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La habitación estaba oscura pero no lo suficiente como para no ver nada. Podía alcanzar a mirar el reflejo del sol en las cortinas y algunas cosas a mi alrededor.

Me encontraba acostada en la cama pero la desesperación me invadió cuando me di cuenta que seguía sin poder moverme como días atrás, que solo podía mirar entrar a ese hombre por la puerta de la habitación en la que me encontraba.

Venía y se quedaba un rato en la habitación, me contaba historias de su familia, el me recordaba todos los días el por que me tenía aquí y era solo para cobrar venganza por lo que mi familia le hizo a la suya, aunque la verdad no me quedaba muy claro que le habían echo mis padres a su familia para que me odiara tanto.

Después se sentaba en la cama y acariciaba mis piernas que se encontraban desnudas cosa que me provocaba repulsión y impotencia de saber que no podía hacer nada para que el no me tocará.

Me traía comida y después decía que tenía que hacer cosas para ganarmela, cosas para satisfacerlo a las que yo me negaba y eso lo hacía enojar hasta el punto de golpearme y dejarme casi inconciente, abría las heridas que días antes provocaba y que después hacían que no me pudiera mover debido a que dolían mucho.

Y al final terminaba yéndose después de dejarme con sangre por todo el cuerpo, se iba complacido de haber logrado volver a lastimarme.

—¿Estas despierta Katia?

Escuché su voz gruesa y potente llamarme desde la puerta de la habitación, pero ni siquiera tenía las fuerzas para levantar la cabeza y mirarlo.

—Katia.—Canturreo mientras sentía sus pasos acercarse hacía a mi.—Que bueno que ya estás despierta.—Dijo cuando ya se encontraba sentado en la cama al lado de mis piernas, acariciandolas con sus grandes manos.—Tienes una piel hermosa y muy suave.

Parpadee varias veces, tratando de que mis ojos no se cerrarán. Estaba muy cansada y no podía mover el cuerpo debido a las heridas que tenía, me dolía por todos lados y lo único que quería era cerrar los ojos y no volver a abrirlos.

—Todavía no es hora de que mueras perra.

El me tomo del cabello y me hizo bajar de la cama para ponerme de rodillas en el piso.

—Besa mis zapatos y te daré de comer.

Levanté la cabeza para poder mirarlo y enseguida que hice eso, un fuerte puñetazo fue dado en mi nariz haciendo que sangre saliera de ella. Si me daba otro golpe en la nariz no sé si podría aguantarlo, estaba tan lastimada que era insoportable el dolor que sentía.

Agache la cabeza observando como las gotas de sangre caían al piso. No le iba a besar los zapatos por que no me humillaria de esa manera, prefería morir de hambre.

Volví a levantar la cabeza mirándolo directamente a los ojos. Me da miedo, me causaba terror tenerlo cercas y odiaba cada vez que me tocaba sin mi consentimiento, aunque agradecía que solo eran toques y no había sobre pasado más allá de eso, pero aún así detestaba que me tuviera así, yo jamás le hice nada malo para que me esté haciendo todo este daño.

Negué con la cabeza y segundos después recibí una patada tan fuerte en mi costado izquierdo que me hizo caer al piso.

—Te estás muriendo de hambre y todavía te atreves a negarte a lo que te pido.

Otra patada llegó a mi, esta vez en mi vientre haciendo doblarme de dolor y que sienta como el aire se me va.

—¡Entiéndelo, aquí no tendrás comodidades y mucho menos lujos, si no te los ganas estúpida perra!

Comenzó a arremeter contra mi sin piedad alguna, golpe tras golpe y en cada uno un insulto que aunque fueran simples palabras aveces dolían más que los golpes.

La Mujer Del Diablo - Bill Skarsgård [Book#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora