, no está aquí.— Dijo Amy.

—Qué extraño, él nunca falta...— Habló Tails en voz baja.

Un breve silencio se instaló entre ellos, pero fue rápidamente disipado con el toque del timbre, lo que los obligó a despedirse e irse cada uno hacia su respectiva clase. En el caso de Tails, matemáticas.

Realmente era aficionado a la materia, pero de todos los profesores de matemáticas que había tenido a lo largo de su vida, no había ninguno que explicara algo que él no supiera. Aún así, se le hacía interesante como el profesor Chuck llevaba sus clases y, por esa razón, a él sí le prestaba atención.

Sin embargo, hoy no podía concentrarse, realmente no tenía ganas de nada, por lo que pasó la mayor parte de la clase haciendo garabatos en el cuaderno.

Ni siquiera se dio cuenta en qué momento la clase finalizó y todos se habían retirado.

—Miles.— La voz del profesor lo sobresaltó un poco. Instintivamente, cubrió con su brazo los garabatos en su hoja y levantó la vista, encontrándose con su mayor observándolo con cierta preocupación.

—Profesor. ¿Qué sucede?

—Lo mismo quería preguntarte yo.— Dijo, cruzándose de brazos —Te vi algo distraído durante la clase. ¿Está todo en orden?

El menor desvió la mirada y apretó los puños, sintiendo como sus labios comenzaban a temblar.

—No realmente.

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