...Con Sentimientos al Descubierto

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(Editado: 21.09.2024)

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Cayeron sobre la cama en un enredo de besos y risas, con Ámbar encima de él luego de haberlo casi empujado sobre el colchón. Con sus piernas entrelazadas, se besaron profundamente, con ella hundiendo las manos en su cabello mientras las de Simón le sostenían la cintura. Ámbar pasó la lengua por su paladar, haciéndolo gemir, y él respondió atrapando su labio inferior entre sus dientes y dándole un pequeño tirón.  

Ámbar jadeó y se inclinó levemente hacia atrás para mirarlo. Los ojos de Simón encontraron los suyos de inmediato y se mantuvieron la mirada, respirando agitadamente. Ámbar recordó como él le había dicho que le gustaban sus ojos— pero los de él eran hermosos. A ella le encantaba su color marrón profundo, y especialmente cuando la miraban así, como si ella fuera todo y nada más importara. 

Ámbar dejó un beso corto en sus labios y se sintió aun más cautivada por la forma en que él persiguió su boca cuando ella se separó. 

"Dame un segundo."

Simón abrió los ojos y la vio levantarse de la cama e ir hacia su tocador. De uno de los cajones, sacó una llave y se movió hacia la puerta. 

El sonido de la cerradura girando resonó en un salto de su corazón. 

Okay. Eso despejaba cualquier duda sobre cuáles eran sus intenciones. 

No era como si él se fuera a quejar. 

Simón aprovechó la oportunidad para deshacerse de sus zapatos y sacarse los calcetines. Ámbar lo imitó, desechando sus botas antes de tirarse nuevamente encima suyo. Sus piernas lo rodearon por las caderas y de un beso le arrebató el aliento. Ámbar introdujo su lengua de nuevo en su boca y él la recibió con la suya, sintiendo escalofríos ricos de placer recorrer su cuerpo ante la cálida sensación.

Si alguien le hubiera dicho esa mañana que así era como estaría terminando su día, él se habría echado a reír. En ese entonces, ni siquiera estaba seguro de si Ámbar sentía lo mismo que él. Ahora lo sabía, no solo por sus palabras, sino porque lo había visto en sus ojos, lo había sentido en la forma en que ella lo besó con la misma felicidad incontrolable que a él lo azotaba. Y lo podía sentir ahora, mientras ella recorría con sus manos todo su cuerpo y lo besaba con urgencia. 

Ámbar levantó su playera y él rompió el beso el tiempo suficiente para levantar sus brazos y dejar que se la sacara. Ella de inmediato se inclinó hacia su cuello y desde ahí comenzó a bajar, besándole el pecho e inhalando su olor. Era varonil de la mejor forma posible, y tan Simón que le resultaba embriagador. Podía sentir el fuerte latir de su corazón, reflejando el suyo propio, y la forma en que su piel se sentía caliente contra las palmas de sus manos. Él tenía los ojos cerrados, como dejándose llevar bajo de su toque, y ella amaba cómo sus músculos reaccionaban a sus exploraciones. Ámbar bajó aun más, dejando besos húmedos por su estómago, y él gruñó cuando ella lo lamió justo sobre el leve camino de pelo que desaparecía por debajo de sus jeans. 

Simón abrió los ojos de golpe y la agarró de la cabeza, tirándola hacia otro beso más apasionado que los anteriores. Él le soltó el pelo de su amarre para que cayera en ondas sobre sus hombros y enterró sus dedos en éste mientras se besaban sin parar. Ámbar presionó sus caderas contra las de él, deleitándose en la deliciosa la fricción y en el gemido cargado de necesidad que a él le salió de la boca. Simón metió las manos desesperadamente bajo la playera de Ámbar, necesitando sentirla más, acariciar toda su suave piel. Ámbar sentía la misma necesidad de que la tocara, así que se sentó y se sacó su remera por sobre la cabeza.

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