... Con Pelfi

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Ámbar dejó a Simón con un beso en la frente y salió en silencio de su cuarto de invitados. El frío de la madrugada se le coló hasta los huesos. Se abrazó a sí misma y se apresuró hacia su propio cuarto, haciendo una nota mental de decirle a Miguel que tenían que empezar a poner la calefacción. 

Habría sido desorientante despertar en un lugar que no reconocía si no fuera imposible sentir miedo con Simón acurrucado a su lado. Su olor y su respiración contra su piel eran más familiares y acogedores que cualquier cuarto. Realmente no había querido dejar la calidez de sus brazos, en especial cuando él reaccionó al instante en que ella se separó un poco y murmuró cosas semidormido. Ella se había muerto de amor, pero le susurró que siguiera durmiendo y lo cubrió con las mantas. Todavía podía descansar un poco más.

Ámbar entró en su habitación, sola y con frío, y de inmediato recordó con molestia por qué estaba en esa situación en primer lugar. 

Habían pasado unos cuatro minutos desde que Simón se había ido cuando tocaron a su puerta. Ella frunció el ceño pero fue a abrirla igual. 

"Eso fue rápid—"

Su sonrisa cayó. No era Simón quién estaba al otro lado de la puerta, sino Rey. 

"Señorita Ámbar", él la saludó con ese tono cordial y educado que siempre usaba con ella. Nunca había sido una real muestra de respeto y los dos lo sabían. Rey lo usaba para burlarse de ella porque nunca le había caído bien. 

Y bueno, el sentimiento era mutuo.

"¿Qué querés, Rey?"

"Necesito hablar con usted. ¿Puedo pasar?" Dio un paso hacia adelante.

Ámbar bufó y lo empujó hacia atrás con una mano en el pecho. "Absolutamente no. Lo que sea que quieras decir, lo podés decir acá." 

"Bueno, como usted quiera." Rey miró a ambos lados del pasillo y luego habló en voz baja.  "Hablé con su madrina. Me dijo que las dos tuvieron una charla ayer." 

El corazón de Ámbar se aceleró con ansiedad. Nada bueno podía venir después de eso. 

"¿Y?" Preguntó tan impasible como pudo.

"Sharon no está contenta con su relación."

"Ella nunca está contenta con nada, la podrías ignorar de vez en cuando, ¿no?"

"Me dijo que se rehusó a terminar con Simón y me pidió expresamente que me mantuviera al tanto de eso."

Ámbar quedó boquiabierta y resopló. "Ah, es que yo no lo puedo creer. Ella se va y ni se da el tiempo de llamarme, ¿y ahora quiere venir a controlarme la vida?" Negó con la cabeza. "No. Te prohíbo que te metas en mis asuntos, Rey. Ni te acerques a Simón."

Él se rio. "Usted no tiene la autoridad para prohibirme nada. Tampoco es que me interese su novelita, pero le recomiendo que le haga caso a su madrina, o me veré en la obligación de decirle a los Valente sobre su indiscreción."

"Vos hacés eso y yo les cuento todo sobre como seguís siendo el juguetito de Sharon."

"Hágalo, adelante", él la invitó. "De paso, yo les cuento cómo usted sabía perfectamente que no era Sol Benson, y cómo ha sabido todo este tiempo los planes de su madrina y, sin embargo, se ha quedado callada."

Ámbar lo miró directo a los ojos. "...Me parece que tenés que pensar en quién tiene más que perder aquí, Rey," le dijo con voz cual hielo. "Porque yo no me voy a ir presa por decir la verdad, pero vos sí."

Caminos Que Se Cruzan...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora