8↠ ✰ 𝘔𝘢𝘯𝘤𝘩𝘢𝘥𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘗𝘰𝘭𝘷𝘰. ✰

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Sueños.

Desear la dicha en tu porvenir, creer en que lo que tu corazón anhela y pensar que se cumplirá. Tener fé, de que tu vida cambiará, por más que sufras, si no pierdes la calma, tus sueños se harán realidad.

Pero.

Esa palabra no llegaba a colgar un significado para los Wittebane.

Ni para Lucía.

La vida de todos estaba en manos de el, después de todo.

Ella aún la recuerda, mejor que nadie en aquella casa. Su sonrisa y el sonido de su voz se quedó grabado en su memoria como una grieta, que cada año, con el paso del tiempo, comienza a ensancharse, quebrándola.

Juraría que recuerda la primera vez que la vió, cuando la llevaron a sus brazos y la recibió con cariño y su aroma dulce. Y es que desde que tiene memoria su madre no ha dejado de estar presente en ella, y es algo que por más que hallan pasado 12 años, no ha logrado superar.

Cada quien tiene sus formas de escape de la realidad, y la suya era esa.

Quizá era una justificación absurda, pero ahí estaba, tumbada sobre aquella colchoneta barata, con sólo aquella polera de rayas en lila y blanco, rasgada, con manchas de sangre y polvo, desnuda de la cintura hacía abajo, con aquella mujer de cabellos verdosos sobre ella.

Y Amelia, ella la observaba, y escuchó sus palabras con detenimiento, parecía sofocada.

- Sólo, golpéame una vez más. - Su voz suplicante pareció clavarsele sobre la piel como una aguja, consisa y profunda, que traspasaba todas sus capas hasta llegar a su punto más dócil, más débil. Era vulnerable a caer una tras otra vez en su bucle.

Sus ojos la recorrieron en un segundo. El avellana apagado que algunas lágrimas teñían de cristal conectó con su ámbar vacío en una sincronía tan melancólica que podía olfatearse entre el aire que entraba por aquella ventana putrefacta, de aquel recóndito lugar donde ellas solían reunirse. Sus cabellos estaban despeinados, más bien maltratados, era una costumbre ya en ella, aunque por alguna extraña razón le agradaba que así fuera.

Era como esa adicción de la cual Amelia no podía librarse por más veces que lo hubiese intentado.

Quizá porque estaba tan corrompida como ella.

La canela de su piel teñida de moretones, golpes por todo su rostro, algunos rastros de sangre y polvo, rasguños, algunas marcas en su cuello, provocados por sus propias manos, y labios, se culpaba constantemente por perder la cordura en frente de ella, aunque no estuviese mejor, ambas estaban igual de magulladas, pues todo era mutuo, inclusive sus vidas lo eran. Un espejo.

Era la única salida a sus frustraciones que conocían.

Golpearse y tener sexo casual todas las tardes. Se había vuelto rutinario.

Pero a ambas les gustaba.

- ¿Tu hermana no ha aparecido? - Aquella pregunta detuvo el curso del tiempo para Lucía. El motivo de que estuviese más vulnerable, era la reciente desaparición de su hermana menor.

Había un particular motivo por el cual Lucía no se acercaba demasiado a Luz. No era porque no la amase, la amaba tanto como a Hunter, tan sólo, le recordaba demasiado a su madre, le era difícil mirarla a medida que fue creciendo.

Al ser la hermana mayor, es quien más recuerdos lleva de Camila. La que se vió más afectada cuando ella murió.

Quizá quien peor quedó mentalmente.

Pero Amelia.

Amelia le recordaba lo jodidas que estaban ambas.

Y a su vez, la hacía olvidarlo todo.

𝘍𝘪𝘳𝘦𝘸𝘰𝘳𝘬 ❊ 𝘓𝘶𝘮𝘪𝘵𝘺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora