Este capítulo terminó siendo más largo de lo que anticipé, así que tomé la sana decisión de dividirlo en dos. De esa forma, ustedes tienen actualizaciones más rápido y yo tengo más tiempo para trabajar en ciertas cosas. Espero les guste.
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Simón no estaba seguro de dónde había venido el impulso, pero no se lo cuestionó e hizo la caminata hacia la mansión para buscar su guitarra.
Una parte de él esperaba encontrarse con Ámbar en el camino o en la casa. Quería sentirla cerca. Quería hundir su rostro en su cuello y sentir el olor de su pelo. Era un aroma que podía reconocer ahora; incluso lo debía llevar consigo después de esa mañana, pero en él mismo no lo podía sentir. Todavía no sabía exactamente qué era porque el envase de shampoo no lo decía, pero era agradable, dulce, y lo más importante, su memoria lo asociaba a momentos lindos con Ámbar. Quizás si lo olía se sentiría mejor. Quizás si veía su sonrisa se sentiría mejor.
No se la encontró.
Simón casi se quedó en el depósito. No porque quisiera esconderse de Benicio sino porque la calma del vacío lugar era atrayente. Podría quedarse un rato nada más, tocar un par de canciones sin que nadie lo moleste...
¿Quieres perder tu trabajo también?
Con un suspiro, Simón metió su guitarra en su funda y emprendió su camino de vuelta al Roller. Solo.
Una vez dentro, caminó hacia el escenario y se sentó en la orilla, acunando su guitarra entre sus brazos y jugando con las cuerdas. Pronto, se formó una melodía, una nostálgica, y su voz salió para unírsele.
Te vas amor,
si así lo quieres qué le voy a hacer
Tu vanidad no te deja entender
Que en la pobreza se sabe querer...
Justo al comenzar el siguiente verso, otra voz comenzó a cantar, tomándolo por sorpresa. Simón giró su cabeza y vio a Luna sonriendo ampliamente. Se acercó y se sentó a su lado izquierdo. Simón le sonrió y rasgueó con más fuerza las cuerdas, con más vivacidad, cantando el coro con ella.
Por dos minutos, Simón se olvidó de todo. Se sintió de vuelta en Cancún, bajo el sol en el que había crecido, con el olor a sal en el aire. Casi pudo escuchar las olas y sus risas con Luna y la voz de su mamá rogándole que dejara de tocar esa canción.
Luego la canción terminó y las cuerdas quedaron estáticas y rígidas otra vez, igual que su vida. Simón se sentía atascado, como si, en algún momento, el suelo bajo sus pies hubiera sido reemplazado por una caminadora, y sin importar cuánto corriera y corriera, no llegaba a ninguna parte.
Simón no tenía muchos momentos así; no se lo permitía. Había aprendido— internalizado desde muy pequeño que tener una actitud positiva era la clave para alcanzar todo en la vida. Y no se trataba de creer en el karma y esperar que el universo te devolviera tus buenas acciones algún día, sino de cómo uno decidía ver las cosas. Siempre que algo te tiraba abajo o no salía como querías, tenías dos opciones: dejar que te deprimiera o seguir adelante. Simón seguía adelante. Seguía y seguía avanzando, tirando para adelante, pero siempre llegaba un punto en que la roca que empujaba hacia la cima de la colina rodaba de vuelta a bajo e intentaba aplastarlo.
Este era uno de esos casos.
Era tonto la verdad. A Benicio le encantaba hacer a otros miserables, para todos los efectos no debió haberlo escuchado. Pero no podía des-escucharlo, así que ahora tenía una cacofonía de voces en su cabeza llamándolo fracasado. Diciéndole que se devolviera a su país. Diciéndole que no era lo suficientemente bueno en nada.
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Caminos Que Se Cruzan...
FanfictionVivir bajo el mismo techo resulta ser demasiada tentación. Habiendo caído en ella, Simón tendrá que afrontar lo que había estado peleando todo ese tiempo mientras Ámbar intentará mostrarle que no debería arrepentirse. En medio de un pasado doloroso...