... En Medio De La Noche (Parte 1)

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Después de la fiesta de despedida para Nico, todos habían terminado exhaustos. Los chicos habían ido directamente a acostarse y Simón había hecho lo mismo, pero no podía dormir. Primero Gary los había echado del loft, y aunque los papás de Luna habían tenido la amabilidad de dejarlos vivir en la mansión por un par de días, todavía necesitaban encontrar otro lugar donde vivir, lo cual lo tenía preocupado. Luego Nico había decidido irse a Nueva York con Ada, y aunque Simón estaba feliz por él, lo iba a extrañar muchísimo. Además, eso dejaba a la Roller Band sin bajista. 

Después de alrededor de una hora de dar vueltas de un lado para otro en su cama, decidió bajar a la cocina para servirse un vaso de leche o algo. Se levantó, cerró la puerta de su habitación lo más silenciosamente posible y bajó las escaleras en dirección a la cocina. Al acercarse, notó que la luz estaba encendida, lo cual le llamó la atención, y cuando llegó a la puerta y miró hacia adentro, se sorprendió aún más.  

"¿Ámbar?"

La rubia, que había estado revisando una de las alacenas, saltó un poco y se giró hacia él.

"Simón, me asustaste", le dijo, llevando una mano a su pecho, el cual estaba muy al descubierto pues el escote de su camisón negro era muy pronunciado y la bata que colgaba abierta de sus hombros no hacía nada para cubrirlo. No es que se hubiera fijado eso, obviamente. "¿Qué hacés acá?"

"Podría preguntarte lo mismo", le respondió. Después de todo, ella había llegado primero. 

Ella se encogió de hombros. "No podía dormir, así que me vine a servir algo".

"Oh. Me pasó lo mismo", él murmuró, sorprendido por lo sincronizados que estaban. 

"¿De verdad?" Dijo ella, al parecer pensando lo mismo. Una sonrisa coqueta apareció en su rostro. "Perfecto entonces. Pasá, serviré té para los dos". 

Se giró para agarrar una caja de té de una de las alacenas. 

Simón se frotó la nuca, dubitativo. "Eh... no." Se aclaró la garganta. "No, yo mejor me vuelvo a acostar, es tarde".

Ámbar volteó hacia él. "Ay, dale. Recién me dijiste que no podías dormir y por eso viniste acá", razonó. Al notar su postura, sus ojos celestes se achicaron levemente en sospecha y su sonrisa agarró un tono desafiante. "...¿O acaso me tenés miedo?"

Simón enderezó los hombros. "No". No exactamente.

"Genial. Entonces no hay problema." Se dio vuelta para llenar la tetera con agua. "Digo, ¿qué podría hacer?" Medio se rió. 

Ese era el problema— No tenía que hacer nada; su pura presencia era tentadora. La bata que estaba usando era muy transparente, tanto que dudaba que siquiera la protegiera del frío. Podía distinguir cada una de sus curvas bajo el suave material de su camisón, el cual no hacía nada por cubrir sus largas piernas, las cuales se veían aún más suaves...

¡Deja de mirar!

Simón se aclaró la garganta de nuevo, deseando poder limpiar su mente igual de fácil, y entró en la cocina. Se apoyó contra uno de los muebles inferiores, el más alejado de ella. Mejor mantener distancia, pensó. 

Esto no pasó desapercibido por Ámbar cuando se volteó después de dejar la tetera sobre el fuego y lo vio al otro lado de la habitación. 

"¿En serio? ¿Te vas a quedar parado por allá a diez metros?"

Okay, quizás estaba exagerando.

Decidió que sería mejor actuar inafectado y se movió más cerca, apoyándose contra el mueble del medio esta vez. Ámbar también se acercó, apoyando su cadera en el mueble a su izquierda mientras lo miraba. 

Caminos Que Se Cruzan...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora