... Con Un Anuncio

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Un poquito de kink para este capítulo porque hace rato tenía ganas. Pero igual es vainilla, no se me espanten. ¡Feliz Kinktober!

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Para cuando Ámbar regresó a su cuarto, Simón ya estaba profundamente dormido. 

No le importó, por supuesto. Era bastante tarde y él se merecía descansar. De todas formas tenía planeado mantener la Roller Jam en secreto por un poco más de tiempo, así que solo se metió bajo las sábanas y se acurrucó junto a él para dormir. 

A Simón sí le importó, sin embargo, y se lo hizo saber muy claramente a primera hora de la mañana. 

Ámbar soltó un gemido, sintiendo sus dedos pasar entre sus piernas una y otra vez. Su pecho, firme y caliente, estaba contra su espalda, y su boca dejaba besos húmedos contra la curva de su cuello. 

"Te hice una promesa ayer", Simón dijo contra su oreja, y le levantó una pierna, colocándola sobre las de él, "y planeo cumplirla."

Sus dedos se hundieron en su interior, arrancando un sonido agudo de la garganta de Ámbar. Podía sentirlo duro contra su trasero, pero no se enterró en ella inmediatamente, eligiendo masajearla con sus dedos primero, haciéndola ver estrellas cada vez que los curvaba y hacia tijeras en su interior. Su otra mano agarró uno de sus pechos por debajo de su pijama, apretando su pezón con gentileza, gran contraste con cómo la devastaba por debajo de sus pantalones. 

Era un misterio por qué siquiera los llevaba puestos todavía. Su ropa interior tenía que estar arruinada a estas alturas con lo mojada que estaba. Sus muslos estaban temblando, su cuerpo tensándose más y más con cada roce a su clítoris, y la forma en que sus dedos hurgaban en lo más profundo de su sensibilidad era enloquecedor. Quizás su intención era hacerla acabar así antes de cogérsela como tal, pero si llegaba a privarla de sentirse llena una vez más, ahí sí iba a enojarse. 

"Simón", soltó en un quejido, plagado de necesidad, llevando una mano detrás de ella para sujetarle el pelo. Movió su trasero contra su erección, haciéndolo gruñir. "Dale. Por favor, ahora."

Por suerte, su novio era de a los que les gustaba complacer. Ámbar echó de menos sus dedos cuando los apartó para bajarle los pantalones, pero entonces lo sintió alineándose con su entrada y olvidó todo lo que no fuera esa sensación. 

Simón se hundió en su interior con una arremetida, empujando un gemido fuera de los labios de Ámbar. Le soltó el cabello y apretó las sábanas frente a ella, sujetándolas con fuerza y enterrando las uñas mientras Simón la envolvió con un brazo y se la empezó a coger. 

Habían dormido así, de cucharita. No se le había ocurrido que harían esto así también. 

Era un vaivén lento pero firme, cada empuje en su interior tocaba ese punto que disparaba electricidad por su cuerpo. Ya había estado cerca antes, así que ahora, con él al fin moviéndose dentro de ella después de lo mucho que lo había deseado ayer, podía sentir el orgasmo acercándose con gran velocidad. 

"Eres tan buena, Ámbar", Simón le dijo suave, "me recibes tan bien."

Un gemido visceral estalló de la garganta de Ámbar. Oh por dios, qué —

Simón la siguió metiendo y hablándole al oído, haciéndola soltar gemidos y gimoteos diciéndole lo bien que lo había chupado ayer, cómo no podía parar de pensar en sus labios succionándolo, cómo se sentía más mojada que su boca ahora mismo.

Ámbar se calentó a niveles siderales, e incluso los sorprendió a los dos cuando acabó ahí mismo, fuerte, sin necesidad de que él la tocara entre las piernas. 

Caminos Que Se Cruzan...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora