Tres cosas despertaron paulatinamente a Simón. La primera fue el calor, un calor que parecía envolverlo de pies a cabeza. La segunda fueron leves desplazamientos en la cama, pero no era él quien se movía. La tercera fue una suave caricia en la parte trasera de su cabeza, cerca de su nuca. Fue esa la que lo sedujo de vuelta a la consciencia, la que lo hizo notar la luz detrás de sus párpados, saber que era un nuevo día.
Con todos sus sentidos de vuelta, conectó las tres cosas. Todas provenían de la persona acurrucada entre sus brazos; el calor, los desplazamientos, los dedos jugando con su pelo.
"Mmm... se siente bien."
La mano se detuvo en su cabello.
"Perdonáme, no te quería despertar."
Simón abrió sus ojos, parpadéando para ajustarse a la luz y alejar el cansancio. Lo primero que vio fueron los ojos azul océano de Ámbar, mirándolo un poco arrepentidos. Algunos rayos de sol brillaban entre medio de las cortinas e iluminaban su cabello despeinado por la almohada, haciendo que se viera casi dorado. Su rostro estaba libre de maquillaje, una apariencia que Simón dudaba que ella hubiera dejado ver a muchos antes que él.
Se veía tan hermosa que casi creyó que seguía soñando.
"Está bien, no me molesta", él murmuró, tanto para quitar la preocupación de sus ojos como porque era la verdad.
Cerró sus ojos de nuevo y se concentró en la sensación de su cuerpo moldeado con el de él. Podía distinguir cada subida y bajada de su respiración con la misma claridad que la suya propia. El toque de su mano fue suave al deslizarse desde su cuello a su pecho, y aunque estuviera cubierto, aún podía sentir su calidez a través de la tela de su camiseta. Volvió a abrir los ojos. Observó la curva de sus mejillas, las pecas en su nariz. Bajó su mirada al rosa de sus labios, los cuales siempre lo llamaban sin necesidad de emitir palabra.
Estiró una mano para deslizar un mechón de su cabello detrás de su oreja, maravillado de que podía hacerlo.
"Si pudiera despertar así siempre, creo que sería el chico más feliz del mundo."
Los ojos de Ámbar se suavizaron y sonrió con una mezcla de ternura y travesura que era tan ella que Simón dudaba que alguien más pudiera conseguirla tan perfectamente.
"¿Aunque sea temprano?"
"Aunque sea temprano", afirmó. "Pero, por favor dime que no son las cinco o algo así", agregó con una mueca.
Ella rio bajito. "No, son como las siete y media. Apagué mi alarma antes de que sonara para que no te despertara, pero me parece que fallé."
Él rio esta vez y apoyó su cabeza sobre una mano. Con la otra, agarró una de sus mechitas rosadas y comenzó a jugar con ella.
"¿Sabes? Es la primera vez que puedo dormir sin problemas después de ver una película de terror."
Ámbar colocó un codo sobre la almohada y copió su pose. "¿Ah sí?"
"Sí. Y tengo una teoría. Yo creo que fue porque una cierta señorita estaba conmigo", dijo él, y tocó la punta de su nariz.
Ella soltó una risita que le llenó el estómago de mariposas. "Bueno, pues de nada."
"Nada de 'de nada', ¿y si me acostumbro?" Dijo con fingida alarma. "¿Y si desde ahora quiero dormir contigo todos los días? ¿Qué vas a hacer?"
Él solo estaba jugando—Bueno, medio jugando, había harta verdad en ello. Pero la cara de Ámbar se volvió seria.
"...¿Me lo prometés?"
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Caminos Que Se Cruzan...
أدب الهواةVivir bajo el mismo techo resulta ser demasiada tentación. Habiendo caído en ella, Simón tendrá que afrontar lo que había estado peleando todo ese tiempo mientras Ámbar intentará mostrarle que no debería arrepentirse. En medio de un pasado doloroso...